Aún mirando hacia atrás, no encuentro nada. La soledad inunda mi sistema nervioso, y los únicos ruidos que logro escuchar son mis latidos, los pasos circundantes, vacíos, que producen un eco que es invisible al oído, más no a mí alma. Mis ojos no pueden ver bien, y se pierden intentando ver más allá de mis pies, más allá de mi cama; las sábanas me cubren de aquel frío que tanto he odiado en mi vida. Un frío que carcome mi boca, hiela mis palabras y las transforma en una suerte de espinas que inundan mi garganta, tragando así una y otra, a cada segundo; han servido para contar que tantas lágrimas he soltado en esta estadía insoportable.
Las palabras evocadas por aquellos que me han aconsejado se vuelven aire, que pasa; lo absorbo, mas no logro comprender como han llegado hasta mi corazón, solo para deshacerse entre mis venas.
Cuerpos invasores que asolan mi organismo, deteriorando cada vez más mi sangre, haciendo que ahora mis sentimientos sucios florezcan como el sudor frío que tengo por las noches, o haciendo que la sangre de cada inserción sea más oscura que la anterior. Sentimientos indescriptibles, que nadie desearía tener ni en los círculos inferiores de aquel mundo de Dante.
Se desdibuja mi vida en un círculo infinito, que a primera vista, terminaría con la muerte, pero los rezagos que dejaré, las manchas que puebla mi camino, contaminan mi alrededor; contaminan recuerdos, palabras, emociones y visiones, que ahora no son mas desechos, hechos ceniza con cada paso que doy, intentando olvida el paso anterior. Sin embargo, más veloz que un fénix, las cenizas se encienden y cargan en mi nuevas laceraciones, heridas que, aunque cálidas, que hierven mi sangre, no terminan de cicatrizar.
Es ahora que los pasos se hacen más rápidos. Estoy quieto, dando pasos sobre un mismo punto, como si el mundo dejara aquello que parece inservible. Las adicciones me parecen fantasías corales: voces que anuncian un porvenir mejor, pero es una mera actuación. Son una mera obra artísticas, que no trata más que de reflejar una realidad; la de su autor, eso es.
No hay una visión que me sirva... Por ello, los pasos se hacen más rápidos, van dejando tras de si huellas, haciendo finalmente un circulo negro.
Ahora estoy aislado, vejado por el tiempo, por la soledad y traición a mi mismo. Una traición totalmente consiente, antes inconsciente, pero que termina por ser en vano el saber que clase de traición ha sido.
Al final, lo que acecha entre esta oscura multitud, no es sino una muestra de mi humanidad, imperfecta, errónea, con una existencia que solo aquellos con fe pueden explicar. Yo, no.
No encuentro sentido a que está multitud se abalance, y así, termine atrapado entre mis propios llantos de desesperación. Los cuerpos ajenos, vivos y no vivos, son ahora uno solo: el mundo.
Da miedo, enfrentar este mundo. Da miedo dar un solo paso, y ahora, por ser débil, he de aprender que este mundo jamás intentará alcanzarme. Yo no lo he intentado, y ahora, nadie lo hará por mi.
Silencio.
Hay un silencio entre la multitud. No sé si es una esperanza, como aquella que busca liberarme de las ataduras y sangre, o aquella que augura el final. Pero ya no puedo quedarme quieto. La cama caerá debajo de mi, y levantarme es ya imposible en esta marea de sombras. Solo me queda respirar, y saber si es una muerte en vida lo que me espera, o es la vida en muerte la que me recibirá.