4 -TERQUEDAD

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Nathan no ha dicho ni una sola palabra desde que nos fuimos de la casa de Lupe. Verlo enojado me encanta, me fascina, y aún más ver cómo se le marcan las venas de los brazos.

Se freno de repente, mire por la ventana dándome cuenta que estábamos en un bosque bueno más específicamente al frente de un bosque el cual era demasiado oscuro me da escalofríos solamente de verlo.

De un momento a otro estábamos afuera del auto me tenía agarrada de la muñeca, mi blusa está rota ya que no quería bajar del auto y en el forcejeó la rompió.

Comienza a caminar adentrándose en el bosque, abrase su brazo en forma de protección ya que a mí no me gustan los lugares oscuros y menos si es en medio de la nada.

—Tranquilízate Caramelo no te voy a soltar—pronuncia con voz áspera apretándome la muñeca.

No le respondí tan solo quería sentirlo más cerca de mí su olor, su calor todo de él para mí es maravilloso.

En ese momento me detengo en seco al recordar todo lo que dije hace unas horas atrás frunciendo el ceño en forma de molestia —¿Por qué no me has contestado lo que te pregunté? —hablé en forma de reclamo ganándome una mirada fría de parte de él.

Me soltó la muñeca comenzando a caminar hacia mi haciendo que retrocediera hasta chocar con un árbol —Aléjate de mí Nathan—musite con la voz atorada.

Suelta una risa ronca colocando sus manos al lado de mi cabeza acorralándome contra el árbol —¿Y si no quiero? ¿Qué me vas hacer caramelo? —pregunta en un tono de voz retador.

Maldita sea este hombre es mi maldita tentación.

Cierro los ojos por un instante tratando de tranquilizarme, tenerlo tan cerca me alteraba las hormonas cosa que no era una buena señal y menos para unos padres estrictos como los míos.

Acercó su cara a mi cuello, comenzando un camino de besos húmedos hasta que llegó al lóbulo de mi oreja dónde dejó escapar un suspiro —No sabes cómo me dolió alejarme de ti, de tenerte lejos, de no poder tocarte de ni siquiera por oler tu cabello o el olor de tu perfume, me estaba volviendo loco—susurra contra mi oreja, mientras bajaba sus manos hacia mi cintura sosteniéndola con firmeza.

Me recorre un escalofrió por todo el cuerpo al sentir como me sostiene la cintura. No sabía que responderle, pero aún me dolía el corazón de tan solo pensar que hace unas horas estuvo con otra en la cama.

Lo empuje haciendo que se alejara de mi oreja pero que no me soltará de la cintura –No me vas a ver la cara de estúpida, puede que te ame Nathan puede que sea capaz de perder la cordura por ti, pero no voy a soportar que creas que no sé qué estuviste con otra mujer hace menos de tres horas– Anuncié con molestia agarrándolo de los hombros clavándole las uñas.

Puso los ojos en blanco sonriendo —Escucha una cosa Ainsley, lo que escuchaste en la llamada era una película una Pe-li-cu-la ¿entiendes? Una simple película así que no te tienes que ponerte celosa—explico con un tono de voz relajado.

Me sentí estúpida por un momento como era posible que me pusiera celosa, triste y llorara por culpa de una película.

—¿Quién te dijo a ti que yo estoy celosa? —pregunto levantando una ceja mirándolo —que yo sepa tú puedes hacer lo que quieras con tú vida—añado cruzándome de brazos aun estando acorralada por él.

Coloca una de sus manos en mi cuello sin apretarlo y me acerca a él haciendo rozar nuestras narices.

—Ainsley no me tientes, sabes perfectamente que tú para mí eres más que una simple persona, eres mía al igual que todo tu cuerpo desde un simple mechón de tu cabello hasta la uña de tus pies y no, no eres un objeto eres una persona lo sé una persona que no cualquiera puede tener yo voy a luchar por ti no voy a dejar que tus padres nos vuelvan a alejar de nuevo si esto tiene que ser una amor a escondidas o un amor a lo prohibido entonces lo será porque no te dejará ir de nuevo no voy a dejar que llores de nuevo ni que caigas sola en un agujero negro y tampoco voy a dejar que alguien más te tenga porque tú eres mía, ¿lo entiendes?—termina de aclarar mirándome a los ojos.

Quedo en silencio, estoy procesando cada una de sus palabras solamente se escucha nuestras respiraciones.

Quita su mano de mi cuello volviendo a colocarla en mi cintura haciendo que soltará un suspiro.

Comienzo a recorrer sus anchos hombros con mis manos hasta llegar a su nuca atrayéndolo hacía mí, haciendo rozar nuestros labios.

Relamo mis labios, estaba tentada a besarlo a poder por fin tenerlo para mi después de un largo tiempo después de no tenerlo conmigo por fin lo volvía a tener entre mis brazos.

Me coloco de puntillas solamente para alzarme más, me acerco más a sus labios con toda la intención de besarlo, pero me detengo y me inclino más hacía la derecha dejando un beso en la comisura de sus labios ganándome un apretón en mi cintura.

Suelto una risa al ver su reacción.

Suelto un suspiro de alivio de felicidad de un montón de emociones revueltas, y sonrió antes de hablar —Sabes, lo prohibido siempre será lo más tentador, tú serás mi mayor secreto, mi mayor tentación, mi mayor deseó tú eres mi pecado a la entrada del paraíso—expresé en un susurro en sus labios.

Sin esperar absolutamente nada junto nuestros labios atrayéndome hacia él de la cintura, un beso salvaje necesitado ardiente y rudo, pero al mismo tiempo era un beso que demostraba pasión y cariño.

Nos alejamos con la respiración agitada mirándonos a los ojos los cuales demostraron lo que no podíamos describir con palabras, pero si con acciones.

Besa mis labios una vez más antes de hablar —de verdad que eres terca caramelo—susurra en mis labios.

Mi terquedad era un don que solamente él puede dominar. 

Nuestro Pecado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora