Prólogo

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Seo Hyerin una chica de ideas claras y principios fijos tal como su hermano, "una cualidad que heredaron de su padre" solía decir la madre de ambos. La pequeña deseó mucho tiempo haberlo conocido, pero una fatal enfermedad cuando ella apenas era un bebé le impidieron tener el recuerdo o la idea de una figura paterna. En cambio, sólo tenía las constantes peleas con su hermano mayor que eran lo más lejano a un apoyo, sobre todo cuando él destacaba en todo ámbito, tanto académicamente como en sus actividades extracurriculares tales como el deporte, danza, canto e incluso era delegado de su salón. Hyerin sentía la necesidad de seguir su ejemplo, aún si no resultaba ser más que un tercio de lo que fuera Changbin, ella no se cansaría de intentarlo cada vez.

La viva imagen de la perseverancia, esa es Seo Hyerin.

- ¡Hye, la cena está lista cariño!

- ¡Ya voy mamá!

La pequeña Hyerin termina de abotonar su camiseta de dormir para bajar a cenar. Ya se había dado un baño, su tarea estaba lista y todo organizado para el día siguiente. A todos les resultaba cómico la forma en que cada nuevo año era lo mismo, cumplía sus horarios, deberes y era extremadamente organizada, para un mes después perder la disciplina que incluso la llevaba a perder sus apuntes escolares al final del año académico.

Sus dos coletas trenzadas danzaban en sus hombros al bajar enérgicamente las escaleras cuando lo vio. El inmaduro corazón de Hyerin cayó flechado al ver en la sala a un apuesto chico charlando con su hermano, pensó que jamás había visto una sonrisa tan hermosa y los hoyuelos que se formaban en sus mejillas sólo podían tenerla los apuestos príncipes de las películas que tanto le gustaba ver con su madre cuando aún era una niña, no hace mucho tiempo atrás.

- Hye, cariño ayúdame con la cena - la voz de su madre desde la cocina llamó la atención de los chicos allí, quienes voltearon hacia ella.

- Hola - saludó el chico de ondulado cabello que caía sobre sus ojos haciéndolos casi desaparecer por completo al regalarle la sonrisa más hermosa que sus ojos vieron jamás.

- H-ho...la - tartamudeó nerviosa cuando sus ojos se encontraron.

- Soy Chan, tú debes ser Hyerin.

Ella sólo asiente en respuesta, incapaz de tener un pensamiento coherente que no fuera lo hermoso que era a sus ojos y su animado tono de voz.

- ¿Tú e-eres amigo de m-mi hermano? - recordaba vagamente lo entusiasmado que estaba este los primeros días de iniciar sus clases, cuando contó que un chico nuevo había llegado desde el extranjero a su clase y se habían hecho amigos.

- Les hablé de Chan, pero no esperaba que lo recordaras, siempre vives en las nubes - dijo Changbin restándole importancia al asunto.

- ¡Eso no es cierto! - Hye reclamó inflando sus mejillas, luciendo como una niña adorable a los ojos de Chan, quién no pudo contener la risa.

- Qué tierna - dijo este, dándole un pequeño toque en su cabeza, intentando desordenar su peinado cabello en un gesto divertido.

¿Él cree que soy tierna? Hye sólo se sonrojó sin ser capaz de alejarse del chico extraño que tenía un gesto tan despreocupado con ella.

- Que no te engañe, es una niña escandalosa.

- ¡No soy una niña! - demanda avergonzada, era un insulto ser llamada así frente al apuesto chico.

- Hye, la cena.

- Ya voy mamá.

Sale corriendo a ocultarse en la cocina a brindar la ayuda que pidió su madre.

En un abrir y cerrar de ojos había perdido el apetito, así debe sentirse el amor a primera vista, pensó toda la cena. Agradecía que su madre fuese tan curiosa, ya que sin ella no podría saber que Chan venía de Australia, era hijo único, y que, para su desgracia, no vivían relativamente cerca. Supo que era bueno en el deporte, que era algo que le gustaba bastante, además de que tocaba algunos instrumentos.

Es perfecto, pensó Hyerin, y no era la única, su madre estaba encantada con su visita, le pareció un joven con innegable carisma y amabilidad, sin duda el tipo de amistad que cualquier padre desea para sus hijos.

Hyerin estuvo ausente en la cena a percepción de todos los presentes, aunque ella sólo pensaba en cómo describirle a sus amigas al chico del que se había enamorado, no encontraba ninguna palabra que hiciera justicia a lo apuesto que era en persona y lo que sintió al verlo. Cuando este se fue, Hyerin corrió a su habitación a mirarse al espejo, odió que la primera impresión que él tuviera de ella fuese su adorable pijama de perritos abrazando corazones, por muy favorito que fuera para ella.

Tocó sus mejillas regordetas, pensando que la pre adolescencia no le favorecía a nadie, mucho menos a ella, los granos en su piel y el metal en sus dientes no eran la mejor imagen que podría mostrar, pero no se dejaría rendir por eso, cada día se haría más guapa, y estaba segura de ello.

- Bang Chan... el chico más lindo que jamás vi - suspiro al cielo para arrojarse a su cama abrazando la almohada con una boba sonrisa que no abandonó su rostro, aun cuando cayó en el más profundo de los sueños.

Wow - Bang ChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora