XXIII.- Continuando con las pistas

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XXIII.-
Continuando con las pistas

Lan XiChen no sabía decidido cuánto tiempo se la pasaría resolviendo este asesinato. Había preparado a sus discípulos (los que eran leales a él) y a su fiel segundo al mando a cargo junto a su tío segundo para una ausencia de varios meses, principalmente debido a las imprevisibilidades de los viajes largos y sin ayuda y especialmente ante cualquier emergencia o intento de sacarlo del poder mientras estaba fuera, pero no estaba seguro de cuánto tiempo podría soportar la inestable secta antes que empiecen a dividirse en dos y tratar de matarse unos a otros. 

Gusu Lan había dejado de ser unido desde que terminó la guerra y él empezó a liderar. 

Era muy bien conocido, dentro de la secta, que muchos no estaban de acuerdo con el hecho de que él haya tomado el mando. Más que nada por quién era su madre. La mayoría de los mayores odian a su difunta madre y la otra mitad se creían superiores a él debido a su juventud cuando tomo el puesto de líder. También estaba el hecho que la parte de la familia que adopto el apellido Lan odiaba a la familia principal por no dejarlos participar en asuntos de la secta. Cosa que ha ido manejando con pinzas, porque ellos tenían sus puntos pero...

Muchas cosas que declaraban eran de carácter  anarquista...

Demasiado anarquista...

Por falta de mejores palabras.

Lo peor es que muchas cosas de la que ha estado luchando vienen del tiempo de su padre. La política interior de Gusu Lan empezó a irse a la mierda desde el mandato de su padre. Dejándole como herencia un lugar lleno de víboras hambrientas de poder y corruptas que se ocultaran en sus reglas de mierda para hacer lo que quieran sin ser juzgados. Y encima, con leyes que atentaban contra su libertad como persona por pensamientos y prejuicios arcaicos que, lamentablemente, casi todo el mundo del cultivo compartía.

Odiaba vivir en el mundo del cultivo. 

Y con ese pensamiento pasaba la noche en vela al no poder dormir debido a las preocupaciones de las que no podía liberarse aunque quisiera. Mirando el oscuro cielo estrellado, en uno de los huecos del techo de la casa-ataúd, fingía dormir, no queriendo despertar a los otros dos que dormían en el único ataúd que pudieron encontrar como cama. 

El lugar era pequeño. Estas pequeñas casas, aparte de servir como ataúdes para dejar a los muertos antes de enterrarlos correctamente o evitar que causen daños si es que se convierten en cadáveres feroces, son pequeños alojamientos para que los cultivadores puedan descansar durante una cacería nocturnas y así alimentarse o curar sus heridas a salvo en caso de estar lejos de un pueblo o ciudad o simplemente no tenga fuerzas para lograr llegar ahí. Estas pequeñas casas salvaban vidas.  

Es por eso que muchas de estas casas-ataúdes contaban con una pequeña cocina, medicinas de emergencia y una estufa de leña. Cosas que obviamente un muerto no necesitaría. Además, eso también ayudaba a los viajeros y comerciantes a mantenerse a salvo. Todas las ciudades y pueblos construían y abastecían estas casas-ataúdes, sabiendo que en cualquier momento, estas podrían ayudarles a salvar sus vidas. 

Sin embargo, estás solo estaban pensadas para una o dos personas, no para tres o más. Así que él se encontraba durmiendo en un gran montón de paja, cubierto con varias telas para evitar insectos y que esta se metiera en su cabello.

¡Ugh, sería un horror sacarse la paja del cabello! ¡Y más si había algún insecto!

Y así se la pasa en sus pensamientos sobre cualquier cosa hasta que en una hora indefinible de la madrugada un ruido indetectable llama su atención sacándolo de sus pensamientos. Los golpes rítmicos y un gemido que resuena claramente por la casa-ataúd.

El dolor del jade y el loto rojo [Mo Dao Zu Shi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora