Capítulo 4.- El despertar del mal.

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ADVERTENCIA DE CONTENIDO: No apto para personas emocionalmente sensibles o menores de 18 años, CONTENIDO EXTREMADAMENTE VIOLENTO
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De los dominios del valle de Nortfolk; más allá de las cálidas aguas mediterráneas y de los mares amarillos, de clima mucho más frío que los terrenos de Rakotys, pero apenas un poco más soportables que los crudos inviernos de Midgard, más al norte de Sweoöeod.
Y era como si los caminos de par en par se abriesen ante el esmeralda de sus ojos. Sin embargo, y por más blancas que parecieran las planicies, éstas albergaban el más cruel de los destinos para todo aquél que cruzase. Y allí estaba él, enfrentando a las fuerzas de la naturaleza. Se hallaba desafiante ante invierno y retaba a los mismos vientos, arrogante y valeroso ante el filo de la muerte.
Y el resonar del galope de su caballo, luchando con suma desesperación contra la tempestad, así como el azote de sus dorados cabellos empujados con violencia hacia atrás, el crujir de las ramas y el susurro de los vientos formaban la más triste sinfonía que sólo en el silencio podía ser apreciada. Grandes eran las penurias de su noble corazón, no más que la vergüenza de sus acciones en tan deshonrosa huida, como un ladrón que bajo el velo sombrío se escabulle. Pues, aunque agradecido estaba por haber podido escapar de la precaria situación, tampoco le enorgullecía el haber robado una yegua tan fina, junto con la extraña y desagradable sensación que le había causado la mujer.
De rostro tranquilo, pero las voces de su mente le obligaban a reflexionar sobre sus actos; y sus las delicadas manos que se aferraban a su cintura con singular fervor, como si del abrazo de una apasionada amante se tratase. No partió sólo.
Se detuvo un momento afuera del pueblo; escuchaba agudos gritos femeninos que en medio de sollozos le nombraban, más no pudo hallar a sus salvadores. En cambio, sí a una de las núbiles infantes cuyo rostro apenas le fue reconocible entre la espesura de la noche. Al acortar un poco la distancia, pues la había ayudado con anterioridad e implorado por su clemencia. Había ternura de sus facciones, así como el desborde de su dolor en esos humedecidos ojos grises.
Al mirarla no pudo pronunciar negativa alguna y su lengua por un instante se rompió... Tampoco hubiese tenido tiempo para discutir o convencerla, pues temía alertar a sus perseguidores de su presencia, que por cada instante se escuchaban más cerca. Y antes de que él pudiese objetar protesta alguna o advertir del peligro que implicaría huir con él, ella hacía esfuerzos por aferrarse y subirse al lomo de la bestia. No tuvo otra alternativa que cubrirla con su manto y llevársela con él. Hubo un repentino estruendo; desgarradores bramidos de dolor, clamores que desde la distancia resonaban en la inmensa oscuridad del bosque, similares a los bufidos de una bestia feroz. Y sus pupilas se dilataron; un escalofrío recorrió su espalda; el estremecimiento se apoderó de todo su ser, enmudeciendo sus labios. Llevó una mano al pecho, prolongando su respiración, pues había reconocido las voces... Mas al tornar sus ojos no vio nada y los oídos le zumbaron. Sintió cómo la pequeña le apretaba con más fuerza y ocultaba su rostro en su espalda. Bajó un momento la cabeza en señal de duelo, pero su marcha aceleró. No hubiese dudado en dar la vuelta y desenfundar su espada para regresar en su ayuda, sin embargo, ahora no iba solo. Una niña lo acompañaba y su vida ya no era la única a resguardar; siguió así el consejo de su protector.
―No miréis atrás, pase lo que pase no miréis atrás...- repetía para sí mismo en un susurro.
Momentos antes, mientras Rägvanald emprendía huida y empezaba a adentrarse en lo profundo del bosque, dos fuerzas chocaban entre sí, en la profundidad de los prolongados callejones aledaños a las afueras del poblado.
―¡A él no tocaréis! ¡Vos y yo aún tenemos asuntos pendientes!
―¡Oh, vaya! - habló por fin el demonio. ―Pero qué conveniente... Veo que finalmente estamos solos...- había retrocedido un par de pasos ante la amenaza de su perseguidor.
―Así es... - respondió Dark, de la misma forma en que lentamente avanzaba hacia él, apretando con firmeza el mango de su espada. ―Realmente estaba impaciente a que llegara este momento - a pesar de su imponente presencia y la aspereza de su voz, éste hablaba con una aterradora calma y suma tranquilidad. Una tan singular... era esa mueca torcida, semejante a una sonrisa, lo que había sido entonces dibujada en sus toscas facciones.
―Creo que lo noto - contestó Asmos. Y los labios torció con ligereza. ―Llevar a una dama a mitad de la noche a los más recónditos y oscuros callejones para dar rienda suelta a vuestras más bajas y aberrantes pasiones… - hizo entonces una pausa. ―Debo admitirlo, en verdad me habéis... - decía a modo de mofa entre aquellas nerviosas y melodiosas risillas, regalando a su enemigo aquella pícara pero engañosa sonrisa. No obstante, la interrumpió.
― Si tanto os place la idea de vuestra cabeza dejando vuestro estúpido cuerpo, y sea atravesado por mi espada, mientras éste se retuerce... - una risa seca salió de sus labios ― Aunque no lo creáis, realmente voy a disfrutar hacéroslo...- por un momento calló. ―De esta no escaparéis... - dijo. Se había detenido por un instante, en contacto visual con su presa que permanecía quieta, en guardia ante cualquier movimiento del cazador. Y por un momento ambas miradas se enfrentaron; aquellas verdosas pupilas parecían brillar intensas y penetrar la espesura nocturna. La cicatriz blanca, formaba en el labio inferior del cazador una expresión de crueldad, un dibujo de proporciones turbias, y los abismos de su alma a la demonia fueron revelados, dándose cuenta de sus más tenebrosos pensamientos e intenciones...Y temió. A pesar del frío de esa noche de invierno, no era para que ella tiritase como en ese momento lo hizo. Sin embargo, hacía un esfuerzo para preservar la compostura;
―A veces decís las cosas más dulces...- pronunció la mujer, expresando su más sincero sarcasmo. Del mismo modo en que sus manos se posicionaban en la empuñadura de su espada que enfundaba a la izquierda.
―¡Es suficiente! ¡Hablad cuanto podáis! - exclamó Walter, molesto ―¡Lo primero que haré será arrancar esa lengua de vuestra maldita boca! - y más que simple enfado, era la ira y el fervor de su sangre lo que emanaba de su fiera garganta. ―¡No olvido que por vuestra culpa le han puesto precio a mi cabeza! ¡Esta sí que os la cobraré caro!
―¡Oh, pero cuánto lo siento! - se burlaba la rubia.
―¡Callaos, puta! ¡Primero os mataré y luego os follaré! – vociferó, al tiempo en que sostenía en alto su arma y adoptaba una postura ofensiva.
―Pues entonces, vamos... ¡Venid a mis brazos! - con la zurda invitaba al enemigo a acercarse, mientras que con la diestra se preparaba para desenfundar su sable.
Dio por aceptado el desafío; con furia aceleró su paso y con gran fuerza el mercenario arremetió contra su presa, yendo veloz sobre ella en un corte descendente.
―¡Os cortaré en pedazos y se los echaré a los perros para que os coman!- anunciaba el enfurecido cazador de demonios.
―No sabéis cuánto me abrumáis...- el corte fue bloqueado por la dama en un movimiento de abajo hacia arriba, quien con apresuro había desenfundado su arma, al mismo tiempo que retrasaba su pie izquierdo. Quedó de lado, en una postura que bien podría conocerse como "avanzada" o "triangular". Su costado izquierdo y desprotegido era expuesto así a su enemigo: acto que no dudó en aprovechar para cortar más la distancia y culminar con un fuerte empuje con la cadera, que obligó al cazador a retroceder y soltar una de las manos de la empuñadura de su arma. Mas el agarre de su sable no aflojó.
― ¡Los cuervos despedazarán lo que quede de vuestro horrible cadáver! ¡Los insectos se alimentarán de vuestros ojos y los gusanos devorarán vuestro sucio coño!
―¡Parad, que me acaloráis! - se mofaba la demonia, quien socarrona sonreía. Más por la peligrosa cercanía con su adversario, Asmos entonces quiso rematar con un codazo. Sin embargo, Walter, consiente por experiencias pasadas del estilo de lucha de su enemiga, ya se esperaba algo así, frustrando su intento. Pues con su izquierda rodeó su blanco cuello de ella, apretando con fuerza para ahogarla y disminuir su movilidad.
―¡Finalmente, cuando todo esté dicho y hecho, tiraré vuestros estúpidos huesos al fuego, y así recordaré el calor que os arrebataré esta misma noche!
No obstante a la mujer poco le costó soltarse, puesto que aún en su vulnerable forma humana seguía siendo mucho más fuerte que un humano común y dos veces más que su oponente. Consiguió desorientarlo y retrocederlo con un golpe de campana que dio hacia atrás.
―¡Oh, pero qué boca tan sucia tenéis! - Asmos quitó su mano y yendo hacia delante deshizo el candado de ahorcamiento; de ese modo se alejó para girar sobre su pie derecho, levantando ligeramente el pie izquierdo con el flexionar de su rodilla, para volver a quedar en postura triangular, a la vez en que hacía lo mismo con su espada al fin de realizar un corte descendente en diagonal a la cabeza del cazador...
―¡Y cuando termine con vos, no quedará nada! - y a pesar de que le había atestado, éste fue desviado una vez más en un movimiento de defensa media de la zurda, pues llevaba brazaletes de cuero por encima de las mangas de su cota de malla y fue su muñeca izquierda que, aunque no pudo ser cortada, el golpe fue tan fuerte que no había podido evitar que su muñeca se fracturara y el dolor se hiciera presente, junto con una ligera inflamación que llegó a ser notoria minutos después. Fue así como Walter se adelantó hacia ella, sacando provecho de la cercanía entre ambos, pues había empujado con anterioridad el arma de su enemiga. Se inclinó para abrazarla por debajo de su cintura, atrapando e inmovilizando también la diestra, hundiendo su cabeza tras el costado izquierdo de la rubia, como si intentase cargarla. De esta forma le sería más complicado para ella intentar cortarlo, más del suelo no la levantó, sino que soltó su espada para conseguir cogerla, empujarla hacia el frente con todo el peso de su cuerpo y hacerla caer.
Una vez teniéndola tendida en el suelo, Walter decidió montarla; y con gran denuedo sobre la fémina se trepaba, asegurándose de tomarla de su diestra y fracturarle la muñeca, que obligó a soltar su espada, que él empujó fuera de su alcance con su pierna derecha. Quedó sentado encima del vientre de su víctima, disminuyendo con su peso la respiración del demonio. Por más que la dama realizase movimientos pélvicos hacia arriba como una técnica para hacerlo perder el equilibrio y quitárselo de encima, éste resistía y se aferraba allí, permanecía con sus doscientas veinticuatro libras sobre su estómago, buscando debilitarla. Para ese punto yacía un tanto aturdida y desorientada, debido a los fuertes golpes que el mercenario había dado directo a su cara, uno seguido de otro. Sus ojos por un instante se agudizaron y el sudor frío emanó de sus delicados poros al ver cómo su agresor había sacado la navaja que ocultaba entre sus ropas; así inició un violento forcejeo.
Asmos metía las manos para tratar de bloquear, atrapar o desviar las puñaladas que sobre ella venían, y arrebatarle o despojarle de su arma, en un veloz y habilidoso juego de manos, procurando guardar sus partes vitales como la cabeza o los ojos. Pero sus intentos resultaron vanos y recibió múltiples cortadas, unas más profundas que otras en los brazos, las más superficiales desaparecían casi al instante de su blanquecina piel, bajo sus rasgadas vestiduras.
Y entre aquella ferviente lucha, Dark  optó por cambiar un poco su estrategia. Puesto, y aunque estuviese lastimada, sus movimientos no le impedían detener o disminuir los ataques del mercenario. Por más débil que la procurase dejar, su fuerza seguía palideciendo en comparación  con un demonio de sangre pura. De este modo enfocó principal atención sobre el pecho de su presa, esperando que al menos una estocada en el corazón pudiera, si no matarla, dejarla incapaz de seguir combatiendo. Sin embargo, su cuchillo difícilmente podría llegar a su objetivo al enterrarlo dentro de la presa. Fue así como, y haciendo algunos cortes hacia su tórax se deshizo de su ya arruinado abrigo, seguido de un profundo tajo al escote de su oscuro vestido, confirmando lo deducido por experiencias pasadas. Ella llevaba también una protección de malla.
Y una tan amplia como diabólica sonrisa iluminó los labios del hechicero.
―Un contratiempo menor... – decía, entre las risas secas emitidas de su ronca garganta, para sí, al contemplar aquellos pálidos y redondos pechos apenas cubiertos por la delgada camisola blanca. Luego de haberse deshecho de la protección que por aquellos momentos le había sido tan incómoda, sólo le bastó un simple tajo para abrir los seguros de cuero que al frente tenía. Y por un instante el viento cesó y el silencio reinó. Pero el fulgor de las mórbidas y salvajes pasiones  resplandeció en los ojos del mercenario, con ansioso y brusco arrebato rompió la delgada prenda, dejando expuestos los senos de su víctima. El invierno la había adelgazado un poco, pero sin disminuir la impresión de la musculatura y fuerza que daba su persona. La luz de la luna dibujaba los relieves de su voluminoso pecho.
―Os follaré tanto que lo sentiréis en el otro mundo... -decía Walter, al tiempo que relamía sus y casi por instinto se apretó una de sus manos con tan peculiar firmeza, a la vez que con la otra se preparaba para apuñalarla...
De vista nublada y fosas sangrantes yacía Asmos, divagando por un segundo entre las sombras, golpeando a la nada, guiada únicamente por su prevaleciente sentido del tacto. Con fuerza apretaba los párpados, abriendo de vez en cuando uno, sólo para volver a repetir la misma acción que antes, bloqueando con sus brazos su campo de visión el cuchillo de su adversario que encima suyo se abalanzaba.
Y por más ofuscada que estuviese, debido a los constantes zumbidos que por momentos retornaban a su lesionado canal auditivo, así como la temporal y parcial sordera, podía sentir las débiles punzadas que intentaban atravesarla, pero que hasta ahora no habían podido llegar a su objetivo, debido a la armadura que bajo la ropa portaba, al mismo tiempo que se esforzaba por recuperarse de dichos golpes. Pudo escuchar los suaves pero prolongados sonidos del jalar de sus ropas, así como los escalofríos que poco a poco se apoderaban de su cuerpo, luego del despojo de su abrigo y la ruptura del corpiño, dejando su pecho desnudo y expuesto al aire de la noche, así como el peso de las callosas y heladas manos del cazador deslizarsele por el torso, apretandolos con ligereza.
―¡Sucio e inmundo verriondo! - y en sus adentros lo maldijo.
Al sentir el fugaz roce de uno de sus dedos con su pezón, sus obres abruptamente se abrieron, y los rencores se avivaron en el más fiero de los rugidos, y entonces fue cuando el mal despertó...
Y por un momento pareció que él tiempo se hubiese detenido y la luna desaparecido del firmamento, oculta tras la espesura de la niebla invernal. Una inmensa pesadumbre se hizo presente, y el peligro entonces se apoderó de la espalda de aquél al que llamaban Dark, ante la pesada aura de ira y maldad que repentinamente emanaba con más fuerza de su presa. Y aunque no le fuera visible, aquella maldita presencia a ambos consumía.
―¡Soltadme! - ordenó ella.
Y, sin embargo, sus verdosas pupilas contrajo, única respuesta que le fue permitida, pues ni siquiera alcanzó a respirar, ni siquiera pudo reconocer el qué o cómo lo había golpeado. Fue empujado a un lado, quitado de encima, ante el brusco azote contra el suelo. Consiente en todo momento de tremendo manotazo a la cara, al igual que ese profundo desgarre del lado izquierdo de su rostro que le causó un fuerte bramido.
―¿Cómo osáis hacer eso?- vociferaba, enfurecida. Su voz era gruesa, áspera y desafiante, seca y gutural. Aunque eso no la hacía menos femenina, pues se trataba de una hembra.
No le sorprendía en absoluto la impetuosa duplicidad de sus fuerzas; tampoco el ligero ensanchamiento de los hombros y el alargamiento de sus miembros.
Por el suelo se arrastraba y con fiereza se abalanzaba contra su enemigo. Al tiempo en que, herido y en el suelo tendido yacía él, apoyándose con su diestra para conseguir levantarse. Mientras que con su zurda se cubría la mejilla, en un instintivo e inútil intento por detener el sangrado del corte, observaba con peculiar asombro, a la vez que hacia atrás se arrastraba, como el bello rostro de la joven era invadido por pequeñas escamas blancas, similares en demasía a los de un reptil; en el área de la frente, a los extremos de los pómulos y poco a poco se extendían hacia las sienes.
Pudo notar cómo por causa de la apertura de su armadura, ésta colgaba del hombro derecho de la dama, mostrando la continuación de aquellas mismas y diminutas escamas que resbalaban por encima de la aún más palidecida piel de sus hombros y proseguían hasta donde las plumas que, poco a poco cubrían los firmes y corpulentos brazos, y más que brazos, le parecieron como las alas de un halcón.
―Una arpía...-dijo Walter para sus propios adentros.
―¿Qué os ocurre, amado mío? ¿Acaso no creéis que luzco hermosa así? - hablaba así el demonio, con la profunda vesania en la insaciable sed, reflejada en los tintes violáceos que dieron a sus ojos el color de las amatistas. Sus largos y rubios cabellos gradualmente fueron decolorados.
No fue la atemorizante criatura la que en un instante le había tomado tan desprevenido, tampoco su efusiva cólera lo hizo temer, sino la singularidad que para él representó su presencia. Usualmente el plumaje de las arpías, así como el color de sus cabellos era oscuro o pinto. Pocas veces claro, rojizo o rubio. Sin embargo, esta era totalmente blanca; ¡Blanca como la nieve! ¡Blanca como el brillo lunar! Blanca como las garras de la muerte, como sus propios huesos... Y era bella.
―¿A qué le teméis, cazador? - inquirió la criatura, con sarcasmo en la demencia de sus gestos.
Y para su suerte o infortunio, no tuvo más tiempo de admirar tan cruel y hermosa forma demoniaca, de ágiles movimientos; con sus brazos su cuerpo cargaba, mientras que con los miembros traseros cobraba impulso para seguirle, al tiempo que éste retrocedía. Su espalda entonces fue arqueada.
Ira, gallardía y la arrogancia resplandecán en el fuego de su mirar, que le seguía con especial atención, tal y como un felino asechaba a su presa. Y sin embargo cuando a punto estuvo, luego de cobrar impulso para lanzarse sobre el mercenario. Dark había tomado previa distancia de la criatura, con temor, hacia atrás se arrastró, llegando a poco de rozar las paredes del prolongado callejón, y una pierna extendió. Dirigida a la mandíbula del demonio, quien instintivamente rehusó, dándole vitales segundos para en recuperar a su preciada Ëire, situada un poco más a su derecha.
Y a pesar de sus penurias, hacía intentos por reincorporarse, luego de aquel golpe. Con la diestra empuñaba su espada, mientras que con la zurda realizaba esfuerzos por apoyarse contra el muro del callejón que a su espalda se situaba, y no fue más que el punzante dolor en su articulación a causa del impacto, cuando trató en ella recargarse y que por su causa vaciló, lanzó un bufido gutural.
Pues grandes eran sus dolencias, no más que su intensificada cólera; y brotó de la sangre de las heridas de su magullado rostro y resbalaba por su cuello, humedeciéndole la barba y empapaba sus largos y sucios cabellos.
A pesar del impacto en la mandíbula del demonio, eso no había podido apaciguar el ardor de su violencia, como tampoco de su enfado. Y más que molestia, crecía la furia y la exasperación de su ser.
Asmos, ante la condición de su contrincante, con ímpetu se abalanzó por segunda vez para embestirlo, con el tirar de su pierna derecha que con vehemencia reclamó. Y entonces Waler titubeó. Cayó sobre sus caderas; lanzó prolongados alaridos de dolor ante el filo de sus garras que sin piedad penetraron en los tejidos dérmicos y laceraban su carne al ser con fuerza jalado hacia ella; se había resistido; con desesperación ir en dirección contraria. Pero recuperó rápidamente el aliento y dejó de oponerse, pues entendió que luchar contra la fuerza de un demonio le sería del todo inútil, y muy estúpido de su parte. Sino que aquella misma fuerza que lo arrastraba, le sirvió de impulso para patearla de nuevo, seguido de una segunda patada con la pierna izquierda para alejarla, y de esa forma liberarse, al tiempo que intentaba reincorporarse; usando su propia espada como apoyo para moverse y levantarse, secundado por la zurda, buscando establecer la mayor distancia que le fuese posible de ella.
Y allí se hallaba él, de agitada respiración y miembros tambaleantes. Flaqueantes sus fuerzas, y a pesar de tan inmenso dolor, se esforzaba por correr, pues, aunque su carne había sido desgarrada y sus tendones heridos, sus articulaciones aún seguían intactas; una pierna arrastraba y la otra esforzaba su lastimero caminar.
Y siguió cojeando unos cuantos pasos más en dirección a las afueras del callejón,  su mano puso entre sus labios, emulando un peculiar y prolongado silbido, invocando no sólo el golpeteo constante de los casquillos, cuya cercanía se incrementaba, así como las voces e injurias de aquellos confundidos aldeanos que, junto con el trotar de su marcha se hacían cada vez más presentes, entre la espesura de la niebla invernal.
Emergiendo así de entre las sombras, en respuesta al llamado de su amo, éste consiguió subirse al aferrarse con su diestra del cuerno, mientras que con gran esfuerzo había posicionado una pierna en el estribo de la montura y como pudo al corcel subió.
Y en sus adentros se había maldecido, al igual que a la noche y los dioses mismos por haber dejado su arco y el carcaj sujetos a las cinchas. Y de poco le hubiesen servido, pues la visibilidad resultaba escasa y su letalidad disminuía ante las distancias más cortas.
Observó al demonio que ahora se había reincorporado, luego de recuperarse de aquellas constantes pero leves contusiones, así como cierta desorientación por tan fuertes alaridos de su enemigo, pues al tener esa forma sus reflejos aumentaban, al igual que la sensibilidad de sus sentidos, a pesar de las recientes lesiones en sus tímpanos. Siendo del todo consiente, no sólo del galope del caballo, sino de la muchedumbre que se aproximaba:
―¡Eh, preciosa! - hablaba el mercenario a modo de mofa, al llamar la atención de su presa. Contempló la imponente y bella criatura de esculpido rostro y rasgadas vestiduras, sus blancos cabellos resplandecían ante la luz de la luna, que señoreaba a las estrellas y gobernaba los cielos nocturnos.
Y nuevamente sus pupilas se enfrentaron entre el más sepulcral de los silencios. y aterradora y socarrona expresión dibujada en sus toscas facciones, similar a una sonrisa. Pudo ver como el mercenario se dedicaba a enfundar de nuevo su espada, pero después rebuscaba entre sus ropas:
―¡Creo que esto os pertenece! - Y se lo mostró; se trataba de un pequeño objeto metálico que reflejaba un leve brillo cuando era expuesto bajo los tenues reflejos de las escasas luces. Y Asmos en ese momento lo reconoció: Se trataba del emblema que el joven le había dejado antes de marcharse ¿Cómo pudo haberlo tomado? Fue en ese instante en que la demonia recordó cómo la había despojado de la parte superior de su vestimenta; dedujo que debía haber sido en esos momentos en los que él se lo pudo haber quitado. ― Pero, ¿qué tenemos aquí?- continuó. ―No me diréis que no os interesa el muchacho, ¿verdad? - inquirió, el cazador. Una leve, pero siniestra carcajada fue evocada de sus labios. ―¡Intentad cogerlo!
Ante la provocación una enfurecida criatura se levantó en vuelo contra el cazador, a su vez que éste había dado rápidamente media vuelta y apresuraba el galope en búsqueda de tiempo y mantener la mayor distancia que le fuese oportuna con ella.
Veloz entre el manto de tinieblas, presuroso, raudo por las calles sombrías y solitarias callejuelas. A veces apretaba el paso cuando temía que ella estuviese demasiado cerca o se volteaba para verla. Ahora era ella quien lo perseguía a él. Sin embargo, aquella cacería pronto terminaría.
Poco le importaba la integridad de algunas viviendas que estuviesen cerca, causando leves daños a los techos de las chozas cuando sus alas pasaban cerca de ellas.
Y la persecución continuó hasta fuera del pueblo, dentro de los senderos del bosque.
Walter se escudaba bajo las copas de los árboles y la espesura de la noche, a la par que se arrinconaba detrás de los troncos como una protección hábil de la vista de su perseguidora que, con furia sobrevolaba para encontrarle. Y a pesar del camuflaje que el bosque le ofrecía, la mayoría de los árboles estaba secas a causa del invierno.
Había sacado ya su arco. Un mercenario jadeante y desesperado se preparaba con dificultad, a pesar del su inmenso dolor y sobre el caballo intentaba ponerse en posición para disparar cuando tuviera en mira a la presa, intentaba tensar la cuerda de su arco con la flecha, pues se hallaba herido. De rostro ensangrentado y con ojos lagrimeantes, procuraba mantener la mira en el demonio que sobrevolaba cerca suyo.
Muy a pesar de su suplicio y el parpadeo ante el contacto de la sangre con sus escleróticas, la lesión en la muñeca se había extendido por todo el antebrazo. Y en ese momento su flecha lanzó en dirección al de ella, esperando que cayese herida o muerta. Pero el impacto fue en una de las extremidades inferiores de la arpía. Había fallado... Y en sus adentros maldijo a los vientos, la maldijo a ella, al dolor que en ese momento sentía y así mismo por el tremendo error.
Asmos, al sentir cómo el filo de la cuchilla había traspasado la carne e impactado contra su hueso, notó que el aleteo menguó. No obstante, recuperó altura al instante.
―Oh, conque allí estáis ...- pronunció la demonia para sus adentros. Una sonrisa le adornó las afiladas facciones, al tiempo que desde los cielos visualizaba el origen de la trayectoria del disparo. Ahora conocía la ubicación de su enemigo, sólo tenía que acercarse aún más en un cambio de estrategia. Y se elevó y su dirección pareció cambiar ante la amenaza de un nuevo ataque; de esta forma pudo evadir la segunda y la tercera flecha, mas entre la nieve y por encima de las copas de los pinos yacía oculta.
Y así como los cuervos que con oscuro presentimiento sólo aguardan el letargo de los moribundos, en círculos volaba al acecho de su caza, y nuevamente se elevaba y la dirección cambiaba.
Mientras que en tierra Dark enfervecía en la furia y frustración que sin mesura alguna proclamaba en sus adentros, por un segundo se vio a sí mismo en otras circunstancias donde hubiese podido acabar con esto rápidamente, pero no era el caso. Se quejaba del dolor y le temblaban sus miembros, un tanto por las heridas y otro por el frío del invierno.
Y no fue sino entre sus constantes parpadeos, así como aquella ligera pausa que hizo para frotarse el párpado izquierdo que de su vista le perdió, luego de haber disparado la segunda flecha.
Levantó la mira y le buscó entre las tinieblas, mas no pudo hallarle, pues la blancura de la nieve le resultaba confusa entre aquéllos frondosos parajes.
Con fuerza apretó sus dientes, no más que el coraje en sus refunfuños. Y creyendo por aquellos instantes que el demonio había escapado, nuevamente injurió;
―¡Más os vale haberos largado de aquí, demonio. Porque si mis manos llegasen a tocaros, ¡no tendrán clemencia de vos! – dijo, apunto de bajar su arco y aflojar la flecha que lo tensaba, cuando de pronto sus oídos se agudizaron ante el crujir de las ramas y el resonar del aleteo que se perdía en el susurro de los vientos y el canto de la noche. Se sobresaltaba y súbitamente se volteaba ante las bruscas y misteriosas risas que entre las sombras se mofaban. Y cuando un tallo delgado, que cayó de lo alto cerca de su cabeza, su camino detuvo antes de que él pudiese avanzar, comprendió. Elevó la mirada y con su arco apuntó, mas nada pudo encontrar… Ella habló;
―¡A vuestra espalda! - indicó la dama, que consiguió llamar la atención del mercenario que no tuvo el tiempo para hacer más que eso.
Walter sólo pudo vislumbrar una masa blanca que se lanzaba desde arriba contra él, así como del azote de sus plumas y el fuerte impacto que lo empujó y le hizo perder el equilibrio, pues lo había tirado del caballo, y éste espantado relinchó y emprendió desesperado galope para alejarse de las garras de aquella criatura. Y, sin embargo, fueron los tirones en las vestiduras, su abrigo rasgaron y sobre la cota se aferraron, apretándole el brazo izquierdo y hombro derecho, evitaron que el jinete tocase el suelo.
―Oh, qué tierno que os molestéis tanto en buscarme. Creedme que ahora de vos no me apartaré... - se burlaba Asmos, al tiempo en que con sus alas emprendían nuevamente el vuelo y recobraba altura, mientras que, con las piernas, que más que piernas, sólo hasta la mitad del muslo eran de humano, pues eran patas, y más que pies o dedos, estos habían tomado la forma de las pezuñas de una ave, destacaban aquellas largas extremidades y afiladas garras, propias de su raza. ― Fuisteis una interesante distracción. Algo impresionante para un humano...- prosiguió.
Y por más que el cazador forcejase o intentase liberarse de su agarre, Asmos lo elevaba por los aires, moviéndolo de un lado a otro. De vez en cuando bajaba la altura para que éste chocase con las ramas de los árboles, en afán de causarle más daño, aunque no por mucho tiempo. Debido al tan insoportable que se había tornado la herida en su pierna derecha, el malestar y la incomodidad eran notorios. No sólo por los quejidos o sus bufidos, sino en el afloje de sus prenzas, pues una apretaba más que la otra,  oportunidad que Dark buscaba para soltarse:
― Pero nada en este mundo es eterno, cazador...- comentaba la dama ―Y es hora de que acabemos con esto -y súbitamente le soltó.
Fue arrojado de los aires hacia su perdición, golpeado nuevamente por las ramas que entre las copas se alzaban, de espaldas contra los suelos, y a pesar de que la nieve le ayudó a su caída, de la misma forma en que el enramado influyó en la disminución de la fuerza y velocidad ante semejante altura, esto no redujo el daño ocasionado.
―¿Pryth yor gëios zeilk loh-aqüel? - vociferó ― ¡Ynn thëof forqüem qüim yor! - continuó injuriando ante los vientos, en la lengua profana.
En decadente estado y vacilantes fuerzas, y aún mareado hacía esfuerzos por pararse.
―Veo cuánto deseáis morir...- habló la demonia, observando al cazador tendido en el suelo. Típico de los humanos, resisten tan poco. Y, sin embargo, para su sorpresa, miraba como, y muy a pesar de su dolor, se reincorporaba y haciendo un ofensivo gesto con la mano se atrevía a desafiarla una vez más a venir por él. ―¿Aún podéis moveros? ¡Estoy impresionada! - y como flecha, desde lo alto se lanzó sobre su enemigo, que en tierra le aguardaba, preparado para recibirla. Cauteloso retrocedió tan sólo un paso, y con su diestra desenfundó su fiel navaja y hacia arriba súbitamente el filo levantó, cortando así en diagonal de derecha a izquierda y ocasionando una fisura en el ala de su presa, que, a causa de su velocidad no tuvo mucho tiempo de reacción ante la estrategia de Dark, el cual de la misma forma se dispuso a bajar la mano y clavar su arma en el hombro de la bestia, para lastimar e inutilizar la articulación.
La mujer dio un prolongado alarido de dolor, así como el instintivo sobresalto, que dio tiempo a Walter para aturdirla de un rodillazo con la izquierda y dar así una segunda puñalada en el área del trapecio, cercana a la columna, derribarla y quitársela de encima.
Una vez echa a un lado y azotada contra la nieve, ella desde el suelo le pateó y con la cadera giró a modo de media luna para establecer distancia, consciente del arma que portaba su enemigo, al tiempo en que tiraba más patadas para evitar que éste se acercase, pero no fue así, pues el cazador con furia se abalanzó; con cautela retrocedía, previniendo ser golpeado o herido por las afiladas garras. Se hizo a la derecha, para atrapar su extremidad derecha, que había sido herida por una flecha y la cual no había podido remover; le fue más sencillo para neutralizarla, a su vez que con su arma lastimó, y con sus menguantes fuerzas desvió; en seguida la alzó buscando pasar debajo de ella, quedando así en el medio de ambas piernas. Situación que la criatura no dudó en desaprovechar; giró con ligereza su cadera hacia la derecha, al tiempo que sus rodillas flexionaba, y con súbita violencia sus piernas cerró con la intención de aprisionar a su oponente entre ellas, mientras que con sus manos forcejeaba con él, tratando de asegurarlo y obligarlo a soltar el arma.
El mercenario hacía intentos desesperados con ambos codos y la cabeza que por un instante había bajado, juntando su barbilla con su pecho con el fin de evitar que el demonio pudiese estrangularlo con el pasar de su pierna izquierda por encima suyo.
Y no fue más que el rasgar de su carne y el crujir de los huesos al ser perforados por la punta del fino mental, en medio de tan salvaje forcejeo que él hacía por librarse de la ejecución de la palanca. Por causa de una estocada en la cadera, cerca de sus ovarios, con la finalidad de debilitar su agarre, y entre tan bruscos movimientos la navaja retorció, evocando consigo desgarradores alaridos que con saña arrancó desde lo más profundo se su ser, para luego sentir cómo el cuchillo era retirado, sólo para darle una estocada al muslo derecho, en el medio entre el sartorio y el recto, forzándola de nuevo a mantenerlas abiertas. Una iracunda y desesperada mujer hacía vanos esfuerzos por inclinarse; extendía su diestra y con la zurda intentaba cogerle de los brazos, pasando por sus mangas, que fueron rasgadas, más, debido a su armadura éstas no pudieron penetrar, y con desesperación de sus oscuros cabellos había tirado. Y ante aquella ferviente amenaza que sobre él se avecinaba Walter alzó el filo de su arma, fisurando así parte de los bíceps y tendones del brazo izquierdo, también parte de su ala, luego volver a dejarlo caer sobre la diestra de la fiera que continuaba forcejeando entre prolongados quejidos y penosos bramidos.
Al mismo tiempo levanto las faldas de ella y con furia rasgó lo que quedaba del vestido, que, a causa de aquella lucha y acertados cortes, del largo fueron alzadas y estropeadas, dejando expuesta la parte inferior de su cuerpo.
A pesar de su abominable naturaleza tenía un cuerpo hermoso y fuerte; complexión media y estrecha cintura, poderosos hombros y espalda, aunque un poco anchos, eso no afectaba las curvas que le proporcionaban su constitución femenina.
Tenía escamas por los brazos, sobre su firme pecho y parte del abdomen, hasta los lados de la pelvis, atrevidas se deslizaban por los muslos, cubiertas por las plumas que empezaban a crecer bajo los hombros y aumentaban por poco; tenía más de ellas en la espalda, además de las de sus alas.
―Mucho mejor...- afirmó, reacomodando sus toscas facciones en una aterradora sonrisa, una mueca torcida develaba el triunfo de su desprecio.
Y con detenimiento observó la serie de escamas blancas, similares a las perlas de mar, ocultas en su cabeza por sus larga melena y cuero cabelludo, y estaba seguro de que continuarían por su espalda y hacia el coxis.
Se negaba a apartar la mirada de su víctima. Era gruesa y estremecedora su risa y había una cierta irritación de su garganta;
―¡Os juro que desearéis estar muerta, y no os daré ese honor!. - decretó.
Y allí se hallaba él ahora; saboreaba el néctar de su venganza. Se daba prisa por aflojarse la camisa y soltarse los nudos del sucio y desgastado cuero de sus vestiduras, para dejar expuesto su miembro.
―Primero, vos y yo nos vamos a divertir... - pronunció ante ella en susurro.
Furia y frustración expresaba aquella violenta lujuria. Se recargó sobre ella y cara a cara, a su vez que dio una última puñalada sobre su hombro izquierdo.
Asco y repulsión dibujaban las facciones de la mujer, cuyos clamores se incrementaban, pues por un momento el peso del cazador fue recargado sobre su hombro lastimado, junto con unleve mordisqueo a su oreja y la cálida sensación que le provocaba su lengua cuando ésta resbalaba ansiosa por su piel, que por esos instantes se le hizo similar a un perro degustando el alimento que sus amos le entregaban; ese efecto le provocaba la humillación a su enemiga; el mayor de los festines para el cazador. Bruscas y torcidas sensaciones mezcladas con el forcejeo y los gemidos que le provocaba el miembro del hechicero al rozar sobre la parte más sensible de su intimidad. A pesar de tan terrible estado, alzó ligeramente su cadera y con disimulo ladeó su cabeza, casi como si le ofreciera el cuello. Había preferido morderse la lengua al darse cuenta cómo su propio cuerpo la traicionaba en medio del inmenso dolor que le provocaba y a pesar de ello, no la incapacitaba del todo.
―¿Conque os place esta situación, verdad perra? - inquirió, muerto de la risa, pues tenía una imaginación tan grande como retorcida para la crueldad, buscando siempre la manera de hacer más humillante el suplicio. Se estaba burlando de ella. Y para este punto él ya había separado su rostro del suyo, silenciando sus labios con un golpe a la cara, y entonces la tomó;
―Ya es hora de que os empalen, malnacida escoria del averno...- y no hubo más que bufidos de dolor por parte del guerrero, a causa de tan repentina y precipitada acción. ―Y yo seré vuestra estaca, vuestra lanza ... - hizo una pausa. Y tan rápido como pronunció aquellas palabras, el silencio reinó sobre todo el lugar, interrumpido por cierto quejido emitido por Dark, por el intenso escozor que al comienzo le provocó estar en su interior.―La navaja y los clavos de vuestra tumba ...- sin embargo, continuaba. Los quejidos del demonio sólo le permitieron esbozar una leve y aterradora sonrisa. ― Pero antes... Voy a disfrutaros.
Asmos en ese instante daba contorsiones violentas, desesperadas cuando el miembro del cazador le penetró y sin piedad. Leves quejidos escaparon de sus labios a causa del inmenso dolor producido por el desgarre que le había provocado, y repentinamente sellados con un beso violento que le fue arrebatado al tirar sus cabellos; éste le fue devuelto con el mismo odio y salvajismo, así como el brotar de la sangre que en esos instantes resbalaba de sus labios, que era intercambiada, compartida, para después y de manera imprevista, y traicionando ambas voluntades, la angustia era intercambiada por una reconfortante sensación que se extendía desde la parte baja de su vientre y empezaba a cubrirla. Al sentir las frías y callosas manos de su enemigo tocando su suave pero escamosa piel, pudo percibir como ésta se empezaba a deslizar, cómo si danzara hacia el seno derecho. Al llegar hasta ahí, sintió cómo apretaba con gran fuerza su pecho, creciendo tanto en firmeza como en cólera. El intercambio que hacían era cada vez más fuerte y cruel, pues ella lo mordía con fuerza y él la estrujaba con fiereza.
―¡Mirad qué tan bajo habéis caído! ¡Estáis a mi merced!! ¡Apostaría mil minas de oro y las montañas sobre ellas a que jamás, en vuestra mugrosa y pútrida existencia, habíais estado sometida por un verdadero hombre! - y así como la había besado, así mismo a un lado la apartó. Al tiempo en que, por un momento ambos rostros eran separados con el erguir de su espalda; posando sus manos sobre sus caderas.
―¿Es enserio? ¿Eso es todo lo que tenéis? ¡He visto moribundos con más energía que vos, hasta un eunuco lo haría mejor! - mofaba la arpía, quen a pesar de su situación yacía desafiante, orgullosa y socarrona. Escupió al rostro de su enemigo, cuyas palabras le habían hecho enfurecer aún más, le propinó un golpe hacia la boca de la criatura. Y nuevamente levantó en alto el filo de su arma, que dejó caer sobre el ala derecha de su presa, y retirado de inmediato y clavando sobre uno de los senos de su víctima, lo suficientes para causarle gran dolor, mas no para terminar con su existencia. Tiró entonces del mango de su cuchillo, desgarrándole por la mitad los tejidos mamarios. Brotaron lágrimas de sus ojos violeta, entre los desgarradores gritos que resonaron en la calma de la noche y la crudeza del invierno;
―¿Qué pasa, perra inmunda? - inquirió. ―¿No estabais deseosa de una verga, acaso? ¿O es que no es suficiente, para saciar vuestra hambre de puta? - vociferaba, exasperado, la demencia resplandecía en su mirar. ― ¡Oh, lo olvidaba...! ¡Soy un marica! - de este modo un segundo de silencio para recobrar el aliento .―Así que decidme, basura... ¿Qué se siente, que alguien como yo esté disfrutando los placeres... de vuestra carne? Sabéis que os gusta – burlándose de ella, ahora que tenía la oportunidad. Le estaba cobrando cada una de sus fechorías. No había olvidado eventos pasados, tampoco lo que ella le había ocasionado, y se las seguiría restregando mientras pudiese.
El cazador exploraba tales llanuras, vastas y tenebrosas, adentrándose en terrenos poco conocidos, el desnudo y moribundo cuerpo de Asmos que sin piedad se estaba follando. A su vez que forcejeaban y dejaba caer el filo del cuchillo, ya fuese sobre sus alas, cadera o alguno de sus costados. Y ni el más frío de los inviernos hubiese podido ser comparado con el calor que Walter sentía en ese momento, pues era tal que casi pudo equivalerse con el verano, cuya temperatura se incrementaba gradualmente, bastante cálido. Pero a pesar de ser inverno ellos compartían ese calor entre la espesura del bosque, tiñendo de rojo la nieve.
Asmos jadeaba con cierta dificultad, por tener sangre en su boca, así como por las laceraciones provocadas en los repetidos impactos del cazador en tan terrible y vejante acto al que era sometida. Y, no obstante, al observar con detenimiento a su agresor, pudo notar algo: Empezaban a coagular las heridas que le había provocado cuando ella lanzó sus garras sobre el, tal como algunas de las suyas, que, aunque no fuesen instantáneas, la sangre que debería seguir brotando empezaba a detenerse, cobrando el aspecto de graves desgarres de una pelea que pudo haber recibido hacía tan sólo un par de días, no hace menos de dos horas.
Sobre todo, en el área de su espalda, torso, manos, piernas, hombros, todo su cuerpo, aunque lleno de heridas pronto empezarían a sanar. Y al tenerlo tan cerca, le era posible analizar con mayor detenimiento otra cosa que tal vez había sospechado con anterioridad, pero que no tuvo la oportunidad de confirmar, y esa era su presencia; una presencia que la arpía conocía muy bien y la había identificado desde el primer momento en que le vio, pero no pudo confirmarlo hasta ahora que le tenía tan cerca por tan prolongado tiempo... Se trataba de energía demoniaca, similar a la suya y la de otros demonios. Era más que simple magia negra. Y aunque efímera, igual de familiar, la conocía muy, muy bien... demasiado... Similar en todo aspecto a la suya, era el aura que sólo podía emanar un tipo de presencia... Al sentir cómo ella fue penetrada con tal salvajismo, sus sospechas fueron corroboradas.
―¡Maldito! - le habló, entre profundos jadeos y con voz entrecortada, a causa de la irritación de su garganta ―¡No sois humano! - afirmó, y fue entonces cuando le vio, al posar especial atención en la oscura presencia, visión borrosa y nítida, incluso para los agudos sentidos de alguien como ella; una extraña criatura formada del humo y las sombras del anochecer que su aura desprendía, y no supo si aquello que veía se trataba de una alucinación provocada por la pérdida de sangre y su deplorable estado. Una lágrima que entonces resbaló por sus violáceas pupilas―¿Qué clase de criatura sois? - inquirió. A lo que el cazador simplemente río. Le había causado cierta gracia escuchar sus quejas que no pudo evitar soltar tremenda carcajada:
―¡Revelaos vuestra verdadera forma, demonio! - ordenó la dama ―¡Decidme quién realmente sois!
―Me dicen Dark... - le respondió ―¿No os parece descortés preguntar por el nombre de alguien sin siquiera haber dicho el vuestro? - continuo.
―Asmos...- contestó sin mucho entusiasmo. De hecho, estaba demasiado adolorida y hastiada de todo esto como para negarse a darle su nombre. Le había perseguido por casi cinco malditas semanas y ahora a ese sujeto le faltaba poco para acabar dentro de ella, ¿Qué más daba conocerse los nombres?
A pesar del dolor que le provocaban las laceraciones, incrustaciones de metales y otras heridas provocadas a su cuerpo, tenía que seguir resistiendo. Necesitaba la oportunidad para quitárselo de encima.
Fue así como había estado aprovechando entre aquellos turbios momentos, y no del todo disimulaba malestar y las bruscas contracciones por tan carnales actos, el demonio se hizo ligeramente hacia atrás, y moviéndose hacia su derecha, con la finalidad de desequilibrarlo para poder sacárselo de encima de una vez por todas, alzó la cadera para lanzarlo y con sus movimientos empujarlo a un lado de ella, valiéndose de que se encontraba casi por acabar y un tanto... distraído.
De esa manera ella tendía sobre su presa para asesinarle, consiguiendo entre aquella lucha inutilizar su diestra y obligarlo a soltar el arma. Y sin embargo fue neutralizada por Dark. Puesto que, sus heridas y la pérdida de sangre la habían debilitado y le llegó a ser un tanto más sencillo enfrentarla, dando girones por la nieve, entre agresivos golpes y rudos forcejeos. Ella trataba de arrebatarle el emblema, medalla que él se había colgado al cuello. Bajaron así por una pequeña cuesta y poco les faltó para que ambos se hubiesen ido por el barranco.
Quedó el cazador otra vez sobre ella. Y en ese instante  ambas miradas se cruzaron y macabras sonrisas intercambiaron. En parte tenían algo en común: ninguno se mostraba tan fácil de morir. La vesania resplandeció en su mirar por un momento, mas fue el retumbar de tan fúrico bramido lo que por un instante irrumpió el incómodo silencio.
Asmos le dió tremendo zarpazo, posicionando un dedo en la llaga al rasgar por segunda ocasión las heridas del rostro de su enemigo, y esta vez el filo de sus garras le dió en el ojo, aumentando su dolor.
Hastiados, fatigados y molestos, pero con la ferviente necesidad de terminar con esto, ella arremetió contra él con un rodillazo en su entrepierna, un tanto para facilitarle la tarea de hacer a un lado y empujarlo al fin por el barranco, otro por cierto placer que le proporcionaba al demonio ese pequeño escarmiento. Y entre gritos y alaridos de dolor, usando lo último que quedaba de sus fuerzas le golpeó, lanzándolo por los abismos.
―Adiós, Dark.... - dijo ella, al tiempo en que adolorida sobre la nieve se tendía, con ansia por recuperar el aliento, sin haberse preocupado siquiera en girar a ver si él realmente había conocido su perdición o no. No era importante. Con cansancio sobre sus hombros a rastras se alejó...

Sangre y Acero; furia, corazón y pasión (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora