Flores sobre mi tumba

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Estoy muerto. Fue un momento de debilidad, lo reconozco. Llevaba tiempo planeando algo así, como hacemos todos, imagino, en algún momento de nuestra vida en que parece que nos va a estallar la cabeza o el corazón o el alma si es que tenemos una. Bueno, bien pensado, debemos tenerla si puedo contar esta historia.

Pero pasemos de largo los días oscuros, por favor. Me traen un mal recuerdo, y al final la historia que quiero contar no es la mía. Es la de ellos, los que quedaron cuando me fui. Los cuatro están de pie en el cementerio, diez años más tarde. Si supieran lo bien que estoy, siendo parte del éter, probablemente no me recordarían con esas caras de funeral, pero qué le voy a hacer, no tengo manera de explicarles.

Todo lo que puedo hacer es soplar un aire frío a su alrededor, mover ligeramente objetos pequeños y producir interferencias tenues en los aparatos electrónicos. ¿Y para qué? Aparte de ponerles los pelos de punta, volcarles la cerveza o hacer que se pierdan el gol definitivo del Madrid, de poco más sirve. Ya me he acostumbrado, pero al principio qué rabia me daba.

Sobre todo cuando empezaron a distanciarse. Mi muerte dejó un vacío entre ellos que ni en el mejor de mis sueños me habría imaginado. Yo solía ser el tipo calladito que se queda aparte, se ríe de las bromas ajenas y da las gracias cuando se acuerdan de llamarle para quedar. Y resultó que era tan importante.

Los cuatro están ahí, poniéndome flores sobre la tumba. Bueno, en mi nicho, tumbas ya no hacen. Todavía no han cruzado ni media palabra los muy idiotas. La primera es Nieves. Ella siempre fue mi favorita, ahora que no me oyen. Cuando era más joven solía cubrirse la carita de niña buena con unas gafas inmensas, estudiaba muchísimo y era casi tan tímida como yo. Si no fuese gay, creo que me habría enamorado. ¿Pero cómo no? ¿No veis cómo acaricia las letras de mi nombre con sus manitas pequeñas? Incluso ahora es adorable. Cuanto me habría gustado ser ella.

A su lado está Gaby, que se agacha para acariciarle la espalda. Ella se gira para llorar en su hombro, y se abrazan. Gaby era el chico que me gustaba. Ojos verdes, piel morena, deportista... Ahora tiene una divertida papada, unos centímetros por encima de su prominente barriga. ¡Qué mal envejecen algunos! ...y qué guapo sigue siendo, incluso con esos kilos de más. Pero no la suelta, aunque ella ya ha dejado de llorar. Ese fue siempre su peor defecto: demasiado mujeriego. Apuesto a que luego va a intentar algo.

Y junto a ellos, esos dos. Aunque Gaby y Nieves lloraron mi muerte, no son los que más me preocupan. No fue a quien le hice más daño. Ni siquiera mi familia, esa panda de religiosos homófobos, sufrió tanto como ellos. No, para mí que si me quedé atrapado en este mundo es por lo que pasó entre los otros dos.

Iria, pelo rizado, pecas en la cara. Lleva una camisa ajustada negra, y por mucho que intenta esconderla a base de apretar dientes, tiene una lagrimita asomando en los ojos. Ja, sigue igual de orgullosa. Ella fue la que me encontró, y creo que aún sueña con ese momento. En aquellos días era mi compañera de piso, y en retrospectiva creo que debí de haber planeado mejor la escena que se iba a encontrar esa pobre criatura al volver a casa. No, definitivamente no pensé mucho en los demás.

Y a su lado, con la mano indecisa en el aire, que si la consuela, que si no, todavía no se ha decidido, Bruno. Bruno era mi mejor amigo, la persona que más me ayudó, y que estuvo a mi lado en los momentos difíciles. Es de esas personas nobles, que a primera vista parecen rudos y en busca de pelea, pero que en realidad no soportan una injusticia. Sólo le cuesta expresar sus sentimientos, como por ejemplo el hecho de que está enamorado de Iria. Desde hace dieciséis años.

No, ni siquiera me lo ha contado a mí, pero esas cosas se notan. O yo las noto, porque Iria es igual de corta que él. Orgullosa ella, cabezudo él, en algún momento después de mi muerte ella le necesitó mucho y él no estaba. Ella incapaz de pedir ayuda, y él esperando que se la pidiese, porque en el fondo es un cortado. Vaya par de idiotas.

"Pues voy a ir a hacer un máster a América" dijo ella para picarle, y ver qué significaba. "Me parece muy bien" contestó él para animarla, secretamente dolido. Y ahí los tienes diez años y multitud de relaciones fallidas más tarde.

-Es que todavía no lo entiendo... -empieza ella, con un nudo en la voz, y un par de lágrimas cayendo al fin, mientras pone sus florecitas junto a mi lápida.

-Ni yo. Anda que me iba a matar. Antes me los cargo a todos -contesta Bruno, garrulo como siempre.

Y ella sonríe un poco.

Sois tal para cual, malditos. Daos cuenta ya. Pero no me oyen, nunca me oyen. El silencio vuelve a caer sobre ellos. El momento termina, y los cuatro caminan hacia el aparcamiento, envueltos de nuevo en ese silencio.

Gaby le propone a Nieves acercarla con su coche (¿no dije que intentaría algo? vaya truhán está hecho). Ella acepta con una sonrisa tímida, y una miradita de reojo: quiere dejar solos a los a los otros dos. Esa es mi chica, cómo te quiero. Si ese guaperas te hace algo raro le atormentaré en sueños toda la vida.

Y al fin solos. Llevo diez años esperando una situación tan propicia. No quiero perderme esto por nada del mundo. Sin embargo, parece que no se deciden. Qué nervioso me están poniendo. Por un momento Bruno va a hablar, pero no le sale. Ella espera que él lo haga. Otro intento, incluso una tercera vez. Pero mi amigo es un cagado que flipas.

-Bueno... ¿vas a volver a América?

-Eso creo... pienso muchas veces en quedarme, pero necesitaría una oportunidad aquí. -¡¿Lo quieres más claro, idiota?!

-Ya... la cosa está difícil.

Si tuviera cabellos, me los mesaría.

-Bueno... -Beso en la mejilla-. Que vaya muy bien. Cuídate.

Ella está tan enfadada que ni siquiera le contesta. Arranca a andar hacia su coche. Él la observa unos segundos con cara de perdedor, y se gira.

-...¡Ay! -grita Bruno, cuando la piedrita que le he lanzado le da en la nuca. Se gira y la ve a ella sorprendida-. ¡¿Cómo te atreves?! ¡Serás...!

Camina hasta Iria y discuten, medio en broma. Cosas como "si no querías que me fuese..." y "¡eres tú el que ha vuelto cuando ya se iba!" son en clave de risa la confesión de sus profundos anhelos. Él le empieza a hacer cosquillas, ríen juntos, termina en un beso. Una vez han empezado, no son capaces de parar.

Les dirijo un fantasmal aplauso y desaparezco.




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N/A: ¡Buenas! Esta es mi primera historia en Wattpad. Todavía no sé cómo funcionan las cosas por aquí, pero con vuestra ayuda espero descubrirlo pronto. Muchas gracias por leer, de verdad. Si me dejáis algún mensajito me haréis muy feliz. Nos vemos prontito :)

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