A la mañana siguiente recogimos algunas cosas del salón y la cocina que se habían quedado sin retirar la noche anterior. Acomodamos a la abuela en la habitación de abajo. Fue doloroso sentir la ausencia de mi abuelo, el silencio, los recuerdos que impregnaban todas las estancias, todos los rincones de aquella casa. La tristeza volvió a sacudirme de nuevo y las lágrimas brotaban de mis ojos sin poder evitarlo.
Tras comer hicimos algo de sobremesa, la conversación no era muy fluida, ya que el cansancio de los últimos días estaba presente debido al ajetreo de las visitas al hospital, a ultimar detalles con el tanatorio, ...y un largo sinfín de tareas que conlleva el gran negocio de la muerte.
Mientras removía con la cucharilla mi café con cierta desgana sonó la notificación de un mensaje de WhatsApp en mi móvil. Pero hice caso omiso.
- ¿Quién es? - dijo Sofía apresurada.
- ¿Qué más te da? Alguien que querrá darme el pésame.
- Y ¿no lo vas a leer? - insistió.
- ¿Qué te pasa Sofía? ¿Por qué muestras tanto interés?
Sofía se quedó callada, sabía que estaba a punto de cruzar una delgada línea roja. Sofía es ocho años menor que yo, pero a veces parece una quinceañera. Bastó una mirada para que supiera que estaba colmando mi paciencia.
Había decidido no mirarlo durante un rato para poder desconectar del bombardeo constante de mails y mensajes del trabajo. Tal vez fue la insistencia que mostraba Sofía, pero finalmente me vi arrojada a mirar mi teléfono móvil.
Era un mensaje de Martina, mi mejor amiga.
- ¿cómo estás churri? ¿quieres que te pase a buscar y cenamos juntas? Si te aptc llamo a las niñas y nos vemos un ratín que tenemos ganas de achucharte y mimarte un ratito.
Dime algo anda.
Besis
- Es de Martina. - afirmé-.
Sofi asintió con la cabeza como si ya no le importara.
Pensé que verme con Martina sería de gran ayuda. Siempre estaba a mi lado, desde que la conocí en el instituto. Era ingeniosa y estaba provista de una mente ágil y una lengua punzante. Las otras patas del banco eran Carla y Olivia. Todas nos conocimos en el instituto. Carla era dulce y cálida, un tanto dispersa a veces, pero ante todo bondadosa y con un corazón enorme. Olivia era avispada, observadora y distante con los extraños, pero a pesar de parecer fría tenía un corazón ardiente que solo dejaba ver a quien ella elegía. Era mi mano derecha en la empresa, la segunda de abordo y tenía mi total confianza. Tenía ganas de verlas y sentirme arropada por ellas, así que llamé a Martina para que pasara a buscarme.
Acabé de tomarme el café apresuradamente y de recoger los pocos platos que quedaban en la mesa.
- Mamá, me voy a ir, para despejarme un poco, ¿te parece? - le pregunté cariñosamente a mi madre.
- Claro mi vida, solo faltaría, ya has hecho mucho. Descansa y ríete un rato con las tres locas de tus amigas, que falta te hace. Vas siempre tan estresada que se te pasa la vida y no estás disfrutando de ella todo lo que te mereces. ¡Anda tira! - y me dio un beso en la mejilla y un cachete en las nalgas como cuando era una cría.
Le di un beso a Sofi, froté su cabeza con mis manos mientras ella protestaba por haber deshecho su perfecta melena lisa, y me despedí de ella. Mi abuela había caído rendida en la butaca del salón, no quise molestarla así que le di un beso en la frente y salí de la estancia. Cogí mis cosas y me dispuse a salir de la casa cuando apareció mi padre y mi hermano que venían de comprar algunas cosas para la abuela.
- ¿Ya te vas Candela? - me preguntó mi padre mientras me daba un beso.
- Sí papá, voy a despejarme un poco. Te quiero. - Contesté.
- ¿Vienes a casa a cenar Cande? - preguntó mi hermano.
- No Alex, cenaré fuera y me iré a dormir a mi piso, tengo mucho trabajo por hacer que ya no puedo demorar más. - contesté recordando que había una montaña de cosas por realizar.
Me despedí de ellos y caminé hasta la esquina donde me esperaba Martina.
- ¡Hola niña! ¿cómo estás? - me dijo mientras nos fundíamos en un abrazo. - Ayer cuando salí de casa de tu abuela tenías mala cara Cande, estabas agotada, han sido días durillos para ti. Pero, hay que empezar a animarse, así que ¡venga! Vamos a casa de Carla que se tiene que cambiar todavía, dice que no le da la vida con el peque y que no puede correr más. Vamos, y cuando se cambie y ya esté lista recogemos a Olivia que está esperando nuestra llamada para bajar. - comentó mientras encendía el motor del coche y se ponía en circulación.
Yo asentí con la cabeza.
Fue un soplo de aire fresco, ver a Martina siempre me hacía bien, era como un chute de energía. Durante el camino estuvimos hablando de los días anteriores, de la dureza de la vida y de cómo hay que tirar siempre hacia delante sin mirar atrás. Los consejos de Martina me hicieron pensar, no solo en mi abuelo, sino en mi vida, en todo lo que había luchado para llegar hasta donde había llegado, a ser una joven emprendedora con una empresa en auge que contaba con una importante cartera de clientes. Pensé en todo el tiempo invertido, en todas las noches sin dormir, en todos los nervios y el estrés que había pasado en los últimos quince años de mi vida. Y de repente, sin saber por qué, a través de mis pensamientos regresé a Agua Amarga y a sus cálidas playas, a sus casitas blancas, a su gente humilde y sencilla. Recorrí mi infancia pisando de nuevo las huellas que el recuerdo había dejado en mí. Evoqué las risas y la felicidad absoluta de una infancia y una juventud que añoraba y que nunca más iba a volver.
Llegamos a casa de Carla y nos abrió la puerta espitosamente, iba en zapatillas de estar por casa, con un vestido negro de florecillas blancas, el cabello a medio arreglar y maquillada de forma sencilla.
- Dadme cinco minutos, solo cinco, y estoy enseguida. - dijo intentando ser convincente.
- Te pillo una birra Carla! - Dijo Martina gritando para que Carla la escuchara. - Esto va para largo Cande, ¿quieres una? - dijo dirigiéndose a mí.
- No merci, mejor beberé agua - Contesté.
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Agua Amarga
RomanceCandela, víctima de un mundo aparentemente perfecto que ella misma había creado, se encontrará en un peligroso cruce de caminos. El misterio envolverá cada decisión, como un velo que oculta los secretos más profundos. ¿Qué había ocurrido en el pas...