Prólogo.

40 8 1
                                    

El androide DK 4951, era un modelo algo particular.

Creado por capricho de un científico y pseudo mecánico algo demente, no reunía las características típicas de los androides modernos. Este era... "soñador". Se pasaba días enteros en las bibliotecas de la Corporación Estelar, leyendo y memorizado manuales, novelas de todo tipo e incluso material basura que llevaba décadas empolvado en los estantes. Además de su extraña obsesión programada -o en realidad resultado de un fallo del programador-, el androide DK poseía algo similar a una personalidad. Única, no como aquellos esquemas que la Corporación programaba en todos sus androides para que fueran serios y diligentes. El androide DK daba respuestas sarcásticas a preguntas estúpidas, lanzaba comentarios mordaces y planificaba con mucha inteligencia las campañas exploratorias de la Corporación. Es por ello que, en lugar de desmantelarlo a pesar de ser catalogado como un producto ilegal, la Corporación decidió incluirlo en sus tropas como androide de apoyo y planificador de las expediciones intergalácticas. Así, el androide DK 4951 pasó a llamarse Dokja -nombre dado por la capitana Han Soyooung en referencia a su obsesión por leer-, y se unió oficialmente a la tripulación.

Así, 5 años después de su ingreso a la Corporación, Dokja fue encargado con la misión más difícil e inédita de sus años androide; ser el guía y asistente del afamado Rey Supremo. Un héroe de la época previa a la conformación de la Corporación Estelar y los tratados de comercio y relaciones exteriores con otros planetas y galaxias. Un héroe que los altos mandos decidieron liberar del sueño criogénico para convertirlo en el nuevo Mayor de sus tropas de exploración en vista de sus sorprendentes capacidades físicas, de combate, comando y estrategia militar. Puesto que el afamado héroe llevaba alrededor de 200 años en la cápsula de criosueño (por razones que Dokja y el público general desconocía), era necesario asignarle a alguien que lo guiara dentro de esta nueva realidad. La tecnología había avanzado a pasos agigantados en solo 100 años, y los conocimientos rudimentarios que poseía el mayor debían ser complementados, y quién mejor que el androide que se dedicaba a coleccionar información como si de oxígeno se tratase, aunque Dokja dudaba que su programación respecto a las relaciones humanas fuera suficiente para llevar con éxito su tarea.

—Como sabes, el Mayor Yoo Jonghyuk ha estado en estado de criosueño por bastante tiempo. Si él fuera una persona normal esto no habría sido posible, pero gracias a sus increíbles capacidades físicas, en todo este tiempo no hemos visto ningún deterioro en su corteza cerebral, lo cual ciertamente es increíble— la científica del equipo encargado de monitorear al Mayor hablaba con entusiasmo mientras se dirigían a la cámara donde lentamente le estaban despertando.

Recorrieron los blancos e impolutos pasillos hasta llegar a una gruesa puerta con un sistema de reconocimiento biométrico de última generación que daba paso a una habitación de vigilancia repleta de pantallas que mostraban el estado del Mayor, al otro lado del grueso vidrio estaba una camilla con una persona tendida conectada a una docena de cables y vías intravenosas, junto a tres enfermeras que supervisaban los signos vitales del hombre. El monitor cardíaco resonaba fuerte y claro en la habitación.

La científica que lo había guiado se sentó junto a otras cinco personas frente a unos monitores. Giró la cabeza para indicarle a Dokja que se acercara: —En estos momentos las enfermeras están suministrando el suero que terminará de despertar al Mayor del sueño criogénico, en cualquier momento recuperará la conciencia— comentó con una pizca de expectación en sus ojos. Dokja vio con absoluta atención como un líquido gris viajaba lentamente por la vía intravenosa y desaparecía en un brazo expuesto que con su vista mejorada pudo ver que estaba cubierto de cicatrices, en apenas diez minutos, la bolsa con el suero misterioso ya estaba vacía. Unos instantes después, el agudo pitido del monitor cardíaco fue la única advertencia antes de que se sumiera el caos en la habitación.

En el lapso de un pestañeo, el hombre tendido en la camilla de pronto estaba de pie y empujando contra la pared a una de las enfermeras que gritaba aterrada debido a la mano que apretaba su cuello con fuerza sobrehumana, el hombre que acababa de despertar se mostró impasible mientras apretaba su agarre hasta que el delgado cuello de la mujer cedió con un crujido espantoso. Fue solo un momento en el que reinó el desconcierto, luego, el personal se sumió en un desorden de confusión y miedo. Las alarmas se activaron mientras que por las puertas de emergencia huían despavoridas las otras dos mujeres. En medio de la habitación, el hombre dejó caer el lánguido cuerpo de su víctima, y con una calma escalofriante comenzó a arrancarse todas las vías que sobresalían de sus brazos, con la sangre salpicando el impoluto piso. Dokja, quien no estaba seguro de tener instalados los receptores de miedo en su anticuado diseño, se quedó congelado en su sitio, sin poder apartar los ojos de aquella figura que en un pestañeo le había quitado la vida a un humano. Como sintiendo su mirada, el hombre giró la cabeza en su dirección, haciendo que sus ojos se encontraran. Dokja apreció que, a pesar del atractivo rostro que poseía, con rasgos afilados y cincelados, como aquellas esculturas que solía ver en sus antiguos libros de arte, algo iba realmente mal con sus ojos, los cuales brillaban casi de forma sobrenatural, nublados en algo que su cerebro androide no lograba identificar.

"Algo salió mal", concluyó. Un segundo después, por la puerta ingresaron una docena de androides de combate, sosteniendo armas que apuntaban directamente al Mayor recién despertado. Mientras se desarrollaba una feroz lucha frente a sus ojos, Dokja pensó: "¿Qué clase de misión he aceptado?"






En otro planetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora