Parte 1 Carta

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       Abre los ojos. ¿Ves aquella tenue luz que entra por el tragaluz? Es el sol, está amaneciendo y tú te lo estás perdiendo. Vamos, arriba. Asómate a la ventana y mira. El cielo esta tan bonito que parece ser Dios mismo pintando esos hermosos colores. ¿Te gusta? ¿No te hace sentir viva? Escucha esa suave melodía, ¿acaso es Vivaldi? Siempre te ha gustado su maravillosa música. ¿Puedes ver las gaviotas volar? Sus plumas se asemejan a tus esplendidos trajes de Ballet.

       Tus ojos están tan azules como el cielo, tu cabello tan alborotado, pareciera que acabas de salir de una fuerte ventisca. Afuera hace frío, pero aquí dentro esta cálido y el amanecer lo tiñe todo con sus preciosos colores. Es realmente temprano. La bahía esta calma. Todavía no hay niños jugando en la playa, no hay nadie, el pueblo duerme. Los violines siguen sonando y es reconfortante poder disfrutar de este mágico momento.

       ¿Recuerdas cuando eras pequeña? Solías correr descalza hasta mi cama y sacudirme para observar juntos este magnífico cuadro natural. Ahora soy yo el que debe despertarte. Me gusta mucho tenerte cerca, me hace feliz. Escucharte reír me llena el alma, oírte cantar es para mí volar. ¿Aún puedes recordar cuando volvía a casa, tarde por las noches, posaba mi oído en tu pecho? Solía decirte que ese pequeño corazoncito me contaba las cosas que habías hecho ese día, las travesuras que habías cometido, las alegrías que habías tenido. Pero en realidad oír ese constante y apresurado latido me daba fuerzas para continuar, ver tu tierna carita me hacía creer que no todo estaba perdido, que el sol volvería a salir para nosotros.

       Tu pasión por la música, tu amor por la danza y talento para la escritura y el canto me inspiraban a creer que había traído al mundo a la persona más maravillosa que podría existir. Tu inmensa amabilidad, tu ternura infinita, esas ganas de vivir que tanto me gusta de ti, la enorme alegría que emanas constantemente, me lo confirman día a día.

       Todo era tan hermoso y perfecto que llegué a pensar que era un sueño. Pero pronto desperté. Ese terrible momento en el que perdimos a tu madre fue devastador. ¿Qué podía hacer yo? Eras tan pequeña. Había tanto que enseñarte, tantas cosas que escapaban de mis conocimientos, de mi capacidad. Estaba asustado. Pero gracias a Dios pudimos salir de ese valle oscuro, logramos reconstruirnos, juntos. Pronto, demasiado pronto y sin siquiera darme cuenta, te convertiste en la hermosa jovencita que eres. Con errores y aciertos, con momentos difíciles y otros de grandes alegrías, hoy puedo decir que aunque costó, he logrado cultivar una hermosa rosa que eres tú.

Tus ojos resplandecen como dos luceros. Tu pequeña y delicada nariz es tan igual a la de tu madre, con esas casi imperceptibles pequitas, ese oscuro y desordenado cabello se parece tanto al mío. El olor a café se siente en toda la casa y aún aguardo a que te levantes. Oh, mi querida princesa, ruego a Dios que el caballero que conquiste tu corazón lo cuide como un diamante. Eres tan importante para mí que las palabras simplemente no alcanzan. Algún día ya no estaré, no podré protegerte por la eternidad, por eso hoy he decidido escribirte esto, realmente a ti se te dan mejor estas cosas, anteriormente jamás he escrito más de dos líneas eso lo sabes bien, pero quiero que tengas guardado este recuerdo en lo profundo de tu corazón.

En el mundo las personas suelen ser rudas, pero debes ser fuerte y continuar pase lo que pase. Lucha, ama, perdona, vuelve a intentar y jamás jamás te rindas. Mi querida Evangeline, recuerda siempre que Dios es el que debe guiar tu camino y que jamás, jamás te abandonará. No te olvides nunca que más importante es la belleza del corazón que la física.

Con Gran Amor

Tu Padre 

EvangelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora