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Hyunjin se quedó allí, con el corazón latiendo desbocado. La habitación parecía más pequeña, y el aire estaba cargado de electricidad. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había pasado de ser un príncipe solitario a sentir mariposas en el estómago cada vez que Christopher lo miraba?

La noche era cálida, y la luna brillaba en lo alto del cielo. Hyunjin entro a su habitación buscando un poco de descanso. Pero no estaba solo. Christopher estaba allí, apoyado en el marco de la ventana  mirando el horizonte hacia afuera.

—¿No puedes dormir?

Preguntó Hyunjin, tratando de sonar casual.

Más que casual sonaba nervioso, debería echarlo de su habitación.

Christopher se giró hacia él, y la luz de la luna iluminó su rostro. Sus ojos eran profundos, como pozos de secretos.

—No puedo—admitió—Demasiadas cosas en mi mente.

Hyunjin se acercó, sintiendo la proximidad de Christopher como un imán.

—¿Qué cosas?

—Tú— respondió Christopher sin rodeos—.Desde que te encontré. Eres como un enigma que necesito resolver.

—¿Por qué yo? Soy solo un cautivo.

—Si, pero no en el mal sentido.. — dijo Christopher, acercándose aún más—. Eres valiente, inteligente y hermoso. Y sí, también eres un enigma.

La luna los observaba desde lo alto, como cómplice de su amor incipiente. Por fin había encontrado algo real en medio de la incertidumbre de la isla.

—¿Dé que querías hablar?

Christopher se sentó en una orilla de la cama y lo miro.

—Hyunjin, tengo un plan.

Hyunjin se sentó a su lado.

—¿Plan?

Christopher asintió mientras sacaba de su bolsillo aquella nota y se la estiraba a Hyunjin para que la leyera.

Este último la tomo y la leyó.

“Tu maldita muñeca no durará mucho, porque es de porcelana, si un niño juguetón la roba, la romperá a penas toque sus dedos.”

“Porcelana, porcelana”

“Justo ahora no está contigo”

“¿Verdad, Channie?”

—Te encanta saber cosas, no es así?—Christopher miro a Hyunjin—. Entonces, dejame explicarte.

Hyunjin leyó la nota y miro a Christopher.

—Esa nota la encontré en cuanto salí a buscarte, Hyunjin. Estaba pegada a la puerta.

La habitación estaba sumida en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de una vela que parpadeaba en la esquina. Las paredes parecían susurrar secretos antiguos, y el aire estaba cargado con una mezcla de miedo y anticipación. Christopher, con su mirada fija en el suelo de baldosas gastadas, narraba su historia con voz temblorosa.

El mobiliario era escaso: una mesa de madera, un par de sillas tambaleantes y una ventana que dejaba pasar la luz de la luna. El silencio se interrumpía solo por el crepitar de la vela y el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas.

𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐿𝑎𝑠 𝐸𝑠𝑡𝑟𝑒𝑙𝑙𝑎𝑠. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora