₁Cazando la leyenda

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Adelante si quieres, bailemos

—Por lo visto, tus cadáveres han levantado el campamento —comentó ser Waymar Royce, insinuando apenas una sonrisa

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—Por lo visto, tus cadáveres han levantado el campamento —comentó ser Waymar Royce, insinuando apenas una sonrisa.

Will se habia quedado mudo. Las palabras no le acudían a la mente. Aquello era imposible. Recorrió una y otra vez el campamento con la mirada. Un hacha de combate enorme, de doble filo, seguía tirada donde la había visto la vez anterior. Un arma de gran valor...

—Ponte de pie, Will —ordenó Royce— Ahí no hay nadie. No te quiero ver escondiéndote bajo un arbusto. —Will obedeció de mala gana. Ser Waymar lo miró con desaprobación— No pienso fracasar en mi primera expedición y ser el hazmerreír de Castle Black. Encontraremos a esos hombres cueste lo que cueste. —Miró a su alrededor— Sube a ese árbol. Vamos, deprisa. A ver si divisas una hoguera.

De pronto, oyó la voz del joven lord al pie del árbol.

—¿Quién anda ahí?

Will detectó cierta inseguridad pese al tono desafiante. Se detuvo. Escuchó. Miró.

Los bosques le dieron la respuesta: el rumor de las hojas, el gélido discurrir del arroyo, el ulular lejano de un búho de las nieves...

Los Otros no hacian ruido.

Will divisó un movimiento por el rabillo del ojo. Unas sombras claras se deslizaban entre los árboles. Giró la cabeza y vio otra sombra blanca en la oscuridad. Desapareció al instante. El viento agitaba suavemente la ramas y hacía que se arañaran unas a otras con dedos de madera.

Waymar tomó aliento para lanzar un grito de advertencia, pero las palabras se congelaron en la garganta. Quizá estuviera equivocado. Quizá hubiera sido solo un pájaro, un reflejo sobre la nieve, un espejismo de la luz de la luna. Al fin y al cabo, ¿qué había visto?

—¿Dónde estás, Will? —preguntó Royce desde abajo— ¿Ves algo? —Caminaba con cautela, de pronto alerta, espada en mano. Él también debia de haber advertido su presencia, aún sin verlos— ¡Responde! ¿Por qué hace tanto frio? —añadió.

Era cierto, hacia mucho frío. Will, tiritando, se aferró todavía con más fuerza a la rama. Apretó la cara contra el tronco del centinela. Notó la savia dulce y pegajosa en la mejilla.

Una sombra surgió de la oscuridad del bosque. Se alzó ante Royce.

Era alta, tan dura y flaca como los huesos viejos, con carne pálida como la leche, en su pecho tenía un extraño blasón, que ambos Guardias de la Noche no pudieron distinguir. No querían hacerlo porque, a fin de cuentas, esa casa ya no existía.

Su armadura parecía cambiar de color cada vez que se movía. En momento dado era blanca como la nieve recién caída, al siguiente negra como las sombras, o salpicada del oscuro verde grisáceo de los árboles. Con cada paso que daba, los juegos de luces y sombras danzaban como la luz de la luna sobre el agua.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora