La capital se encontraba en estado de crisis y no parecía que la situación fuera a mejorar. Hacía días que no se sabía nada de los Nacwar que habían partido hacia la isla de Siborneo y tampoco del grupo que había marchado hacia Gotherrim. Habían escogido a Bor como consejero provisional en el consejo de ancianos y Eukariotes Bazhari, el alcalde, seguía sin poder hacer nada. Ante la desesperada situación, Maerys y Layzs, compañeras de clase de Sara, Nebraska y Denver, partieron en su busca sin dudarlo ni un segundo.
Habían caminado durante dos días aproximadamente sin descanso alguno, pero con paso tranquilo, hasta llegar a Eri. Sospechaban que si sus amigos habían ido a Gotherrim habían tenido que pasar por el pequeño pueblo minero. No habían trazado ningún plan específico, tan solo decidieron moverse en dirección al pueblo y una vez allí ya pensarían qué hacer. Llegaron extenuadas y deseando dormir, por lo que se acercaron a la pequeña posada que regía el multiespíritu.
—Hola, buenas noches —saludó Maerys.
—Buenas noches, jovencitas, ¿en qué os puedo ayudar?
—Nos gustaría saber si hospedó usted aquí a Laicea y el grupo que iba con ella hace unos días, señor.
—Laicea... —murmuró— Laicea... ¡Ah, sí! La mujer que iba con la chica rubita que tuvo la crisis.
—¿Qué crisis?
—No puedo contaros mucho, pero parece ser que la chica no podía moverse y tuvo que ser atendida por quienes iban con ella.
Ambas chicas se miraron, pues no comprendían qué había podido ocurrir.
—Entiendo —respondió Maerys, tratando de cambiar de tercio—. ¿Tiene alguna habitación libre?
—No, lo siento, chiquilla. Hace un rato ha llegado un numeroso ejército con relucientes armaduras blancas y han ocupado toda la posada.
—¿La Guardia Blanca está aquí?
—Así es.
Ambas se miraron de nuevo con extrañeza.
—Está bien, muchas gracias.
Sin decir nada más se dieron la vuelta y salieron de la posada. No sabían dónde iban a quedarse aquella noche, pero la respuesta les llegó inmediatamente después cuando el posadero salió.
—Si vais por la derecha encontraréis la casa de Uri, la dueña de las minas. Ella os dará una habitación para pasar la noche.
—De acuerdo, muchas gracias, señor.
Se encaminaron a través de una calle lateral que había por la derecha de la posada y avanzaron unos metros. Al fondo vieron una casa un poco más grande que las demás donde había un cartel con dos trozos grandes de carbón, por lo que supusieron que era aquella la casa de la que hablaba el multiespíritu.
Tras tocar la puerta suavemente les abrió una señora bastante mayor, con el pelo gris a causa de las canas y la cara extraordinariamente tersa para su edad.
—Perdone, ¿es usted Uri?
—Así es, jovencita, ¿qué deseáis?
—El posadero nos ha asegurado que usted nos daría asilo por una noche, así que hemos venido a preguntarle.
—Maldito posadero —gruñó—, ¿eso os ha dicho?
—Sí.
—¡Qué cara tiene! —masculló—. En fin, entrad.
Se apartó de la puerta y ambas chicas entraron.
— Muchas gracias, será...
— Sí, sí; lo sé: solo por esta noche. Por ahí está vuestra habitación — dijo, señalando el largo pasillo que había frente a la puerta.
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BÚSQUEDA - Parte 2 - El camino del Portador
FantasiTras conocer la existencia de su abuela y despertar sus poderes destruyendo el castillo de Matheroth, Sara deberá afrontar nuevos retos mientras Sêlboro la persigue incluso cuando es llevada de vuelta a la Tierra. Entrenará, conocerá el desprecio de...