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El mismo día que plantee unirnos a un club me paré en la oficina de servicios escolares para poder orientarme. Llegaba un poco tarde al asunto pero aún había algunos lugares.

Quedaban el club de escritura artística, mecánica, baile moderno, coro y uno que tenía que ver con plantas y reforestar.

Ninguno me llamaba la atención. Quizá si existiese el club de ver dramas sería la primera en unirse. Pero no existía y tenía que conformarme. Por el rabillo del ojo noté la existencia de uno en particular, no estaba dentro de mis opciones porque ya estaba lleno, aún así pregunté.

—¿Qué hay de confección?

La señora que aún seguía dándome halagos de los clubes restantes, me miró y se río con simpatía.

—Este era el club más popular entre las señoritas en mis años. Veo que vuelve a ponerse de moda... lo lamento cariño, no puedo hacer excepciones, está cerrado.

Prometió ponerme en lista de espera, por si un cupo se desocupaba. Por lo tanto elegí entre las opciones existentes. Letras, no lo pensé mucho. De todas formas no estaba ahí por el club, solo quería el tiempo que podía catafixiar por la visita que tenía planeada hacerle a mi padre.

La secretaria me indico que debía anotarme en la página nueve, y mientras buscaba la lista, como si el nombre brillase, entre todos mire el de Haerin al final de una de ellas.

Debí detenerme mucho en la página, ya que antes de llegar al nombre del club la secretaria pasó la hoja por mi.

—Hay un acuerdo de privacidad, lo siento.

—Perdón, es que vi el nombre de mi hermana.

—Sí es tu hermana entonces puedes preguntarle en persona.

—Bien.

Haerin debió ir en algún tiempo libre. Ahora la intriga de su elección no me dejaba tranquila. ¿Qué clase de interés tendría ella?

Al salir la encontré esperando en la entrada de la escuela, lista para irnos. Quería preguntarle sobre el club, pero no lo hice pensando que me lo diría ya que desde el almuerzo no nos veíamos.

Sin embargo, llegamos a casa, preparamos sándwiches, lavamos nuestros uniformes, comimos y nos encerramos en nuestra propia habitación. En ninguna parte de esto se encuentra descubrir la identidad del club al que se unió ¿cierto?

Daba al menos tres vueltas en mi cama antes de levantarme y quedarme parada frente a su puerta. Luego volvía a mi habitación y repetía la misma acción.

La curiosidad no me permitía hacer nada más que pensar en que se había inscrito Haerin y por qué no mencionó su interés especial. Por otro lado, también existía la posibilidad de que eligió algo al azar y se inscribió en su tiempo libre, por lo que, su club no era nada importante y no merecía mi desvelo.

Pero no podía descartar la primera opción, Haerin podría tener un pasatiempo y yo quería saberlo. Ella nunca mencionaba nada especial, simplemente seguía la corriente de donde fuera que estuviese de pie. Quería saberlo. No, necesitaba saberlo. Quizá hablar con ella sobre eso, ya que yo siempre me encontraba charlando sin parar sobre cualquiera de mis mil intereses.

Ya lo sé. El día que la conocí nos insertamos una buena cantidad de golpes, de forma literal. Así que resulta interesante el cambio radical de nuestra dinámica. Incluso mientras recuerdo y escribo esto, me extraña la naturaleza de la hermandad.

Supongo que después de un tiempo me di cuenta de lo sola que estaba.

Sin Haerin no tenía con quién desayunar, ir a la escuela, comer, charlar, ver una película, limpiar, hacer la tarea... simplemente me hacía sentir mejor tener con quién compartir todo lo que hacía en la soledad y el silencio. Tampoco es que Haerin rellenara el silencio, pero me hacía charlar, cubriendo de un tiro tanto soledad como silencio.

Dentro de mí sabía que debía compensar una gran variedad de errores que cometí con ella, y a pesar de que el ambiente entre nosotras era ligero y parecía funcionar tal y como lo llevábamos, sentía que era injusto ser solo yo quien abriera su catálogo de gustos y colores. Quiero decir, Haerin también podría hablarme sobre todas las cosas que le gustaban y yo la escucharía tal y como ella lo hacía conmigo. Eso era lo justo. 

Incluso pensé en lo entretenido que sería ser quien escuchara en vez de quién hablaba.

Cuando menos lo pensé, estaba de pie frente a su puerta de nueva cuenta. Ya lo dije, necesitaba saberlo. Me atreví a tocar y ella me dio el paso de inmediato. A diferencia de ocasiones anteriores, pasar a la habitación de la otra se había convertido en un hábito.

Ya no me quedaría parada en la puerta y le exigiría algo. En cambio entraría y me recostaría a los pies de su cama, dispuesta a pasar el rato juntas.

Entré y me lance a sus pies, que por mera experiencia logró pegar a su pecho antes de que los aplastara.

—Hoy me inscribí a un club.

Me miró con curiosidad, pero no iba a darle el gusto hasta que ella soltara lo suyo.

Nos miramos en silencio por al menos tres minutos, y juro por Bella Hadid que me estaba volviendo loca. En cambio, Haerin se lo estaba pasando de lo lindo, probablemente mirar a las personas fijamente era parte de sus pasatiempos.

Me aclaré la garganta antes de intentar dirigir la conversación.

—¿Y tú?, ¿qué cuentas?

—¿Yo?

—Sí, tú. ¿Ya pensaste a que club te inscribiras? Quedan pocas opciones y pocos lugares...

La esperé, sabía que venía lo que me mantuvo ansiosa toda la tarde.

—No, aun no lo he pensado —como siempre, cada loco con su tema. Si no fuese porque sabía que estaba inscrita en algo le habría creído.

La mire incrédula. Fue como afirmar que lo que sea que había elegido debía ser algo de su interés, si no, ¿qué objetivo tendría ocultarlo?

—Ah, entonces creo que vi mal —respondí con fingida tristeza.

—¿De qué hablas?

—Nada, olvidado. —De manera intencional le reste importancia con una mano.

Pude notar, aunque fue difícil, el pequeño destello de preocupación en Haerin. Pero diminuto en verdad. Ante el descubrimiento de que existía la posibilidad de que yo supiera su secreto, comenzó a comportarse diferente.

—Tengo un ensayo importante que terminar, ¿podemos hablar más tarde?

—Sí claro.

Comencé a disfrutar su inusual reacción. Nunca la había visto nerviosa por algo tan sencillo como los problemas adolescentes comunes. No paraba de preguntarme que clase de pasatiempo sería. No había nada de que avergonzarse pero aun así era divertido molestarla con la malicia de dar señales sobre saberlo y después hacerme la tonta.

Tarde o temprano lo sabría. Quizá más temprano que tarde. Iniciariamos la semana siguiente y mi abuela tenía que saberlo.

Tome nota para tratar de recordar todas las opciones que me ofrecieron, catalogandolas entre las que parecían ser Haerin y las que no. El problema es que podría ser cualquiera, todas eran un no y todas eran un sí. Al final de todo, aún no conocía lo suficiente a mi media hermana.

Sempiterno 《Lee Hyein + Kang Haerin》 NewjeansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora