16. SECRETOS

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Aquiles se despertó media hora antes de que amaneciera por el este, mirando a su alrededor para asegurarse de que todo estaba en orden. Su mirada fue a parar a la ciudad que se encontraba más abajo, Puerto Añil, donde se suponía que debían haber pasado la noche si no hubiera sido por la advertencia de Rory. Se quedó varios minutos más observándola detenidamente, intentando ver si, como había dicho el hombretón, había algo allí dentro o simplemente habían sido imaginaciones suyas. Finalmente decidió que no había sido más que la imaginación de Rory y decidió despertar a todo el grupo que descansaba plácidamente sobre las ramas.

—Todos en pie, marchamos ya.

Rory se despertó a regañadientes y rumiando tacos por lo bajo. Lo primero que hizo Erik fue mirar si su hermana se encontraba a su lado, como cuando se habían acostado, y Arabella y Rodri simplemente se incorporaron sin decir nada.

—Pongámonos en marcha, llegaremos en diez minutos.

—¿No desayunamos? —preguntó Rory un tanto molesto.

—¿Ves que tengamos algo que llevarnos a la boca? —preguntó a su vez Aquiles de malas formas.

Todos bajaron del árbol en el que se encontraban y se encaminaron hacia la ciudad. Cuando llegaron al pie de la muralla que protegía la ciudad se percataron de que era mucho más alta de lo que parecía de lejos, y más gruesa. El único portón de la muralla se encontraba destrozado, pero los restos estaban tan amontonados que impedían el paso desde allí.

—¿Cómo haremos para entrar? —preguntó Rodri, desalentado, mirando boquiabierto la alta muralla.

Aquiles caminó bordeando la pared de piedra, analizando cada una de las partes, hasta que llegó al portón. La roca de la muralla se había desprendido y había formado un infranqueable muro hecho de escombros.

—Creo que tendremos que pasar por encima —anunció cuando el resto del grupo se acercó a él.

—¿Cómo vamos a hacerlo? —inquirió Arabella con voz implorante—. Nosotros no podremos hacerlo.

Aquiles miró a los más mayores del grupo, pensando seriamente si dejarlos atrás.

—Está bien, ataremos unas cuerdas a nuestras cinturas mientras escalamos el montón de rocas —acto seguido levantó la mirada y la fijó en Rory—. Tú irás al margen.

—¿Por qué? —se quejó agitando los brazos como un mono.

Erik rara vez se ponía de acuerdo con el hombretón, pero esta vez tenía que reconocer que no era justo que Aquiles lo mantuviera al margen.

—Pesas demasiado —argumentó el líder—, el grupo peligraría si tú caes.

Rory agachó la cabeza un tanto avergonzado, pero no protestó más.

—No me parece justo —intervino Erik.

Rory lo miró un tanto sorprendido, sin creer lo que había oído.

—Escucha, muchacho, si cualquiera de nosotros cae rodando no pasaría absolutamente nada, pero solo su peso condiciona a todo el grupo, ¿lo comprendes?

— Sí, pero somos un grupo —insistió el muchacho.

Aquiles suspiró sonoramente, mirando alternativamente a uno y a otro, hasta que finalmente asintió.

—Daos dos vueltas a la cintura con esta cuerda y pasadla a quien tenéis detrás —dijo mientras sacaba una larga soga de su mochila.

—¿Qué orden llevaremos? —inquirió Arabella.

—Yo primero, después el muchacho, tras él, Rodri, después Rory y por último vosotras dos.

—Bien —dijeron al unísono.

BÚSQUEDA - Parte 2 - El camino del PortadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora