#1

356 20 7
                                    

Lentamente, la nebulosa del letargo se desvaneció, como una fina bruma matinal disipada por los primeros rayos del sol. Tweek abrió los ojos, parpadeando ante la cálida luminosidad que inundaba la aséptica habitación. Un dolor sordo palpitaba en su cabeza, un sombrío recordatorio de lo cerca que había estado del abismo eterno. Los detalles de cómo había llegado allí eran borrosos, dejando solo un vacío absoluto en su mente, como las estériles paredes que lo rodeaban.

Parpadeando, su mirada se elevó hacia el foco apagado en el techo. Luego, giró la cabeza, observando las cortinas de un suave tono café que filtraban la cálida luz de la tarde. El cielo afuera lucía teñido de preciosos tonos anaranjados y violáceos, como una pintura viva, en contraste con el blanco inmaculado de la habitación.

Su atención se desvió entonces hacia el reloj en la pared. Al consultar la hora, se percató de que las manecillas mancaban aproximadamente las cinco y treinta de la tarde, la hora mágica. A veces un simple atardecer es relajante.

Tweek se incorporó lentamente en la cama, la delgada manta deslizándose sobre sus piernas y regazo. Observó a su alrededor, percatándose de que las otras camas de la habitación se encontraban vacías. Su garganta le dolía y, al bajar la mirada, notó un vendaje envolviendo su brazo. Llevó una mano hacia su cabeza, sintiendo el vendaje que recubría su frente y la longitud de su cabello rubio, ahora aparentemente mejor cuidado, lo que indicaba que su compulsión por arrancarse el pelo se había detenido, al menos temporalmente.

Las extremidades le dolían y se sentía agotado, como si le pesaran como el plomo. Deslizó la mano hacia el costado de la cama, donde encontró un objeto cuadrado con un botón sobresaliente. Acarició la superficie con las yemas de los dedos antes de presionar el botón, recostándose nuevamente y dejando que su mirada se elevara hacia el techo. Intentó hacer memoria sobre lo que le había sucedido, pero solo encontró un vacío absoluto.

El aroma a antiséptico era desagradable, pero lo toleró. Tweek permaneció absorto, la mirada estoica mientras miraba fijamente la pared, su mente parecía desconectada del mundo que lo rodeaba. Inicialmente, solo percibía un ruido blanco, pero pronto fue sacado de su ensimismamiento cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Dirigió su atención hacia allí, donde vio a una enfermera que lo observaba con sorpresa al verlo despierto. La mujer se acercó a él y procedió a realizar la rutina de chequeo, siguiendo con la típica ronda de preguntas.

-¿Recuerdas algo sobre el incidente? -cuestionó la enfermera.

Tweek llevó una mano hacia su cabeza, hundiendo los dedos entre sus rubios cabellos y acariciando suavemente su cuero cabelludo antes de responder-. No -.

-¿Cuánto tiempo llevo aquí? -preguntó extrañamente calmado.

Tras anotar algo en su portapapeles, la enfermera levantó la mirada y respondió-. Siete días.

Una semana. Las palabras resonaron en la mente de Tweek, quien se atragantó con su propia saliva, desencadenando un acceso de tos que lo hizo golpearse el pecho-. ¡¿Qué?! ¡¿Qué diablos me sucedió?! -exclamó, su voz denotaba una mezcla de asombro y alarma.

La enfermera no respondió, limitándose a dejar el portapapeles en su lugar correspondiente. La mujer y media hora más tarde, volvió. La puerta de la habitación se abrió de nuevo y por ella entraron los padres de Tweek o mejor dicho, solo su madre. Su rostro reflejo alivio al ver a su hijo sano y consciente.

-Afortunadamente, se encuentra estable y en vías de recuperación. Estimamos que podrá recibir el alta médica mañana o, como muy tarde, pasado mañana.- La enfermera explico.

La madre de Tweek asintió con visible alivio, abrazando con fuerza a su hijo. La mujer acariciaba suavemente sus cabellos, conteniendo las lágrimas de emoción.

That's not my Craig | Creek Donde viven las historias. Descúbrelo ahora