El miedo siempre hacía a todos actuar de forma irracional. No importaba si eran adultos o solo niños.
La capacidad de permanecer tranquilos en situaciones desesperantes no era algo que todos tuvieran.
Pero Kan podía.
Cuando todos sus amigos se peleaban por encontrar un culpable de toda la situación en la que ahora se encontraban, él fue el único que se mantuvo sereno y fuera de la discusión.
Cuando el clan Torum y el clan Furlock empezaron a llegar con heridos y refugiados en sus lomos, y todos empezaron a sentir que ya no había esperanza, él fue el único que se mantuvo positivo.
Y justo en ese momento, en el que la alarma en la isla G empezó a sonar con fuerza fue el único que se atrevió a decir:
—Guarden la calma. Hay guerreros allá afuera para velar por nuestra seguridad. Este tipo de cosas pasan en medio de las guerras; si no confiamos en quienes han entregado su vida entera para protegernos, entonces sí estamos jodidos.
Y, que un niño tan pequeño como lo era Kan lo dijera, fue lo que alimentó esa chispa de esperanza que cada osirio dentro de esa habitación tenía.
Eran como mínimo unos doscientos, pero en el resto de las grandes habitaciones de la mansión G y en los demás departamentos construidos en toda la isla, había más de nueve millones de osirios.
La Mansión G estaba adaptada para poder albergar a tan solo diez millones de personas. Esa era la mitad de la población total del planeta, por ello habían priorizado a los enfermos, heridos y a los niños.
—Eris. —llamó Nekro a su amiga. Esta lo miró sin decir nada; aquella pequeña discusión de hace algunos minutos había dejado las cosas tensas en su pequeño escuadrón—. Ódiame después si te da la gana, mucho no me va a importar, pero ahora, ¿podrías por favor decirme si sientes alguna magia diferente?
Eris lo miró entrecerrando sus ojos lilas.
—Sí. —zanjó.
Nekro hizo un ademán esperando que Eris continuara, pero no fue así. La pequeña se quedó callada, con sus brazos cruzados y su ceño fruncido por el coraje.
Nekro bufó ruidosamente e imitó la posición de su amiga. Los seis estaban sentados en el suelo de la habitación, recostados en la pared de la esquina del cuarto.
No para alejarse de los demás, sino para poder curiosear por la pequeña ventana que estaba ahí.
—El clan Druma está inquieto —mencionó Brianca—, no es común en nosotros las serpientes.
—¿Qué crees que esté pasando? —Gleem era bastante curiosa, y su curiosidad aumentaba con su miedo.
—No lo sé. Me da terror verlos así; siento que es una señal de que algo malo pasará.
—Sin pesimismos, Bri, ya todos estamos lo suficientemente asustados. —Kan se acercó a su amigo lentamente—. Nekro, ¿puedes ayudar a Gleem a escuchar?
Asintió sin decir mucho.
—Ven acá.
—¿Por qué tengo que ser yo?
—Porque eres la que mejor oído tiene, Gleem.
Ella estaba a punto de refutar, pero era Kan; jamás podía negarle nada a Kan.
—Te odio.
El aludido le sonrió en respuesta.
—Ya lo sé.
Nekro invadió la pequeña burbuja alrededor de ellos dos, y sin darle tiempo a Gleem de reaccionar, efectuó un hechizo en ella.
Cuando pudo darse cuenta, escuchaba totalmente lo que se decía a kilómetros de distancia.
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El Regreso A Òsirys
FantasíaCuatro adolescentes aparentemente normales son llevados a Òsiyrs, donde se les da la noticia de que son los hijos de los cuatro Dioses menores, descubriendo así nuevas razas, nuevos mundos y sobre todo el poder que yace dentro de ellos. Estos cuatr...