Capítulo XV: acumulación de muertes

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Capítulo XV: "acumulación de muertes"

A la mañana siguiente, los ojos de Shiby se abrieron justo en el momento en el que salió el sol. Rápidamente fue a colocarse bajo de este para comenzar el día recibiendo sus primeros rayos. Nunca lo había notado antes pero ahora que realmente meditaba bajo el sol podía sentir como este acto parecía llenarla de energía.

Siempre había sentido que el invierno le deprimía, sin embargo, no había nunca imaginado que aquello era meramente por la falta del sol.

La primera comida que tuvo aquel día fue un par de frutos rojos que daba un árbol justo en los terrenos que colindaban con la última casa del pequeño lof. Luego se acercó al aljibe y bebió agua para hidratarse.

Había querido entrar a la casita que recordaba como su primer hogar en su vida, sin embargo, no se había sentido con las suficientes fuerzas para entrar cuando la distinguió. Por lo que ya en el segundo día de estar ahí en el lof abandonado se dio el suficiente valor para ingresar de una vez al hogar en el que había nacido.

Abrió la puerta y entró, sin poder evitarlo su cabeza se llenó de diversos momentos que vivió con su abuelita en aquella casa y el peso de que obviamente su abuela estaba muerta le cayó encima como un balde de agua fría.

Sin saber cómo, se dio cuenta que nunca antes había caído en cuenta de que nunca más volvería a verla, al igual que a Ayen, Nata, Güin, Ivy, Jisäj, Yanara, Jacö, Ankatu, Richi...

La pena la abrumó.

Apretó sus manos al mismo tiempo que sus ojos, con fuerzas y sin volver a mirar dio media vuelta y salió de la casa.

No tenía tiempo que perder.

Volvió a la casa en donde tenía apenas un par de cuchillos y creó una lanza con un ligero tronco que encontró en unos escombros a un costado de una casa, desarmando uno de los cuchillos que tenía los unió.

Aquel día comenzó a intentar controlar el fuego.

Empezó primero a calentar objetos sin que estos se incendiasen, traspasando su energía de manera lenta en dirección a la cosa enfocada. Ya había caído la noche cuando logró calentar una silla sin llegar a quemarla por completo.

Después de que cazara un roedor con la lanza, se dispuso a prender una fogata con sus manos, fue mucho más fácil en comparación a la primera vez que lo intentó y luego de eso decidió recostarse a dormir en la dura cama.

Antes de que su cuerpo tocase el sucio edredón, vio el cuchillo brillar en la oscuridad del cuarto que solo era iluminada por la luz de la luna.

Llevó una de sus manos hacia su cabello y con sus dedos agarró un largo mechón pelirrojo.

Hace tiempo que no se había fijado en su alborotado cabello rojo. Estaba más largo y enmarañado que nunca, esto evidentemente ante la falta de higiene y cuidado que estaba teniendo con el.

Frunció el ceño.

En su mente se dibujó rápidamente la escena en la casa del descampado cuando el militar le agarró del pelo e imposibilitó sus movimientos. Y, sin poder evitarlo, su mente viajó a mucho tiempo atrás cuando se enfrentaron junto con Waijikö al Canaiji en el lof La Guaya. En esa ocasión aquel hombre también había agarrado sus cabellos y la había jalonado para evitar que siguiera corriendo.

Sus dedos lentamente fueron a parar al cuchillo que brillaba encima del pequeño mueblecito de madera justo bajo la ventana. 

Tomó el objeto y con determinación en su mirada se lo llevó al mechón de cabello que tenía entre sus dedos, tensó su pelo y entonces comenzó a cortarlo con el cuchillo.

Elemento: FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora