Camila Pvo's
Me bajo del autobús, contenta de que sea la última vez que tenga que utilizarlo. Soy la única estudiante de último curso de mi instituto que viaja en autobús porque mi padre no me deja conducir ni que me lleve una amiga. No es que no tenga amigas a las que pueda pedírselo. Es difícil estar con un grupo de amigas cuando no puedes quedar ni enviarte mensajes de texto.
Mis padres son muy estrictos y no lo entiendo. Tengo dieciocho años, y estaba segura de que cuando cumpliera años la semana pasada las cosas cambiarían para mejor. Pero no. Rogué y suplique que al menos me dieran un teléfono, pero me dijeron que no. Si quería uno tendría que comprármelo yo. Puede que sea adulta, pero sigo viviendo bajo el techo de mi padre, lo que significa que él manda en nuestra casa y en mi vida.
Lo odio.
Estaría más feliz de conseguir un trabajo si eso me sacara de esta casa. Cuando le dije que lo conseguiría, me dijo que lo pensaría. Ahora empiezo a sentirme atrapada sin salida. ¿Puede alguien huir a mi edad? No tengo adónde ir y odio la desesperanza que me invade.
Con cómo me siento, me pregunto como lo hace mi madre. A ella también la tiene bien atada. Se ha convertido en un robot, pero supongo que siempre ha sido así. Intento buscar en mi mente recuerdos de mi infancia mientras me dirijo hacia la casa.
Cuando veo un todoterreno negro estacionado en la acera, me pregunto si habrá alguien de visita. Estoy segura que mi padre está aquí porque siempre es muy paranoico. Tiene cámaras por todo el exterior de la casa. Demonios, no me sorprendería que estuvieran adentro también.
No sé muy bien a qué se dedica mi padre en el trabajo, pero se pasa el día en su oficina y a menudo sale después de cenar, cosa que agradezco. La mayoría de las noches lo oigo llegar borracho a casa, pero nunca entenderé por qué mamá le da tan igual. No creo que me gustará que mi esposo saliera la mayoría de las noches y volviera a casa borracho sin tener ni idea a dónde o con quién ha estado.
Lo peor es cuando escucho que los dos se pelean después de que él llega a casa, y no me refiero a pelear. Por suerte, nunca dura más de un minuto o dos, y normalmente puedo ignorarlo.
Me detengo al llegar a todoterreno y echo un vistazo al interior. Todas las ventanillas estan oscurecidas, así que no sé si hay alguien adentro, pero veo que está en marcha. En ese momento baja la ventanilla trasera y aparece la mujer más guapa que he visto en mi vida.
── Camila. ── Sonríe.── ¿Sabes cómo me llamo? ── chillo sorprendida.
── ¿Qué haces, chica? Entra a la casa. ── Me doy la vuelta y veo a mi padre en el porche. ── Deja en paz a Lauren.
── Es señora Jauregui para ti, Alejandro. ── dice la mujer, y me quedo un poco sorprendida. Nunca había visto ni oído a nadie corregír a mi padre. Eso solo hace que esta tal Jauregui esté más caliente de lo que ya está.
La mandíbula de mi padre se tensa como siempre que está molesto. ── Lo siento, señora. Camila, entra a la casa. ── vuelve a ordenar. Esta vez no me muevo porque siento los pies atascados.
── Ve. ── me anima Lauren, y empiezo a alejarme de ella. Preferiría quedarme mirando a la guapa, pero está claro que quiere que me vaya.
Subo a toda prisa las escaleras del porche y mi padre me sisea: ── A tu cuarto y no salgas hasta que mande a tu madre a recogerte para cenar.
── ¿Qué vamos a cenar? ── pregunto, pero me entretengo.
Miro por encima del hombro y veo que Lauren ha salido del todoterreno y se acerca a nosotros por la acera. Me di cuenta que era una mujer grande cuando estaba dentro del coche, pero es mucho más grande del que pensaba. No creo haber visto a nadie de su complexión.