—50—
Acabo de vestirme justo en el momento exacto que llaman al timbre. Por un momento dudo en qué hacer, pues Ainhoa se está duchando y no sé si estaba esperando a alguien.
Me asomo a la mirilla para ver a nada más y nada menos que a mi nueva archienemiga, la perfecta abogada y suspiro resignada antes de abrir.
—Ainy, cariño... —empieza a saludar pero se detiene al verme—. Tú.
Por suerte frena su movimiento también y digo por suerte porque lo último que me apetece de buena mañana es un abrazo suyo después de todo el rechazo que parece tenerme.
—Sí, yo. Buenos días —la saludo con toda la calma de la que dispongo—. Pasa.
El agua de la ducha sigue sonando de fondo así que veo inútil aclararle dónde está la dueña de la casa.
La muy desubicada, pues no encuentro otra expresión para definir su osadía, pasa por mi lado con la intención de ir en busca de Ainhoa, a pesar de todo; y sobre mi cadáver voy a permitir que la vea desnuda en mi presencia, como si yo fuese cualquier cosa y no merezca al menos un poco de respeto.
La detengo, cogiéndola del brazo y eso hace que me mire con cierto desafío pero también una sorpresa que se empeña en esconderme.
—Enseguida saldrá —le indico en un tono algo frío—. ¿Quieres un café? Iba a servirme uno.
—¿Qué pasa que a parte de trabajar para ella en el restaurante también lo haces de forma particular?
Respiro profundamente tratando de controlarme, pero es algo imposible.
—¿Qué pasa que a parte de abogada también eres cómica o qué? —la encaro, antes de girarme y encaminarme a la cocina.
—Mira Lucía...
—Luz —la corto, dándole su maldito café.
Y menos mal que mi madre me enseñó modales porque se lo hubiese tirado por encima.
—Mira Luz, no tengo ni la menor idea de quién eres ni por qué Ainhoa te permite estar en su casa, pero deberías dejar de desafiarme.
Su tono es claramente de amenaza, pero gracias a las aclaraciones que mi vecina me hizo ayer, me siento mucho menos insegura a su lado.
—Da gracias que yo sí sé quién eres tú porque tal y como me estás tratando, si no te conociera, ya te hubiera echado a patadas de aquí.
—¿Y con qué derecho harías eso, si puede saberse? —me pregunta con una sonrisita de superioridad.
Sonrisita que solo puedo pensar en borrarle de golpe, de la peor manera que se me ocurre.
—Ainhoa es mi novia —le suelto con toda la intención y las ganas del mundo.
Metida en mi riña con ella, no me doy cuenta del momento exacto en el que la chef se ha plantado en el salón con el pelo húmedo y una toalla en la mano, pero seguro que me ha escuchado perfectamente.
Me mira por un segundo con una expresión que no soy capaz de descifrar y tengo que confesar que en estos momentos quiero que se me trague la tierra. Maldita impulsividad. ¿Por qué no podía cerrar la boca? ¿Por qué he caído tan fácil en el juego de la barbie abogada?
Ahora me aterra poder alejar a Ainhoa de algún modo, que encuentre mi actitud infantil o descabellada.
—Hola Amaia —la saluda con una sonrisa.
—Hola cielo, ¿cómo estás? —le pregunta ella yendo hasta su posición y abrazándola.
—Estaba más tranquila, pero el hecho de que hayas venido en persona y no me hayas llamado me inquieta un poco, la verdad. ¿Quieres un café?
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Choque de trenes
RomanceLuz va a empezar su último año de Gastronomía en Le Cordon Bleu de Madrid. Alejada de su familia y su Toledo natal, se apoya en su prima Marta y en Paolo para acabar de cumplir su sueño y convertirse en una de las mejores chef de toda la ciudad. Per...