23. No sé y no me importa

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Se había armado un alboroto en el castillo, de haber estado durmiendo en ese momento se habría molestado por tanto ruido, pero en lugar de eso había estado husmeando en la biblioteca

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Se había armado un alboroto en el castillo, de haber estado durmiendo en ese momento se habría molestado por tanto ruido, pero en lugar de eso había estado husmeando en la biblioteca. Al principio no había escuchado nada, la biblioteca era un lugar bastante tranquilo, además se encontraba insonorizado. Se dio cuenta de que algo estaba pasando cuando la bibliotecaria se acercó para darle un mensaje a los guardias que normalmente vigilaban la sección restringida. Los hombres abandonaron su puesto y salieron como almas que lleva el diablo de la estancia.

Azariel esperó a que la bibliotecaria volviera a su puesto y barajó la idea de colarse en aquella sección, la verdad era que nadie lo notaría, la bibliotecaria ni siquiera se había percatado de su presencia. A veces detestaba aquel talento innato que tenía para pasar desapercibido, pero en aquel momento le parecía de lo más conveniente. Se acercó a la entrada de la biblioteca para verificar que, en efecto, no quedara ningún guardia. Poco le importaba lo que estaba pasando. De ser un ataque de necrófagos se enteraría tarde o temprano, no era como si su padre o su madre en todo caso fuera a dejarlo pelear en una batalla a aquella edad, a decir verdad, había muy pocas probabilidades de que se uniera a alguna batalla en su vida, no si dependía de sus padres.

Escuchó algo sobre alguien irrumpiendo en el castillo, pero no le dio importancia, no era su problema. Se alejó lo más sigiloso posible, era demasiado bueno en el arte del sigilo, o en quedarse tan quieto y callado que la gente se olvidaba de que estaba allí. Se desplazó con cuidado hacía la entrada de la sección restringida, lo que fuera que estuviera pasando debía ser importante como para involucrar a los guardias de aquel sector.

Ni bien hubo entrado en la sala sintió como el aire cambiaba, era más cálido y a la vez se sentía muy liviano, como tomar el sol en una tarde de otoño. No era tan grande como la biblioteca principal, pero se encontraba bien nutrida con tomos que jamás había visto en su vida, algunos incluso tenían símbolos raros. Los tomos de aquel lugar eran mucho más viejos que los que acostumbraba a leer, aunque menos usados, se notaba cuando un libro había sido leído muchas veces y cuando había sido apenas ojeado, al menos él lo notaba.

Sabía que no podía tener mucho tiempo antes de que regresaran los guardias, por lo que intentó no desperdiciarlo. Comenzó a recorrer las estanterías leyendo los lomos y tomando algunos que le llamaban la atención, buscaba cualquier cosa que tuviera que ver con ilusiones o sombras, teniendo en cuenta lo que le había comentado Themis. Evitó los libros con símbolos extraños, aunque fueron los que más captaron su atención, era imposible que no lo hicieran. Le pareció extraña la cantidad de libros sobre magia que había en aquel lugar, apartó algunos y los guardó debajo de su ropa, los usuarios de magia estaban extintos y no solo eso, practicar cualquier tipo de magia estaba prohibido en el reino. Dudaba que alguien le pusiera atención, era un príncipe, podía darse el lujo de tener pasatiempos extraños. Además de que, por lo que sabía, su tío Parvaiz pasaba horas en aquella sección y nadie se lo impedía. Eran las ventajas de ser un Belizario, pensó Azariel. Aunque notó que Themis, a diferencia de Parvaiz si tenía prohibido entrar a aquella sección.

La guadaña oscura [Criaturas Nocturnas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora