15 - Piezas del tablero

126 23 3
                                    

Aylah tragó en seco, definitivamente no quería más accidentes. Por el momento solo deseaba paz y tranquilidad. Ansiaba seguir explorando, pero por alguna extraña razón, el mago no soltaba su mano haciendo especial énfasis en sus uñas. Unas pequeñas marcas con formas de medias lunas blancas eran visibles en cada una. Su cara tenía una extraña expresión.

—Alguien estuvo usando drogas en usted, su cuerpo las está expulsando. Las hierbas que dejé, deben haber disminuido su efecto, pero no lo anularon por completo. ¿Quién usó algo que solo existe en el lugar más peligroso del continente? Alguien con conocimiento sobre algo como esto, capaz de usar algo tan exótico que no existe en Alstania, es muy peligroso. —añadió con expresión sombría mientras murmuraba algo más— "Crysaleas Asdherlas"

—"En pequeñas dosisprovoca parálisis total que puede durar hasta más de dos días, si se consume demanera periódica va deteriorando lentamente a la persona hasta provocarle lamuerte, lo que también sucede de manera inmediata si se consume una dosis altade una sola vez." —Aylah sin darse cuenta habló de manera mecánica como siestuviera recitando algo que hubiese leído de un libro de texto. Todos lamiraban con la sorpresa reflejada en sus rostros, mientras el mago esbozaba unamedia sonrisa de satisfacción, como si le complaciera y al mismo tiempo leasombrara escuchar esta información salir de los labios de la princesa— Ellies solía poner algo en las cosas quecomía o bebía cuando nos quedábamos a solas —añadió Aylah liberando sus manos ycaminando hacia la única puerta de la habitación que aún no había abierto.Mientras en el lugar se instalaba un aura oscura en los presentes al escucharsus palabras— Entonces él... —se detuvo de repente, y no precisamente porque elcompartir con todos las cosas que sucedía entre Ellies y ella le provocaraalgún tipo de doloroso sentimiento. Todo lo contrario, dejo de hablar porque loque vio en esta habitación la dejo sin palabras.

Se trataba de un enorme cuarto de juegos, con una gran casa de muñecas en el centro. Caminó lentamente viendo con detenimiento todo, cada pequeña habitación estaba hecha a escala, con todo lujo de detalles. El comedor tenía pequeñas sillas, candelabros, pinturas, platos, cubiertos, todo hecho del tamaño justo para las muñecas. Un armario lleno de vestidos, zapatos, adornos para el cabello, peines, cepillos. Habitaciones llenas de todo tipo de muebles, incluso una biblioteca con una chimenea. Todo era tan hermoso, pequeño y perfecto que no pudo evitar sentarse en el suelo y dejarse llevar, examinando cada rincón de forma minuciosa.

Contó las muñecas, todas de finísima manufactura. Tan perfectas que parecían personas en miniatura, cada una con el cabello de un color diferente. Eran doce, y aunque imaginaba la respuesta no pudo evitar preguntar.

—¿Por qué son doce?

—El rey mando a hacer una por cada año que estuvo dormida —respondió Tione con aire nostálgico

Aylah tomó una de las muñecas y acarició su cabello con melancolía. Extrañaba a Bethel y también le hubiese gustado recuperar la muñeca que tenía en la mansión. Soltó un largo suspiro mientras veía a varias sirvientas moviéndose de manera diligente, terminando de preparar todo para su estancia y comodidad. Una de ellas llamó su atención, definitivamente la había visto antes.

—Entonces como dijiste antes este palacio me pertenece ¿No es cierto? —preguntó dirigiéndose a Tione que asintió por toda respuesta— Esto significa que puedo hacer lo que desee y cambiar lo que no me guste —añadió con aire pensativo— Que cualquier orden que dé se hará realidad, sin importar lo que sea.

—Aquí usted tiene el control absoluto de todo lo que le rodea, incluyendo a la servidumbre —dijo Tione con seriedad entendiendo las palabras de la princesa.

—Entonces comenzaré con algo sencillo —comentó Aylah de manera casual— No quiero tantos sirvientes a mi disposición, con Jor, Bryn y ella será más que suficiente —añadió alzando su voz lo suficiente mientras señalaba a la joven sirvienta que momentos antes había captado su atención— Solo ellas tendrán acceso a mi habitación, o en caso de ser necesario me acompañarán si quiero ir a algún lugar.

La doncella se veía sorprendida mientras se acercaba con cautela a Aylah.

—Aunque no tenga ni la más remota idea de como cambiaste el color de tus ojos y tu cabello, puedo reconocer tu rostro, Isha —dijo Aylah mientras sonreía de manera amable y la joven de inmediato se arrodillaba en el suelo efectuando una profunda reverencia.

—No se imagina cuanto honran sus palabras a esta humilde servidora que no las merece y que fue incapaz de cumplir correctamente con su misión —el arrepentimiento y la culpa eran palpables en su voz.

—Cuidaste de mí junto a Bethel, e incluso estuviste a punto de atacar a Jelna para salvarme ¿No es cierto? Eso es más que suficiente para mí, eres el tipo de persona que necesito y quiero a mi lado —dijo Aylah con firmeza acercándose a la joven— quiero personas de confianza a mi alrededor, capaces de protegerme ante cualquier circunstancia.

En los ojos de la sirvienta brillaba una devoción inmensa, sus palabras cuidadosamente escogidas estaban provocando el efecto deseado. Lo había aprendido en la mansión, no debía confiar en nadie, no debía permitirse esa debilidad. Por el momento tenía un lugar al que llamar hogar, pero no podía permitirse el hecho de bajar la guardia. Aquí era la princesa heredera, la figura que ostentaba el rango de poder más alto justo después del rey. Debía lograr una obediencia ciega y absoluta hacia ella, tener cerca a personas que harían lo que fuera necesario por protegerla. Sin hacer preguntas innecesarias, sin cuestionar nada.

Esta joven casi había atacado a Jelna con una daga, si Ellies no hubiese intervenido, quizás su prima no estuviera viva. Alguien, con ese nivel de compromiso hacia ella, debía estar bien cerca y si era debidamente halagada por su señora, eso crearía aún más devoción. Una princesa que sabe elegir sus palabras, puede ganar tantas piezas para mover en un tablero como necesite. No podía verlos como personas, no debía apegarse a nadie. Solo eran necesarios para cuando fuera el momento justo, mientras tanto necesitaba a todos los que pudiera obtener, los que la siguieran y obedecieran de manera ciega, sin cuestionar sus órdenes. Bajo el mando de la dulce y pura princesa que debía interpretar.





Destinada a renacer 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora