Capítulo 3

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Después de dejar su lira en la cabaña de Apolo, Lirio se apresuró hacia el Campo de Entrenamiento, con la mente aún perturbada por el reciente altercado con Dionisio. Mientras caminaba entre los senderos del campamento, una combinación de emociones turbulentas lo mantenía absorto en sus pensamientos. El recuerdo de la confrontación con Dionisio aún resonaba en su mente, y su determinación por demostrar su valía estaba más fuerte que nunca. Sin embargo, su mente se vio interrumpida por la inminente confrontación con Annabeth. Al acercarse al grupo de campistas reunidos alrededor de ella, percibió la mirada escrutadora de la hija de Atenea sobre él, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos con desdén.

Annabeth, aunque mantuvo su semblante impasible, se sentía frustrada y decepcionada al ver a Lirio llegar tarde una vez más. Un sentimiento de resentimiento se había arraigado en su interior desde que las cosas habían cambiado entre ellos. Recordaba los días en los que entrenaban juntos, en los que confiaba en su compañerismo y habilidades, pero ahora, cada encuentro estaba marcado por una tensión palpable y una sensación de distanciamiento.

—Tarde como siempre, Lirio —dijo Annabeth con tono frío, apenas disimulando su desprecio. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, sus palabras estaban cargadas de una mezcla de desconfianza y disgusto. — ¿No te cansas de llegar tarde, Lirio? ¿Y dónde está tu arco?

Lirio se encogió de hombros, tratando de ocultar su incomodidad bajo una máscara de indiferencia.

—Lo siento, Annabeth. Lo dejé en la armería y no tuve tiempo de ir a buscarlo después de dejar mi lira en la cabaña...

— Típico de ti, llegar desarmado a una batalla. ¿Acaso esperas que te cuidemos la espalda en todo momento? — lo interrumpió ella, con un tono cortante.

Lirio apretó los puños, recordando cómo la relación entre ellos se había enfriado desde que fue reclamado por Apolo. Solían entrenar juntos, pero ahora, cada encuentro estaba marcado por una tensión palpable.

— No necesito un arco para demostrar que puedo contribuir al equipo o defenderme, Annabeth. — respondió Lirio, con determinación.

— Quizás deberías aprender a ser más precavido entonces. ¿Qué pasaría si te enfrentaras a un enemigo y te encuentras sin armas? ¿Tocarás algo con tu lira? Oh, es cierto, tampoco la trajiste. — cuestionó ella, con un tono de burla.

Con un gesto rápido, Lirio concentró su energía y modificó el paisaje del entorno a su alrededor. De repente, el campo de entrenamiento se transformó en una oscura cueva, con paredes rocosas cubiertas de telarañas y sombras danzantes. Las arañas gigantes parecían acechar desde las sombras, y un escalofrío recorrió la espalda de los presentes ante la inquietante escena.

A pesar de la sorpresa, Annabeth mantuvo su expresión impasible, aunque un leve temblor en su mandíbula delataba su incomodidad. En su interior, se debatía entre el asombro por la habilidad de Lirio y la molestia por su presencia. Sabía que debía mantenerse firme, pero una parte de ella reconocía la valía de Lirio, aunque se negara a admitirlo en ese momento.

— ¿Cómo haces esto? —preguntó Percy, asombrado por la exhibición de Lirio.

Lirio le dedicó una sonrisa fugaz y presuntuosa antes de disolver la ilusión con un gesto de su mano. — Soy hijo de Apolo, Percy. Si controlas la luz, puedes controlar lo que otros ven. — respondió con orgullo guiñándole el ojo.

Antes de que pudiera decir algo más, Annabeth intervino nuevamente:

— No necesitamos tus trucos de magia, Lirio. Haz lo que quieras, pero no estorbes —dijo ella, con frialdad—. El equipo de avanzada seguirá mis órdenes. Los demás, síganme. Tenemos una bandera que capturar.

Lirios y Sombras | Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora