III

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El par de jóvenes alfas finalmente llegaron a su destino cuando el sol se situó en el punto más alto en el cielo. En la hora del almuerzo prácticamente, el estómago de ambos rugió y aceleraron el trote de sus corceles para entrar en el mercado del uno de los pueblos del imperio Vicent. 

El príncipe Goldberg se maravillo con el orden que demostraba el mercado a comparación de los mercados de su propio reino. Había escuchado por parte de los caballeros que estuvieron a cargo del intercambio de cartas la diferencia entre los reinos, siendo el Vicent mucho más avanzado en algunos artefactos y trabajos. 

—¿Qué se te apetece, Kevin?— cuestionó el príncipe mientras observaba cada puesto de comida y frutas. —Yo muero por un trozo de carne— añadió con una expresión de hambre y desespero. 

—Pues que suerte tiene, veo uno a la izquierda suya— respondió alegre el caballero, quién también anhelaba almorzar una buena carne jugosa. 

—Que maravilla, vamos de inmediato— tiró un poco de la cuerda de su corcel y este aceleró su andar para llegar cuánto antes a dicho puesto. 

Carne acompañada de papas hervidas y una que otra hortaliza fue lo que devoraron al sentarse en una de las mesas de dicho puesto. De cortesía la casa les invitó un té de hierbas que contenía miel.

—¿A qué se deberá este dulce detalle? 

—No han de ser de este reino seguramente— comentó con un toque de burla la peli naranja, quién estaba sentada en la mesa de su derecha, la alfa carraspeó su garganta y habló. —Es una ley otorgar un té de hierbas a cada cliente de los puestos de comida, ya sea desayuno, almuerzo o cena— explicó antes de darse media vuelta y continuar con su almuerzo. 

—Me parece una buena ley, realmente útil y que beneficia a todos— comentó Nathan antes de soplar y beber su té. 

—No es un gran gasto, pero si que le ayudaría a todos los pueblerinos— asintió el pelirrojo. 

—Pueblerinos dices, como si tú no fueras uno … — musitó la pelinaranja. El traje que portaba la alfa daba a notar su posición en el reino. Un emblema en su espalda símbolo de que al cumplir su mayoría de edad se convertiría en un guardia real.

Nathan iba a responder por su caballero, pero Kevin carraspeó su garganta y negó con su cabeza. 

—Le agradezco, su alteza. Sin embargo, recuerde que no deben reconocer quiénes somos, continuemos con nuestro camino— susurró con una expresión que denotaba superioridad.

—Tu madre estaría orgullosa, Sebastián. 

El Kevin de hace un par de años le hubiera restregado en la cara a la alfa que él sería el siguiente guardia personal del príncipe Goldberg cuando esté cumpliera la edad para asumir el reino. 

El príncipe agradeció los alimentos y Kevin lo imitó. Volvieron a un puesto que cuidaba de los caballos de los pueblerinos a cambio de seis monedas de plata. Halagaron a sus corceles y les dijeron que se veían tan bien cuidados que parecían de la realeza, que de seguro llegarían al castillo antes de la hora del té con ese par de corceles.

Los alfas no pudieron contenerse y decidieron apostar por quién llegaría primero al palacio Vicent. 

El príncipe del reino antes mencionado les avisó a sus padres que este pasaría en su alcoba terminando un libro y pidió no ser solicitado por ellos. Corrió hasta la gran cocina y buscó a Ed, quién se encontraba batiendo una gran mezcla para pastelillos que se servirían para la cena de los sirvientes. 

Antes de entrar, retomó fuerzas en cunclillas y se acercó a preguntarle a Ed por Eddy. Al más bajo lo habían mandado a comprar frutas dulces para adornar los pastelillos y hacer una que otra mermelada. El príncipe frunció su ceño y su cuerpo se encogió.

ఌ︎𝐂𝐚𝐮𝐬𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐚𝐫𝐞 𝐭𝐡𝐞 𝐫𝐞𝐚𝐬𝐨𝐧ꨄ︎ •𝙺𝚎𝚟𝚎𝚍𝚍• [ Oᴍᴇɢᴀᴠᴇʀsᴇ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora