Alger Furst - 2

3 1 19
                                    

   Una vez que Alger consiguió reponerse de tan amarga despedida, decidió poner toda la carne en el asador a la hora de cumplir con la última voluntad de Nadin

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Una vez que Alger consiguió reponerse de tan amarga despedida, decidió poner toda la carne en el asador a la hora de cumplir con la última voluntad de Nadin. La miró por última vez, lamentándose de no haber podido hacer nada más por ella. Con cuidado de no llamar la atención de Volker, salió de la ambulancia. Rápidamente, se escurrió debajo del coche más cercano. Desde esa posición podía contemplar a la criatura sentada a horcajadas encima del vehículo de emergencias. Si ya de por sí le intimidaba, ahora que tenía como mínimo la estatura de tres hombres le parecía incluso más horrible.


   Ajeno a la huida del superviviente, el vampiro sostenía en alto a los cuerpos unidos de Haines y Meret, a los cuales exprimía para que la sangre que les emanaba por la boca cayera de manera más abundante. El ruido exagerado que hacía su garganta al tragar pondría los pelos de punta a todo aquel que lo escuchara.

—¿Acaso crees que no sé donde estás, conejillo? —le preguntó con cierta sorna Volker, sabiendo que llevaba un rato arrastrándose por el asfalto, con la intención de alejarse de él bajo los coches aparcados—. Desde aquí puedo oler la sangre de la herida que tienes en la cabeza.


   Un repentino escalofrío dejó a Alger paralizado. Con su mano temblorosa, se tocó la sien. Aún le dolía. No tardó en oír un golpe y ver cómo los cuerpos de la pareja yacían en el suelo. Los amortiguadores de la ambulancia chirriaron; el monstruo se había puesto en pie. Presa del pánico no pudo hacer más que contener la respiración y cerrar los ojos.


   Tan solo un par de pasos le bastaron a Volker para plantarse delante del coche bajo el que sentía la presencia de su víctima.

—¿Te gusta este escondite? —El vampiro plantó su pie sobre el vehículo, adoptando una pose chulesca a la misma vez que hundía el chasis y hacía saltar los cristales en pedazos—. No te preocupes, conejillo. Yo te ayudaré a salir de tu madriguera en cuanto terminemos de jugar.



   Volker se ensañó con el vehículo, poniendo todo su peso sobre él y clavando sus afilados dedos en los neumáticos traseros. La chapa del coche se quejaba mientras que los trocitos de cristal crujían sin cesar. Una de las ruedas delanteras también terminó reventando.

—Espero no haberme sobrepasado y que aún estés con vida cuando te entregue a Niels Rainath. —El vampiro saltó a suelo firme mientras reía orgulloso por haber atrapado al escurridizo mortal.



   En cuanto levantó el amasijo en el que se había convertido el vehículo y comprobó que no había ningún rastro de Alger en el asfalto, su alegría se desvaneció. Tampoco estaba adherido a los restos del coche. Confundido al haber sido engañado por su sentido del olfato, estrelló el maltrecho automóvil contra el pavimento. Sus huesos comenzaron a crujir a la vez que se acortaban lentamente. Tumbándose a ras del suelo, consiguió dar con Alger, quien estaba a tres vehículos de distancia.

Bertram Kastner: El Origen OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora