capitulo 26

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Me recogí los mechones de pelo rubio pálido en un moño desordenado en la nuca y me subí la camiseta. La tela parecía muy ligera entre mis dedos. A veces yo me sentía muy ligera. En unos pocos días volvería al instituto, tras haberme recuperado milagrosamente de la mononucleosis, para deleite de Stacey y Sam. Habían cancelado las clases durante tres días después de la visita del Infierno al viejo gimnasio. Abbot y la policía habían convencido al equipo directivo de que habían logrado impedir alguna clase de ataque terrorista casero. La población general seguía sin saber que los demonios caminaban entre ellos, y cuál era el verdadero propósito de los Guardianes. La amenaza de los Lilin había terminado, más o menos. Al menos, siempre que no hubiera más demonios enamorados de Lilith, o que quisieran desencadenar el fin del mundo. Las cosas estaban a punto de volver a la normalidad, como si octubre y noviembre jamás hubieran existido. 

Por lo tanto, todo iba bien, al menos para los Alfas y los Guardianes. Yo no me había transformado desde aquella noche, hacía no mucho tiempo. Tal vez no volviera a hacerlo jamás, y Abbot no me había presionado con el tema. Ya no era una mula, pero tampoco era como los demás Guardianes. Si acaso, ahora que sabía el aspecto que tenía realmente, me sentía más diferente de lo que lo había hecho antes.También trataba de no pensar en Petr y en mi padre, pues sabía que Elijah seguía ahí fuera y probablemente estuviera planeando mi muerte prematura. Aunque eso no me importaba demasiado. Ya me ocuparía de él cuando llegara el día. Pero, por el momento, tenía cosas más importantes de las que preocuparme. Mis ojos se movieron hasta el espejo, y al igual que cada día desde el enfrentamiento en el viejo gimnasio, me sorprendí. Probablemente pasarían años hasta que me acostumbrara a lo que veía.

 Me retorcí delante del espejo, y me sentí extrañamente aliviada y reconfortada porlo que veía en el reflejo. Mi nuevo e inesperado tatuaje servía como un recordatorio agridulce. Bajé la mirada y solté aire de forma irregular mientras unas lágrimas me quemaban los ojos. Bambi se había fusionado con el único demonio que quedaba en pie. Conmigo. Era demasiado grande para mí, pero estábamos intentando que funcionara. En ese momento, la parte inferior de su cuerpo me rodeaba el torso, y su cuello grueso de un ónice brillante se extendía entre mis pechos y subía por mi cuello. La cabeza con forma de diamante descansaba detrás de mi hombro. De algún modo, el detalle seguía impresionándome. Cada escama estaba perfectamente replicada, y también la línea que recorría el centro de su cuerpo y el vientre, más suave. Me pasé la mano por encima del ombligo, y la cola se agitó. El movimiento me sobresaltó, e incluso me hizo un poco de cosquillas.

 —Tienes que dejar de hacer eso —le dije. Bambi movió la cabeza y me estremecí, pues la sensación me provocaba escalofríos. 

La serpiente compartía algunos rasgos de la personalidad de Roth. En el escaso tiempo que había estado conmigo, pensaba de verdad que vivía para encontrar nuevas formas de atormentarme. Como cuando en mitad de la noche quería salir de mi piel para ir a cazar. Me daba miedo averiguar siquiera lo que cazaba. Tan solo esperaba que no fueran animales pequeños... o niños. O cuando se movía en mi piel para quedar visible cuando estaba con Zayne, tal como imaginaba que habría hecho Roth si... Me puse bien la camiseta y atajé aquel pensamiento, pero la parte posterior de la garganta me quemaba. Cerré los ojos y respiré hondo varias veces, volviendo a concentrarme en Bambi. El día anterior se había movido hasta un lado de mi cara mientras Zayne veía una película conmigo, y no quiso marcharse, sin importar lo que hiciera. Zayne trató de ignorarla, pero eso tan solo sirvió para provocar a Bambi y que saliera de mi piel y le pusiera la cabeza justo encima del muslo. Así que sí, la serpiente era como Roth. Un golpe en la puerta atrajo mi atención.  

—¿Sí? Zayne entró, con el pelo recogido en una coleta baja. Estaba esperando que viniera, y no solo porque últimamente pasábamos mucho tiempo juntos. En realidad no hablábamos de lo que había ocurrido ni de lo que Roth había hecho por él, por nosotros, pero sabía que le molestaba no saber qué decir. Yo tampoco lo sabía.Así que habíamos pasado mucho tiempo juntos desde entonces, y no había palabras suficientes en este mundo para demostrar mi gratitud. La presencia de Zayne había hecho lo que Roth sabía que haría. Había mantenido a raya la parte más áspera y oscura del dolor. Nuestro lazo desde la infancia era como un amortiguador que bloqueaba la dura realidad de que había perdido una parte de mí antes de tener oportunidad siquiera de darme cuenta. 

el beso del infierno libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora