La calidez de tus manos | Kokudou

Investigación

Pasan los días desde que aquellos demonios habían abandonado su vida anterior, ahora simplemente eran una pareja solitaria que hacía su vida sin sobresalir mucho de los demás.
En su aldea, Douma solía caminar de día siempre con una sombrilla e iba cubierto sutilmente para que no le llegarán a caer los rayos del sol, a decir verdad todo el mundo diría que se trata de una dulce mujer en cinta dando un común paseo.

Las miradas de varios de los hombres jóvenes de la aldea ponían sus ojos en Douma; se preguntaban "¿Quién será el hombre de quien pertenece esa mujer?". Como Douma siempre caminaba en solitario, nunca salía con Kokushibo eso fue convirtiéndose en uno de los rumores de él en su aldea. Varios, pensaban que era una madre soltera, pero nadie lo sabía con certeza por qué nadie se solía acercar a él, más por respeto y por qué en cierta parte no estaba bien visto que una mujer embarazada estuviera sola, eso también generaba comentarios negativos a su persona.

* * *

Un día, como era de esperarse, la desaparición de los pueblerinos de aquella área generaría sospechas por parte de la organización de los cazadores de demonios, lo que originaria que en algún momento los visitaran y eso podría generar más disputas en su entorno.

—Disculpe señora. —hablaba un adolescente de ojos granates muy característicos hacia nuestro conocido Demonio de facciones dulces. —¿Vive aquí? —Decia demostrando tranquilidad y dulzura con sus palabras.

Por parte de Douma, se giro hacia aquel menor y lo miro detenidamente, claramente había notado que era un cazador de demonios, pero no estaba nervioso en lo absoluto, sabía camuflarse estupendamente y su esencia demoníaca era nula hacia prácticamente cualquier cazador de rango superior. —oh... Buenas tardes, sí, resido aquí ¿Desea algo? —sonreia sutilmente para no mostrar sus afilados colmillos y suavizaba su voz.

—No nada... Simplemente en esta área han estado desapareciendo muchas mujeres y como usted es una quizá sea alguien peligroso y podría usted estar en cierto porcentaje de peligro... Procure estar a salvo. —miro a este la verdad bastante sorprendido en algunos aspectos por aquel que tenía a su frente... Una mujer embarazada especialmente alta y con una piel pálida, pensó que se trataba de una mujer de alto rango... No tuvo ninguna sospecha hacia él, pero algo le decía que aquella persona era especial en algo. —¿Esta usted embarazada? Se ve que está por venir... Me alegro por usted.

—Muchas gracias, eres un cielo... Y sí, ya estoy por los 9 meses, pronto daré a luz... Estoy bastante inquieta por tener a mi primer hijo con mi esposo. —sus mejillas se tornaron carmesí.

Algo en su afirmación sonaba incierto, una mujer de 9 meses caminando sola por la calle... Con esposo. ¿Como era posible que estuviera sola en tal estado? Supondría un peligro para ella. Eso alarmó al joven. —Disculpe mi atrevimiento... ¿Pero le importaría que le acompañe hasta su hogar? Estoy algo preocupado por usted, podría ocurrirle algo malo si está sola en tal estado, podría ocurrirle cualquier cosa y podría ser perjudicial para su hijo y a usted.

—Oh, no te preocupes, eres un cielo, pero estoy bien, no se preocupe. —seguia sonriendo hasta que por un incierto caso, su sonrisa se desvaneció por pocos segundos, sentía algo extraño en su interior, pero no era doloroso ni nada por el estilo, pero algo no iba bien, tocó su estómago con una mano y dio un suspiro. Miro el rostro del cazador y preguntó. —¿Cómo te llamas joven? Eres muy dulce, déjame compensarte tu amabilidad. Rebusco con la misma mano que sostenía su vientre y sacó una bolsita pequeña con unos pequeños caramelos con formas de estrellitas y se la ofreció a aquel chico. Eran para Kokushibo, pero se sintió agradecido por aquella pequeña charla.

—Mi nombre es Kamado Tanjiro, gracias. —dio una referencia a Douma y bajó su mirada y vio algo inusual que al mismo tiempo sintió un olor que conocía a la perfección; sangre que provenía del demonio platinado, subió la mirada y observó que en sus prendas de colores suaves había una mancha húmeda que se hacía mayor al mismo tiempo que aparecía una de sangre, eso lo alarmó. —S-señora creo que ha roto aguas...—se acercó a él con preocupación —Dejeme llevarla al hospital.