POE VERNE, ¡NO ME PERSIGAS!

2. ¡Ni lo sueñes!

Narra Poe:

El sol me cega a pesar de tener una revista sobre el regazo. «Para estar en verano hace demasiado calor», pienso alargando el brazo para coger el abanico de plumas que descansa sobre la mesita auxiliar de oro y cristal con motivos de cuchillos afilados. Muy original, ¿no? Pues me salió completamente gratis porque ya venía con la casa (o eso creo) cuando me hice con ella de una vez por todas.

—Señorito Poe, tiene visita —me informa Paige, la nueva asistenta que he contratado para que me ayude a mantener la casa.

No tiene más de veinte años, lo que la hace perfecta para mis peculiares gustos de demente. Pero, oye, ¿acaso no estamos todos un poco más locos cada día?

Acepto que mi nuevo invitado me halle en el mismo lugar donde me ha encontrado Paige. Cuando llega hasta mí lo muevo de tal manera que me tapa el molesto sol de una forma muy calculada.

—Así está perfecto Damián. Gracias por dejarte usar —respondo con una sonrisa espectacular, que seguro que me marca hoyuelos, mientras me recuesto en la hamaca.

El pelinegro gruñe como respuesta y se me queda mirando a cualquier ciprés que hay detrás de mí. Tiene la vista ida así que deduzco que está pensando algo. Como siempre no es fácil meterse en su cabeza.

—Eris se casa.

Me paralizo durante unos minutos.

—¿Con quién...? —consigo balbucear, casi perdiendo la consciencia.

—Aún no lo sé pero seguro que acaba en un jaleo que no nos va a gustar a ninguno.

Le ofrezco asiento a mi lado y lo acepta, luego le doy un abanico y así contemplamos el anochecer. Entre dudas y más dudas.

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Debo pedirte perdón por no haber subido el capítulo antes. La causa de mi ausencia ha sido debida a los exámenes de la universidad. La próxima actualización será en julio ya que tengo que enfrentarme a otro examen la semana que viene.