1. ascensores rotos

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Entrada del diario de Marcos Luna 1/4/24
Edificio arcaico de mierda, ascensores de mierda, encargado de mierda, todo es una mierda.

Gema

Estaba a media tostada de mermelada cuando el timbre sonó. Aparentando más ganas de vivir de las que tenía, me levanté de la cama, me puse mis pantuflas de perrito y salí al pasillo.

Un viento frio me heló las piernas desnudas. –¿Desnudas?– pensé en voz alta. Baje la mirada y sí, efectivamente no llevaba puesto nada sobre mi ropa interior. Mortificada me di la vuelta e intente abrir la puerta. No pude. –Bueno, hoy claramente no es mi día– dije para mi misma. –Abrete por favor. No tengo energía para que el viejo de enfrente me vea así.– dije.
Forcejeé por última vez y asombrosamente, la puerta se abrio.

Entré como un rayo a mi casa, me vesti y corrí afuera (con llaves en mano esta vez). Llamé el ascensor, me subí y seleccione la planta baja. Mientras el elevador descendia empezé a pensar que le diria al repartidor. –Buen día. Aquí tiene. Y ahi le doy la plata– repasé. –Bien bien. Perfecto. Yo puedo. No me tengo que trabar.–

Estaba por mi tercer repaso consecutivo cuando el ascensor llegó a destino. Sostuve las llaves y avanzé hacia la entrada pero antes de que pudiera estirar la mano hacia la puerta alguien la abrió desde afuera.

En ese momento lo ví. El chico más lindo, que jamás haya visto en este edificio. En realidad, para que mentir, el único chico que vi en este vejestorio. Me le quedé mirando como una estúpida hasta que inclino su cabeza haciendo que salga del trance.

Sin decir ni una palabra se hizo a un lado para que pudiera salir a recibir el pedido. Agradeciendo silenciosamente puse mi cuerpo entre la puerta y la entrada para hablar con el repartidor. Cuando estaba por empezar a recitar mi tan estudiado discurso, el repartidor miró detrás de mí. Lo seguí y vi que el chico seguía sosteniendo la puerta. Hicimos contacto visual, y acto seguido la soltó adentrandose al edificio nuevamente.
Un poco extrañada seguí con lo mio. Hable sin trabarme y exitosamente me pude contener de contestar "Vos también" cuando el repartidor me deseo que lo disfrutara.

Cuando volví a entrar me encaminé a los ascensores. De los tres disponibles del último se escuchaba el presionar de los botones pero el ascensor no estaba subiendo. –Debe ser el chico de antes. No debe estar andando ese ascensor– pensé mientras me adentraba al primero. Al entrar percibí que algo estaba mal. Los botones titileaban y sin importar que tanto los presionará el ascensor no respondía. Cuando me harté salí fuera, pero en vez de encontrarme con el pasillo, me choqué con un firme pecho. Sintiendo como todo el calor se me iba a la cara me apresuré a disculparme:

–¡Dios! Lo siento, no fue mi intención es que yo solo salí y pum me choqué contigo pero fue sin querer.

-Tranquila.– respondió.

Intentando acomodar mis pensamientos pregunté:

–¿No funciona, no? No es raro, siempre pasa. Lo que me extraña es que ninguno de los tres funcione.

–No, no funciona.– dijo.

–Wow, que charlatán– pensé. Como no podía decir eso en cambio le pregunté:

–¿Y?. ¿Qué hacemos?.

–Hay que ir a buscar al encargado. Ahora vuelvo.

Esas fueron sus últimas palabras antes de desaparecer por el garage. Me senté a esperarlo en las escaleras mientras me preguntaba si seria necesario subir dieciséis pisos por escaleras. Realmente esperaba que no, ya que de así serlo mi falta de gimnasio se haría notar. Entre tanto seguía lamentandome por mi terrible estado físico él chico volvió. Su cara larga era un reflejo de su mal humor, sin querer presionar mucho más pregunté:

–¿No estaba?

–No.– fue lo único que respondió.

En ese momento como si de magia se tratase el encargado salió del último ascensor. Nos paramos y nos acercamos a él. El chico preguntó:

–¿Por qué no funcionan?

–Los estan arreglando, por eso fallan. –respondió Gustavo, el encargado. –De igual forma este sí anda, usen este.–

Cuando me volteé a ver al chico, vi que este tenía uno de sus brazos estirados, invitandome a pasar al ascensor. Un sentimiento extraño me llenó el corazón. –Qué baja esta la bara para que eso me emocione– pensé.

Cuando Gustavo se fue, nos subimos al ascensor y empezamos a subir.

–¿Qué piso?–Me preguntó. Mientras tocaba el botón para su piso. El quince.

–Dieciséis– le dije.

Nos dejamos consumir por un cómodo silencio entretanto cada uno estaba inmerso en su teléfono.

–El chico del quince es muy lindo– pensé.



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⏰ Última actualización: Apr 07 ⏰

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