⁓ El viaje ⁓

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Sonó el despertador, eran las seis y media de la mañana, olía a tostadas y café. Y alguien trasteaba en la cocina. Lo primero que hice fue mirar si llevaba ropa puesta, igual que sucede en las películas cuando la protagonista no recuerda haberse ido a la cama con alguien. Solo que yo desee no llevarla.

Me levanté de la cama y fui directa al baño a asearme y ponerme algo decente. Salí del dormitorio, atravesé el distribuidor y allí estaba él preparando el desayuno.

- Buenos días. - dijo enérgico. - Tendrás que darte prisa si no quieres que se nos eche el tiempo encima. Me gustaría llegar antes de que anochezca, si es posible. - Estaba encantador. - Por cierto, lo de anoche estuvo genial.

Fue un acto reflejo, me abracé a mí misma avergonzada. Casi no podía mediar palabra y con un hilo de voz le pregunté:

- ¡Oh dios mío! ¿Hemos hecho algo indecente? - todavía me ruboricé más.

- Ya lo creo que fue algo indecente. - se mordió el labio, se acercó a mí, me cogió por la cintura y me estrechó apasionadamente contra su cuerpo.

Le vi la sonrisa en su cara, y supe que estaba bromeando. Continué con su juego.

- ¡Lástima! No recuerdo nada. Supongo que entonces no fue para tanto. Por muy mala que sea la noche no suelo olvidarlo con tanta facilidad. Debió ser espantoso.

- Serás.... - gruñó.

- Tranquilo, lo superarás. - dije con sarcasmo guiñando un ojo.

- Si yo te tocara Cande ... no lo olvidarías nunca.

Me atraganté con mi propia saliva.

- Come algo y prepárate, vendré enseguida, cogemos tus cosas y nos vamos.

Tenía poco menos de media hora para preparar la maleta mientras Jon recogía sus cosas en el hotel donde estaba instalado.

Me apresuré en meterme en el vestidor para coger algo de ropa. Estaba nerviosa como si fuera una niña preparando su mochila para las colonias. Me sentía viva, me sentía feliz. Por un momento creí que me podría dejar llevar, soltarme un poco y divertirme. Ya lo tenía casi todo listo cuando paré de repente y me senté a los pies de la cama.

¿Qué estás haciendo Candela? ¿A dónde crees que te conducirá todo esto?, me preguntaba a mí misma.

Aparentemente siempre había sido fuerte, valiente y segura de mí misma, pero había momentos en los que me sentía frágil como el cristal, indecisa e insegura. Todo lo cuestionaba, todo lo analizaba, y siempre miraba las consecuencias. Era una persona contenida que jamás perdía el control. Pero esta vez me sentía perdida. No quería ser imprudente ni perder el control. Quería ir con él, pero... el resultado de todo aquello se entreveía borroso. Recordé las palabras de Martina, y como pocas veces solía hacer, me dejé llevar.

Preparé la maleta, era algo fácil para mí, solía viajar a menudo, viajes cortos de negocios que no me permitían disfrutar de los lugares en los que estaba. Cogí mi portátil, mi bolso y la trolley y lo dejé todo en la puerta de entrada. Llamé a Martina, para darle algunas instrucciones sobre el cuidado de Anakin, mi gato. Martina tenía llaves de mi casa y siempre se hacía cargo de él en mi ausencia. Trabajaba como Account Manager en una empresa multinacional, con sede en Barcelona, cercana a mi apartamento, gestionaba el canal multimarca de la compañía, planificaba el presupuesto anual de la división, y un largo etcétera de gestiones y tareas de las que era responsable. Muchas veces se quedaba a dormir en casa para así optimizar su tiempo, y yo estaba encantada, así que esta vez no sería diferente. Ella era propietaria de un pequeño piso en Sabadell, con un par de habitaciones, cerca de sus padres que andaban algo pachuchos y requerían a menudo de sus atenciones.

Agua Amarga Donde viven las historias. Descúbrelo ahora