CAPÍTULO 4

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Mi cabeza estaba a punto de explotar, no sentía mi cuerpo, mi corazón latía exageradamente, mi vista estaba nublada por las lágrimas que estaban cayendo sobre mi rostro. Y de pronto, ahí estaba ella, sentada en el suelo abrazándose a sí misma hecha pedazos por lo ocurrido. Corrí y me agaché para darle un abrazo y hacerle saber que estaba con ella. Mi mamá no estaba bien, era obvio.

— ¿Qué fue lo que pasó? — angustiado pregunté mientras me alejaba de ella sigilosamente para no alterarla más. Ella no podía hablar, las palabras no podían ser expulsadas por la presión que estaba sintiendo, sin embargo, respiró hondo y pudo decirme con claridad.

— Es tu hermana, ella, ella está en estado crítico en estos momentos en el quirófano — Entendía completamente a mi mamá, yo también me sentí mal al escucharla hablar pero no quería mostrarle debilidad, no ahora.

Ambos estábamos sentados en la sala de espera del hospital, ella tenía en sus manos un café, yo decidí no beber nada para poder controlar mis nervios. Mi mamá, por su parte, comenzó a contar que fue lo que había pasado. Me dijo que eran aproximadamente las tres de la tarde cuando mi hermana llegó a casa bañada en sangre por todo su cuerpo, alguien la había lastimado con la intención de matarla. No podía creer lo que mi mamá me decía, mi hermana era una de las personas más importantes en mi vida, yo la conocía más que nadie ahí afuera, ella nunca haría nada que resultara peligroso y que pueda dañar su integridad física, emocional, mental, y, mucho menos haría algo para lograr que otra persona fuera capaz de hacerle lo que le hizo. Ella no era esa clase de persona.

— ¿Lo agarraron? — pregunté con firmeza. Mi mamá se secaba las lágrimas y negaba con la cabeza a mi pregunta. Eso me hacía sentir con mucha más rabia, porque el culpable está por ahí andando mientras mi hermana lucha por su vida.

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Los días seguían pasando, ya había pasado una semana desde lo que ocurrió con mi hermana, ella seguía hospitalizada, había caído en un estado de coma debido a que tuvo un problema más severo, por esa razón mi madre no se movía de su lado. Yo quería hacer lo mismo pero no podía darme ese lujo de poder faltar a clases. Sin embargo, siempre estaba en contacto con mi mamá por si ocurría algo.
Intentaba no pensar mucho en lo que ocurría, era imposible no perder la concentración cuando tu hermana, una parte de tu vida está en una cama de hospital sin poder hacer nada por ella.
La clase de la maestra Jenny comenzaba aproximadamente en unos veinte minutos. No había nadie en el aula, era el primero en llegar ¿Eso era normal? – Me sentía agotado, estos últimos días no había podido conciliar el sueño, la mayor parte de mi día me la pasaba en el hospital, solamente llegaba a casa para poder dormir y comer un poco. De un momento a otro puse mi rostro sobre mi asiento mirando a mi lado izquierdo, cerré los ojos con la intención de despertarme una vez que la clase diera inicio, pero no pasaron ni siquiera dos minutos cuando sentí que algo, o más bien, alguien me estaba mirando. No quería abrir mis ojos pero lo hice lentamente y cuando ya estaban completamente abiertos, lo primero que pude ver eran esos ojos azules, era Max, estaba de cuclillas observándome con una pequeña sonrisa en su rostro, esa típica sonrisa ya era parte de él siempre que me miraba.

— Supongo que hoy tampoco dormiste bien — no dije nada, mi mejilla seguía ejerciendo presión con mi asiento. — ¿Quieres ir a un lugar después de salir? Así puedes deshacerte por un momento de los malos pensamientos — levanté mi cabeza, él, por su parte también se puso de pie.

— ¿Contigo? — respondí mientras levantaba una ceja.

— Bueno, si alguien te propone ir a un lugar es obvio que...

EL CHICO DE LA CLASE 53Donde viven las historias. Descúbrelo ahora