Capítulo 1

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—Entonces, ¿eso es todo? —me sorbí los mocos —¿Aquí acaba todo?

Las lágrimas caían por mis mejillas. No cesaban y era un estrés, odiaba mostrarme sensible ante la gente, pero en este momento no podía evitarlo.

Este verano había conocido a un chico. Un chico que para mí había sido un antes y un después. Pero como siempre, después del verano llega la realidad, y tocaba volver a Hogwarts.

—Anne, volverás a Hogwarts, y no nos veremos hasta vete tú a saber cuándo —Mike me miraba con lástima.

—Pero podríamos mandarnos cartas...—traté de solucionarlo.

—No es suficiente, yo necesito verte.

—Mike...

—No lo hagas más difícil, Ann —sentenció él con voz firme —. Esto ya es lo suficiente doloroso.

Algo en mí, me decía que para él, no era igual de doloroso que para mí. Y me dolía el alma aceptarlo pero era así.

Era una realidad admitir que realmente mandarnos cartas y vernos solo en vacaciones no sería algo bueno para nuestra "relación" pero yo lo único que quería era estar con él, saber que cuando volviera, estaría él esperándome con una sonrisa, pero esto no es un cuento de hadas.

—Está bien.

—Bien.

—¿Puedo darte un beso? —pregunté —Solo el último, y será suficiente...

Mike se acercó a mí con indecisión. Sabía que él no pensaba que esto era buena idea, pero lo hacía por mí.

Agarró mi cintura con sus manos y posó un delicado beso sobre mis labios.

—Adiós, peque.

Y se fue.

Fue un verano bastante intenso.
Desde el inicio sabía que en cuanto llegara el 31 de agosto, todo cambiaría. Pero aún así me arriesgué a quererle.

Porque el amor se trata de eso, de arriesgarse.

Aquella noche me fui a dormir pensando en lo mucho que echaría de menos pasar tiempo con Mike, en lo mucho que echaría de menos las noches en la playa junto a él. Pero las cosas tenían que ser así, y así fueron.

(...)

Me desperté casi de un sobresalto en cuanto mi madre entró en mi habitación con el corazón en la mano, gritando que como no me diera prisa, acabaría perdiendo el tren.

—¡Anne Greenwood! —gritó en cuanto posó sus dos pies dentro de la habitación.

Yo me froté los ojos con pereza, haciéndola enfurecer aún más.

—¿Quieres perder el tren? —preguntó, esperando una respuesta. —¡NO! ¿verdad? —se respondió a sí misma.—.Entonces levanta tu culo de esa cama, ¡Y vístete YA!

Y desapareció por el umbral de la puerta.

Obedecí, y comencé a pasar por mi cabeza una camiseta vieja que encontré por mi armario.

Este año comenzaría mi quinto año en Hogwarts.

Sabía que este año iba a ser muy diferente al anterior. Después de la muerte de Cedric Diggory en el campeonato de Los Tres Magos, y la supuesta vuelta de Quien-Vosotros-Sabéis, todo Hogwarts estaba revolucionado y con el corazón en la boca.

Pero era un tema del que realmente estaba poco interesada. En mi cabeza solo aparecía la imagen de Mike despidiéndose de mí.

(...)

—¿Nos enviarás cartas todos los días? —mamá comenzó a montar su drama de todos los años en cuanto llegábamos a la estación King Cross.

—Si mamá —dije con pereza.

—¿Todos los días?

—Todos los días —repetí con una sonrisa.

—Muy bien...—comenzó a manosear toda mi ropa y a hacer gestos como si la estuviera alisando.

En cambio papá, se encontraba firme y serio como siempre. No me sorprendía en lo absoluto. Aunque sabía que él me iba a echar muchísimo más de menos que mamá.

Me despedí de ambos con la mano y con una sonrisa en los labios. E ingresé en el tren.

Busqué con la mirada a mis amigos pero no aparecían por ninguna parte, así que opté por sentarme sola en un vagón y descansar un poco.

Abrí uno completamente al azar, que se encontraba vacío. Allí posé la pequeña maleta que llevaba conmigo y me senté junto a la ventana. Abrí mi libro y comencé a leer sin siquiera preocuparme si el tren ya estaba en marcha.

Perdí la noción del tiempo, al querer darme cuenta, ya estábamos a la luz del día. Lo único que se veía al rededor eran montañas y más montañas. Amaba esta parte del trayecto.

Cuando me cansé de leer, cogí el pequeño álbum de fotos que se encontraba en mi maleta, y comencé a mirar las fotos que tenía con Mike. Las lágrimas no volvieron a evitar caer, y de nuevo me sentía vacía.

Cuando de repente, escuché como se abrió la puerta del vagón en el que me encontraba.
Mis ojos encontraron los de un chico al que no había visto nunca. Su pelo era rizado y estaba algo alborotado, sus ojos eran de un color marrón oscuro y sus pestañas eran tan largas que las podía ver desde lejos. Se le veía algo apresurado y estresado.

—Hola.

Yo traté de secarme las lágrimas lo más rápido posible, aunque parece que no se dio cuenta.

Era un chico bastante atractivo. Llevaba una camiseta blanca, algo vieja quizá, y unos pantalones negros que le quedaban algo anchos.

—Puedes sentarte —le invité—. Si quieres.

Él no pareció dudar mucho más, y se sentó en el asiento de enfrente.
Vi como su vista se clavó en el álbum que tenía en las manos, y su vista volvió a mis ojos.

—¿Es tu novio? —preguntó curioso.

—Era —corregí, mientras sonreía con tristeza.

—Vaya.

Era bastante incómoda la situación, así que traté de cambiar de tema lo más rápido posible.

—Nunca te había visto antes, ¿entras nuevo este curso?

—Sí —asintió.

Por sus respuestas sumamente monosílabas, di por hecho de que no era un chico bastante hablador, así que simplemente me limité a asentir al igual que él, y clavar mi vista hacia la ventanilla.

El ambiente era bastante tenso e incómodo. No sabía ni siquiera su nombre, y recordé que yo no me había presentado tampoco, así que quise dar el primer paso.

Si íbamos a estar todo el trayecto en el mismo vagón, que menos que saber su nombre.

—Soy Anne, por cierto —dije.

—Mattheo —dijo él en modo de respuesta.

Al menos ya sabía algo.

—¿A qué curso entras? —quise preguntar.

—Quinto curso.

—¡Igual que yo! —respondí. Al instante me sentí idiota.

A él pareció haberle hecho algo de gracia mi comentario, y pude divisar una pequeña sonrisa que hizo que me tranquilizara.

El resto del camino nos mantuvimos en un tenso silencio, algo rígido e incluso algo inquietante. Era un chico bastante misterioso y callado.

Pero todo cesó por completo en cuanto cerré mis ojos, y en mi mente volvió a aparecer Mike.

Tal vez, luego. -Mattheo Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora