15. A golpe de tijeras

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NARRA ERIS

No quiero que esta mierda se haga realidad. Me niego a aceptar que mi propia gente quiere seguir con una tradición antigua y sin sentido.

—Es la hora —me informa mi padre vestido con su típico traje de corte inglés con cara «o lo haces o te dejo sin amigos y sin manera de esconder tus presas».

Ya llevo el estúpido vestido de novia. Es de corte princesa sin demasiada exageración de volumen. Eso sí, para mí es demasiado. Y mi prometido... Bueno, dentro de poco sabré a quién han convencido para esta tontería monumental.

Lo peor de toda esta situación es que me he enterado esta mañana de qué estaba a punto de ocurrir y no puedo hacer nada para evitarlo. Justo en el momento exacto ha entrado a darme los buenos días. Lo odio. Siempre metiendo las narices donde nadie lo ha llamado.

—Es la hora —me informa tan arrogante como siempre.

El himno de La Cacería no tarda en empezar a sonar. Estoy aún en mi habitación cuando una voz grave me dice:

—Coge las tijeras del tocador.

Sonrío nada más por pensar en los posibles usos que puedo darle. Al girarme no hay nadie. Abro la puerta de mi habitación y salgo al exterior, al patio de la mansión Hanson.

Poe no está, en su lugar está Damián. Tampoco le hace gracia la escena pero asiente al verme.

«¿Qué está planeando?»

A mí padre parece darle igual todo. Pues muy bien.

—Me opongo —escucho decir cuando estoy a punto de decir «sí quiero» con menos ganas que un bolígrafo sin tinta.

Mi única arma deja de estar conmigo, escondida bajo la tela de mi vestido, después de que una figura alta me haya tocado.

El pelinegro tiene un cuchillo en la mano, el rubio está a su lado y mi padre... Bueno, unas tijeras verdes salen de su abdomen.

Los tres salimos de ahí.

No quiero volver.

Para poder correr rompo el vestido en miles de trozos.

Libre.

Al fin.

POE VERNE, ¡NO ME PERSIGAS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora