Parte única

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Rashta se aferra a su espalda como cada noche. Era el conocido picor intenso de los arañazos que rompen las cicatrices de los otros más antiguos y que no terminan de sanar. Los gemidos de Rashta, bajos y tímidos, se cuelan en sus oídos y acarician sus tímpanos con deleite. Sovieshu aumenta el movimiento de sus caderas, siendo abrazado por las paredes interiores de Rashta que no desean soltarlo.

–Más fuerte... Más rápido... – Suplica la albina en un tono lastimero, mientras termina de romper la capa exterior de piel del hombro de Sovieshu–.

Sovieshu niega.

–Te haré daño... – Le dice intentando calmar esa necesidad de él que Rashta había optado esa noche–.

Pero ella se negaba a ello y aunque él quisiera negarse, Rashta sabía como engatusar su mente y convencerlo de hacer locuras.

–No... Tú nunca me harás daño.

Con eso último, Sovieshu sin mucho esperar, sujeta las piernas de Rashta y las coloca sobre sus hombros para profundizar esas embestidas.

Entonces, los gemidos pasan a ser gritos. Haciendo temblar las paredes.

–¿Lo estas haciendo a posta? – Pregunta Sovieshu con una sonrisa ligera–. Normalmente eres más silenciosa.

–¿Seguirás quedando a solas con la emperatriz?

Rashta responde con una pregunta y aunque es un acto de ofensa hacía el emperador de Oriente, este no se puede enojar con su única concubina.

El recuerdo de esa mañana llega gentilmente a su mente. La montaña de inmensos papeles que no le dejaban ver la puerta, junto al aroma a manzanilla de su llena taza. Siendo la única persona a quien pudo escuchar durante varias horas, Navier, su esposa y emperatriz. Ambos estuvieron discutiendo cuestiones políticas, no pensó que Rashta se enojaría por eso.

Aunque no estaba sorprendido.

–¿Es por eso que me estuviste ignorando toda la tarde?

–... Si sabe la respuesta, no me pregunte.

Rashta era una esclava rescatada por él. Un secreto que nadie conocía porque se encargó de quemar cualquier indicio de pruebas en contra de la albina.

Rashta fue abandonada por su padre cuando era niña. Y se convirtió en una mujer que tuvo que soportar las humillaciones de su condición inhumana hasta que pudo llegar a sus brazos.

Perdiendo en el proceso a su primer hijo por esas condiciones pésimas en las que vivió y quedándose sola en una cabaña durante días sin saber del padre de su hijo. Eso último, contado por la misma Rashta, quien confió su secreto a Sovieshu.

Después de conocer aquella historia, a Sovieshu no se le hacía extraño que
después de tantas pérdidas en su vida, Rashta se aferrara a él con ese ímpetu.

Sovieshu, un hombre al cuál le enseñaron desde niño a no mostrar muchas emociones y no dejarse llevar por la locura del amor, dejó pasar la fascinante actitud de Rashta por ese y otro motivo.

Aunque sabía que Rashta estaba enferma de amor. Como estaba celosa de la emperatriz y la tiraba lejos cuando estaba con él. El como ocupaba sus noches e incluso suplicaba por aprender política solo por no querer que la emperatriz llenara sus conversaciones y tiempo. El como le reprochaba incluso ahora su actitud en momentos como ese.

Algo que al principio era lindo, pero con el paso del tiempo se volvió peligroso. Sobre todo porque un día casi m*ta a una sirvienta por haberlo mirado.

Era una actitud deplorable. Descarada. Nadie podía enterarse de la actitud confianzuda de Rashta. Aunque, si se enteraban, a Sovieshu no podía darle menos importancia porque él, ignorando cualquier enseñanza otorgada, terminó enfermándose de ese amor al igual que Rashta.

Cada día era asfixiado sin darse cuenta. Aferrándose a ese amor con desesperación, esa hambre incontrolable de afecto. Sovieshu estaba extasiado.

Sovieshu deposita un beso tímido en los labios de Rashta.

–Te amo. – Dice mientras comienza a besar todo su rostro–. Nunca olvides eso.

Rashta se aferra a su espalda y lo mira con desconfianza.

–¿Siempre será mío, su majestad? – Le pregunta de nuevo con descaro ocupando sus labios con besos intermitentes–.

Sovieshu sonríe.

–Lo seré... Si tú prometes ser mía para siempre.

Después de un momento en silencio, Rashta sonríe convencida, recuperando ese brillo en los ojos.

–Siempre he sido suya, su majestad.

***

Hacia tiempo que no escribía sobre ellos. Es terapéutico 🤣❤

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Asfíxiame con tu amor [Rashta/Sovieshu] | LA EMPERATRIZ DIVORCIADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora