Tras las Huellas del pasado.

Capítulo 1.

Estar inundado por la música es una experiencia que puede variar de persona a persona, pero en general, se puede describir como una inmersión profunda en un mundo de sonidos y emociones.

Cuando te sumerges en la música, todo a tu alrededor parece desvanecerse. Los acordes y las melodías llenan el espacio a tu alrededor, envolviéndote en un abrazo sonoro y dependiendo de la situación, cálido o no tan desolador. Cada nota se convierte en un pincelazo de color, en un lienzo en blanco, creando paisajes emocionales que te transportan a lugares que solo existen en el corazón y la mente.

El ritmo de la música palpita en tu pecho, sincronizando tu corazón con su cadencia. Cada instrumento tiene su voz, su historia que contar, y de pronto, te encuentras perdido entre las capas de armonía y contrapunto, como si estuvieras navegando por un mar de emociones.

Las letras de las canciones o los instrumentales se convierten en mensajes que resuenan en lo más profundo de tu ser, tocando fibras sensibles que te hacen reflexionar, recordar, soñar. Es así como, cada palabra es como un susurro al oído, revelando verdades ocultas o despertando recuerdos olvidados u ocultados. Justamente, esto mismo le sucedía a un hombre de mediana edad que, mirando el techo de su habitación se hallaba así mismo, nuevamente presa del insomnio. Frustrado, irritado y agotado, decidió hacer lo mismo que hacía en noches como estas, dejar que la melodía de la música llenara su cabeza hasta hacerle caer dormido.

Los acordes vuelven a sonar en el sistema de audio, el tiempo se dilata y se contrae, y en medio de todo ese torbellino de sensaciones, se encuentra a sí mismo, en un estado de comunión con la música y con todo lo que ella representa: la belleza, la pasión, la tristeza, la esperanza.

Es una experiencia que, en palabras de su terapeuta, puede transformar vidas, y él es la prueba de ello. Cuando su estado de ánimo fluctúa entre la más oscura desesperanza, la música logra elevarlo por encima de las preocupaciones mundanas y los recuerdos que le conectan con eventos que quisiera poder olvidar tan fácilmente como si se pudieran borrar archivos inservibles de un computador con una acción tan sencilla como darle "click" a "eliminar".

Sin embargo, para bien o para mal, o como un resultado de la evolución humana y su lucha por la supervivencia, esas huellas indelebles que quedan registradas en su amígdala cerebral, como resultado de un trauma sufrido tan profundo, causado por eventos y situaciones adversas o que le trajeron tal intensidad de emociones dolorosas, han desarrollado en él una aversión hacia la confianza y la entrega ciega hacia otras personas, que está casi justificada, como un mecanismo de defensa ante las posibles eventualidades o personas malintencionadas.

Odia esa situación que ya ha sabido reconocer perfectamente: Cuando recuerda el pasado, es como si retrocediera en el tiempo y se sumergiera en un océano de recuerdos. Las imágenes, los sonidos, los olores, todo vuelve a cobrar vida de repente, como si estuvieras reviviendo esos momentos una vez más. Y eso mismo le hace sentarse de inmediato en la cama para despeinar su cabello y soltar un respiro contenido en sus pulmones.

Las memorias fluyen en él como corrientes de agua, llevándole de un recuerdo a otro en un vaivén constante. Puede sentir la familiaridad de esos lugares y personas que alguna vez fueron parte de tu vida, como si nunca se hubiera alejado de ellos del todo.

Odia ese sentimiento. Se había prometido no mirar atrás nunca más. Pero allí estaba él, mirando sus manos temblorosas unidas y tendidas sobre el blanco cobertor. Tal cual aquel día, cuando se encontraba de pie frente a... Aparta la mirada en dirección a la ventana, las emociones asociadas a esos recuerdos le emergen con fuerza, trayendo consigo la tristeza, la nostalgia, el arrepentimiento. Puedes sentir el peso de una pérdida o el eco de un error cometido.