13 - Sucesión de desastres (continuación)

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¿Qué demonios era esto? Algo andaba mal, muy mal ¿Acaso había comido algo que le habría hecho daño? Con la presión vivida en el almuerzo era lógico que la comida se hubiera paralizado en su estómago, pero esto era algo más. ¿Acaso sería veneno? ¿O quizás sus órganos estaban colapsando de repente por haberse sobre esforzado después de estar tanto tiempo en cama? Gimió mientras sentía que el dolor alcanzaba su cintura. Se encogió abrazando su estómago con fuerza buscando un alivio que no parecía llegar.

- ¿Qué te sucede? – pregunto Bethel alarmada al ver su cara de intenso dolor - ¿Dónde te duele?

La sirvienta con una rapidez increíble comenzó a quitarle el vestido buscando el origen de su dolencia ya que la joven no hablaba, solo gemía sin moverse, cuando algo llamó su atención. Entre su dolor Aylah no pudo menos que sorprenderse, el vestido estaba manchado de sangre y la cama justo donde se había sentado también. Así que era eso, fuertes cólicos menstruales, no recordaba como se había sentido esto en su vida anterior pero era demasiado doloroso.

Bethel malinterpretando su cara de sorpresa trató de calmarla hablando con suavidad, como si se tratara de una niña pequeña, tal vez pensando que Aylah se había asustado y sorprendido al ver que la sangre salía de su cuerpo de esa manera.

- Está todo bien, es algo normal – le dijo con calma – llamaré a un sanador y prepararé un baño caliente

Aylah solo se encogió en posición fetal, abrazando sus rodillas esperando que el dolor se calmara un poco de este modo. Apenas oyó la puerta abrirse, escuchó la voz sorprendida de Bethel.

- ¡Joven Kadir! ¿Qué está haciendo aquí?

Maldiciendo su suerte Aylah se encogió aún más, esto no podría ser peor. Había llegado su oportunidad y su cuerpo le estaba jugando una mala pasada. Miró hacia la puerta y pudo ver a Bethel parada y la sombra de Kadir proyectándose en el suelo.

- No puedo demorar, así que no tengo mucho tiempo – dijo Kadir en voz baja – el conde no deja de vigilarme

- Lo siento, pero no puedo permitirle pasar, la señorita está indispuesta en este momento – negó Bethel, por lo que podía ver ella estaba contrariada. Quería cumplir con la petición de Aylah, pero en este momento no estaba presentable y estaba en una situación delicada e íntima para una mujer. Ella podía entenderla pero seguía maldiciendo ante los inconvenientes que uno tras otro se interponían en su camino arruinando su plan de supervivencia.

Bethel cerró la puerta tras ella, así que no pudo oír el resto de su conversación que debío haber sido bastante corta pues a los pocos minutos regresó con un sanador. La ya usual calidez de la magia aliviando su dolor fue totalmente bienvenida. Mientras tomaba un agradable baño caliente, cambiaron las sábanas de la cama.

- Cada vez que sienta dolor prepare esta infusión, si el dolor se volviera muy fuerte adminístrele estas medicinas cada seis horas – indicó el sanador – es algo normal que se sienta así – añadió al ver la cara de preocupación de Bethel ante tantas medicinas solo para esto – en los registros de la señorita otorgados por los sanadores anteriores no hay nada escrito acerca de su primer período, así que por sus fuertes dolores deduzco que esta es su primera vez

- ¿Es normal tenerlo tan tarde? Ella ya es una mujer

- En términos de edad si lo es, pero en cuanto a crecimiento no – el sanador suspiró – parte de los procedimientos descritos para mantener su cuerpo funcionando cuando dormía retardan su crecimiento y desarrollo, así que en lo que a su cuerpo respecta ahora ella estaría entrando en la pubertad. Puede esperar cambios visibles en su desarrollo corporal, en su estado de ánimo, que puede variar con mucha facilidad - revisó unos papeles que tenía en sus manos donde escribió algo antes de añadir – de igual forma cualquier otra cosa que note debe avisarle al sanador en turno de inmediato

Bethel solo asintió mostrando que lo había entendido todo. Una vez que todos abandonaron la habitación y la puerta se cerró, se sentó en la cama a su lado y sacó algo del bolsillo de su uniforme. Aylah la miró con curiosidad mientras la sirvienta se lo entregaba con una amplia sonrisa en sus labios. Se trataba de una fina cadena dorada de la cual pendía una gema ovalada de color púrpura, apenas más grande que una moneda, que parecía tener una misteriosa neblina en su interior, que se movía en un suave vaivén. La miraba extasiada, como si tuviera alguna magia escondida que le daba tranquilidad y la mantenía hipnotizada pendiente de cada movimiento que ocurría dentro de la bella gema.

- Kadir me dijo que te lo diera – dijo Bethel – que tal vez, te ayudaría a recordar

Cerró su mano en torno a la gema y sonrió satisfecha, no todo estaba perdido.


Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora