₅Sangre de dragón

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No querrás despertar al dragón ¿verdad?

Ella había nacido en DragonStone nueve lunas después de la huida, durante una tormenta de verano que amenazaba con quebrantar la solidez de la propia isla

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Ella había nacido en DragonStone nueve lunas después de la huida, durante una tormenta de verano que amenazaba con quebrantar la solidez de la propia isla. Se dijo que la tormenta había sido espantosa. La flota de los Targaryen, anclada cerca de allí, quedó destruida; el viento arrancó enormes bloques de piedra de los parapetos y los precipitó a las aguas embravecidas del mar Angosto. Su madre había muerto en el parto, y aquello jamás se lo habia perdonado Viserys.

Dany tampoco tenía recuerdos de DragonStone. Habían huido de nuevo justo antes de que el hermano del Usurpador se hiciera a la mar con la nueva flota. Para entonces, de los Siete Reinos que habían sido suyos, ya solo les quedaba DragonStone, la cuna de su antigua casa.

Al principio los magisteres, arcontes y príncipes mercaderes estaban encantados de recibir a los últimos Targaryen en sus hogares y a sus mesas, pero a medida que pasaban los años y el Usurpador seguía ocupando el Trono de Hierro, las puertas se les cerraron y sus vidas eran cada vez más míseras. Hacía mucho que se habían visto obligados a vender los últimos tesoros que conservaban, y ya no les quedaba ni el dinero de la corona de su madre. En los callejones y tabernuchas de Pentos llamaban a su hermano el Rey Mendigo

Dany prefería no saber cómo la llamaban a ella.

Algún día lo recuperaremos todo, hermanita, le prometía él. A veces le temblaban las manos al hablar del tema. Las joyas y las sedas, DragonStone y KingsLanding, el Trono de Hierro y los Siete reinos. Volveremos a tener todo lo que nos arrebataron.

Viserys vivía pensando solo en aquel día. En cuanto a Dany, lo único que quería recuperar era la casa grande de la puerta roja y el limonero junto a su ventana, la infancia que no había llegado a tener.

Llamaron suavemente a la puerta.

—Adelante —dijo Dany mientras se apartaba de la ventana.

Las criadas de Illyrio entraron, hicieron una reverencia y pusieron manos a la obra. Eran esclavas, un regalo de uno de los muchos amigos Dothrakis del magíster; en la ciudad libre de Pentos no existia la esclavitud. Sin embargo, eran esclavos. La anciana, menuda y gris como un ratoncillo, no abría nunca la boca, pero la jovencita lo compensaba con creces. Aquella chica de ojos azules y pelo rubio que no paraba de parlotear mientras trabajaba era, a sus dieciséis años, la favorita de Illyrio.

Le llenaron la bañera con agua caliente que habian subido de la cocina, y la perfumaron con aceites aromáticos. La jovencita ayudó a Dany a quitarse la túnica de algodón basto por encima de la cabeza y a meterse en la bañera, El agua estaba casi hirviendo, pero Daenerys no hizo ni un gesto, no dijo nada. Le gustaba el calor. La hacía sentir limpia.

Además, su hermano le decía a menudo que nada era demasiado caliente para un Targaryen.

Nuestra casa es la casa del dragón. Llevamos el fuego en la sangre, aquellas eran sus palabras.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora