Invierno de 2014.
Las vacaciones de Navidad por fin habían llegado. Gala había trabajado duro durante el primer trimestre. Había logrado bordar los exámenes, gestión de marca y planificación estratégica de la comunicación publicitaria, obteniendo la máxima y mejor puntuación. Por debajo de ella, Kevin había logrado la segunda mejor nota; solo les separaban unas pocas décimas.
Esto habría sido un gran triunfo para la joven, sí, que le pisara los talones, fuera la única de sus preocupaciones. Kevin había vuelto a la universidad como un exitoso alumno, los profesores lo adoraban y elogiaban sus notas y su trabajo siempre que podían. Porque Geller no solo la sacaba de quicio gracias a sus ingeniosas respuestas; el fantasma del maravilloso estudiante, que había sido el mejor de su promoción de primero, lo acompañaba ahí donde iba. Incluso el señor Barret lo había recibido con los brazos abiertos el primer día. Y eso que Gala siempre había pensado que aquel señor era un antipático.
«Kevin Geller; uno de los pocos estudiantes a los que he concedido una mención», lo había presentado. Ella no se había ganado el honor y le dolía en el alma.
Gala veía peligrar su sueño de ganar la beca Bosman. Y todo por culpa del mujeriego que le había mentido y cuyo beso, muy a su pesar, aún le producía escalofríos.
No habían vuelto a cruzar palabra alguna. Algunas veces, Kevin parecía intentar acercarse a ella. Pero Gala se mantenía firme y se mostraba poco amistosa. No había nada de lo que hablar: era un mentiroso con novia.
Una novia que lo seguía allá donde fuera. Wendy Whitman parecía la chica perfecta; hija de los dueños de la licorería Whitman & Spirit, estudiante de dirección ejecutiva de empresas, menuda, curvilínea y con buena reputación. Básicamente, era la abeja reina del lugar.
Gala había sopesado la idea de hablar con ella sobre el beso que había compartido con Kevin.
«¡De mujer a mujer! ¡A mí me gustaría saberlo!», le había expresado a Sophie. Pero pronto había desechado la idea; aquella pelirroja la tenía en el punto de mira. Siempre que se cruzaban, le dedicaba largas miradas interrogadoras, cargadas de resentimiento.
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Todas las veces que pudimos ser y no fuimos
Romantik«A veces nos topamos con la persona correcta en el momento equivocado.» Pues si eran eso, Gala y Kevin habían tenido muchos. Tantos, que cualquier persona cuerda habría terminado por tirar la toalla. «Pero cuando se trata de sentimientos, la sensat...