38.

601 78 3
                                    

—Hanbin...

Me remuevo un poco en la cama y busco la cobija con mis brazos para cubrirme la cara. Anoche preferí dormir en ropa interior y me muevo tanto al dormir que es común en mí terminar descubierto a la mañana siguiente.

—Entrenador...

Abro los ojos al darme cuenta de que no estoy soñando una voz. Pero instintivamente los cierro cuando los rayos de sol me ciegan, levantándome de la cama al darme cuenta que había una silueta a lado mío.

—¿Qué demonios? —me tallo los ojos y luego los abro, viendo a Zhang Hao parado enfrente mío—. ¿Qué haces aquí? Es mi habitación —escupo de mal humor.

—Un chico... Hay un chico en la puerta. T-Te busca.

—¿Qué?

—Se llama Kavin, a-algo así —se cubre la cara después de verme de pies a cabeza.

—Sal de mi habitación, ahora voy —digo y me doy la vuelta para ir al armario.

Zhang Hao sale de la habitación, cerrando la puerta detrás suyo. Sólo tomo unos pantalones deportivos grises y me mojo la cara en el baño para luego bajar y ver a Kevin sentado en el sillón de la sala y Zhang Hao en otro sillón, con la boca cerrada y la mirada en el piso.

—Hao, ve al sótano. Prepararé algo de desayunar —le digo una vez termino de bajar las escaleras.

—Que mal tratas a tus invitados, Hanbin —dice Kevin, parándose y fingiendo indignación.

—Tú cállate o vete, gigante.

Zhang Hao se levanta y camina a las escaleras que dan al sótano sin decir palabra.

—¿Qué quieres y por qué vienes a mi casa a las... —miro el reloj de la pared—. ocho de la mañana?

—Vine a visitar a mi amigo, ¿eso es tan malo? —pregunta.

Me doy la vuelta y camino a la cocina para preparar el desayuno.

—¿Te peleaste con Chloé o algo parecido?

—Quisieras, Hanbin. No porque tú vida amorosa sea una mierda significa que la mía también —me dice mientras se acerca a mí y aprieta mis mejillas con una sonrisa burlona.

—Tarado —le digo a la vez que quito su mano de mi cara.

—Bueno, ya —pone los ojos en blanco y se sienta sobre la barra—. Karina fue a mi casa ayer.

Dejo el sartén en la barra y me encojo de hombros.

—Me alegra que hagas nuevos amigos.

—¡Dime que te hizo, Hanbin! No entiendo nada —hace un puchero y se cruza de brazos.

Me recuerda a la estúpida escena que hicimos Zhang Hao y yo anoche, y no puedo evitar sonreír un poco.

—No es de tu incumbencia.

—Soy tu amigo —patalea.

—Ayúdame a hacer el desayuno y deja de portarte como un niño. Ya tengo suficiente con uno.

—Ah, hablando de eso, ¿quién es ese niño? —pregunta a la vez que comienza a cocinar conmigo.

—Zhang Hao, un amigo de un amigo. Me pidió que lo cuidara una noche.

—Se ve bastante grande como para tener niñero —comenta mientras ríe.

—Es una larga historia. Mejor no preguntes y termina de hacer el omelette mientras voy por él.

—A la orden, patrón.

Le lanzo la servilleta que usé para limpiarme las manos y bajo al sótano.

El sofá-cama está hecho, las cobijas dobladas en una orilla y Zhang Hao sentado y jugando con las agujetas deshechas de sus tenis.

—¿Sabes amarrarte los cordones? —me burlo y me siento a un lado suyo.

—Si te digo que no, ¿tú los amarrarías? Me da pereza hacerlo yo —ríe sin dejar de ver sus tenis.

—Si me dices que no sólo tendré una razón más para burlarme de ti... Y probablemente termines con muchas heridas porque no amarraré tus cordones —me encojo de hombros.

—Está bien —se inclina para amarrar los cordones y yo me levanto para caminar a las escaleras—. Hanbin...

Él ha dicho varias veces mi nombre, pero cuando lo dice para llamar mi atención y no es un comentario sarcástico o molesto. Mi nombre suena suave, como una palabra ligera.

—¿Sí? —lo miro, deteniéndome en el tercer escalón.

—Escale ese árbol porque había huido de casa.

—Me dijiste que eras muy pequeño y no te acordabas de la historia —bajo un escalón.

—Lo era, sí —me sonríe y se rasca la nuca-. Recuerdo algunas cosas. Como si fuera un rompecabezas que arme con la historia que mi mamá me contó.

Sonrío un poco y bajo de nuevo para sentarme a un lado suyo.

—¿Y por qué apenas me lo dices? —pregunto con una sonrisa crédula.

No es que me importé mucho su vida, pero si ayer lo pregunté, fue porque me había agradado hablar con él. Y quería seguir hablando, pero él me cortó el tema.

—¿Qué niño escapa de casa? —continuo.

Levanta el brazo tímidamente y se ríe.

—Es una historia personal, tenía miedo de contárselo. Aún lo tengo, usted me da miedo —confiesa con una mueса—. Pero... No sé, sentí que debía decírselo porque es fastidioso cuando te dejan con la duda de algo.

—¿Y crees que puedas contarme la historia completa?

—¡Hanbin! ¡Si sólo vine a tu casa para hacerte el puto desayuno, déjame decirte que no pienso volver a visitarte! —grita Kevin desde la cocina.

—Ah, y él —señalo escaleras arriba—. Es Kevin. Para tener tanto trasero no tiene mucho cerebro —hago una mueca de inconformidad.

—Eso fue cruel —dice mientras ríe.

—Pero te hizo reír, así que también eres cruel —me defiendo y rió un poco—. Subamos antes de que se enoje más y se vaya dejando la estufa prendida.

Nos levantamos y lo dejo pasar primero por las escaleras. Subiendo y saludando de nuevo a Kevin, quién le sonríe un poco mientras deja un omelette en un tercer plato.

—Hao, tu sólo comerás la mitad —le digo, dándole el omelette más pequeño—. Te va a caer pesado si no estás acostumbrado o si no has comido mucho recientemente y te sentirás mal el resto del día.

—Sí, está bien —toma el plato—. No tenías que alimentarme —sonríe al suelo.

—Técnicamente —interrumpe Kevin—. Yo te estoy alimentando, niño. Créditos, por favor —dice indignado.

—Con mi comida —le quito un plato.

—Como sea, voy al baño.

—Siéntete como en tu casa —digo mientras saco tres vasos y la jarra de agua de naranja de la nevera.

—Eso hago —me da unas palmaditas en la espalda y sube al baño.

—Te dije que no tenía mucho cerebro —digo mientras me sirvo jugo y bebo de mi vaso.

—Pero si trasero.

Casi escupo el jugo ante su descares, pero termino pasándolo y riéndome. A veces me sorprende mucho, como si fuera un chico normal hablando con un chico normal. Pero al final, lo es, ¿verdad? Sólo es...

—¿Me contarás la historia completa del árbol que escalaste? —pregunto para callar mi cabeza.

—¿Ahora? —mira a las escaleras por donde se fue Kevin.

—Cuando te vaya a dejar a tu casa, ¿quieres?

—¡Hanbin se acabó el papel! —grita Kevin.

—¡Puta madre contigo, Kevin! ¡Está a un lado del lavabo! —grito mientras subo las escaleras.

gym ♡ haobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora