CAPÍTULO 4

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La noticia de la llegada y la hora esperada, había sumido a Zahar en un estado quieto, mientras caminaba por los pasillos de la mansión junto a su padre. El peso de la responsabilidad se hacía más palpable con cada paso.

—Sabes cómo es... —repitió Aziz, mirando a su hija con una intensidad que la hizo estremecer—. Bakir te llevará, y... que Alá te bendiga...

Aziz dio un paso hacia ella, y estuvo a punto de tocar su cabeza con la mano, pero la retiró rápidamente. Zahar pasó un trago, y lo vio desaparecer.

No tenía que darle detalles de nada, porque por años, le había repetido los caminos, y las estrategias a seguir.

La mansión y el galpón de entrenamiento eran su único mundo, un mundo que ahora dejaba atrás para enfrentarse al complicado entramado del palacio Masmak.

Miró a la amplia pared del salón y divisó el retrato de su madre. Había olvidado su voz, e incluso la visión de su mirada era un poco borrosa ahora en su mente.

"Por la gloria de Arabia, por recuperar lo perdido"

Bakir vino por ella en unas horas y la subió a una camioneta blindada. Llevaba su mejor traje, y algunas joyas en sus dedos. La camioneta iba a gran velocidad, y luego se detuvieron en otro sitio, mientras Zahar se tapaba la cabeza y bajaba escoltada por Bakir.

Ella escuchó las voces y murmullos para luego Bakir decir:

—Queda en tus manos... no falles.

Ella se quedó tranquila esperando y luego observó entre la tela cómo un hombre se quedaba mirándola.

—Quítate el velo... —No refutó.

El velo cayó en sus hombros y el hombre de unos cuarenta años asintió.

—Bien... ve a la habitación a la que esta criada te llevará. Mañana salimos a primera hora.

Zahar no arrojó ni una palabra, siguió a la mujer que le indicaron, y comió la comida que le dieron sin presentar alguna queja.

Recordó uno de sus entrenamientos. La hicieron pasar hambre por una semana y media, y apenas había tomado pequeñas cantidades de agua.

En su hora programada se fue a dormir, no antes de hacer su oración de la noche, y todo pasó tan rápido, que sus ojos se abrieron antes de que el reloj la despertara.

La criada entró media hora después, pero ella estaba lista para salir, y fue informada de que se iría con ese hombre con el que la habían dejado ayer en cuestión de unos minutos.

Iban en un auto de lujo, ella estaba atrás sola, mientras el conductor y el hombre estaban en la parte delantera en medio de una charla común. Sus ojos en un momento dado se fueron hacia delante, y se sintió diminuta cuando el gran palacio de Masmak, que solo había visto en fotos y en una pequeña maqueta, se abrió ante sus ojos de forma magistral...

***

—Majestad, el señor Malih está aquí —Kereem afirmó hacia Asad y lo apuntó.

—Quédate un momento —y luego se levantó—. Llévalo a un salón privado, no quiero que esté aquí en el despacho, buscaré a Sanem, allá nos encontraremos.

—¿Señor? Una cosa más...

—Nos vemos en un momento... —Kereem salió del despacho y cruzó los pasillos del gran palacio. Entró al ala privada, y abrió la puerta de su habitación.

Sanem estaba siendo ayudada por su criada, pero hoy tenía un semblante débil de nuevo.

—Cariño... —Sanem se giró.

JUEGOS DE ENGAÑO Y SEDUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora