Caminamos hasta el hotel, y mientras, nos terminábamos de comer el helado. Entramos al hotel por una puerta giratoria, y me quedé viendo la recepción. Era hermosa.- ¿Te gusta? -me preguntó Martin
- Es muy... wow -fue lo único que supe decir.
- Pues espera a ver las habitaciones -dijo cogiéndome del brazo.
- Espera, ¿hay escaleras? -pregunté al ver aterrorizada el ascensor.
- ¿Tú también eres claustrofóbica? -preguntó Martin al ver mi cara de horror
- No, simplemente que me dan miedo los ascensores -los odio, no hay cosa que me dé más miedo.
- Ajá -dijo Martin riéndose- Sí, hay unas escaleras, por aquí, sígueme -contestó Garrix cogiéndome del brazo.
- ¿Entonces, eres claustrofóbico? -pregunté mientras subíamos las escaleras.
- Sí. ¿Y a ti por qué te dan miedo los ascensores? -me preguntó algo curioso-
- Me da miedo hasta explicar el por qué -me reí.
- Eres rara, definitivamente, eres rara -dijo entre carcajadas.
- Lo sé.
- Oye, que si tanto miedo te da, estoy aquí, eh -dijo guiñándome un ojo.
- Qué rápido coges confianza, ¿no, Garrix?
- Solo con cierta gente -contestó Martin.
- ¿Y yo soy esa gente? -pregunté alzando una ceja.
- Claro. ¿Y ahora me vas a explicar por qué te dan miedo los ascensores?
- Pues, básicamente solo me dan miedo cuando tienen espejos -aclaré riéndome.
- ¿Perdón? ¿Entendí bien? -dijo Martin extrañado- ¿Solamente los que tienen espejos?
- Sí. Porque un día vi una serie, que es de miedo {"entre fantasmas", no sé si la conoceréis); y en un capítulo salió una escena. Estaba la chica típica chica rubia, alta, delgada, con tetas grandes, en el ascensor.
- No hacía falta la información de la chica, pero bueno, sigue -dijo Martin riéndose.
- Y bueno, en el espejo se veía reflejado... -Es que me da miedo hasta decir lo que se veía reflejado, en serio.
- Se veía reflejado... ¿Qué se veía reflejado? -preguntó ansioso.
- Un fantasma -contesté susurrando- Dios me da miedo hasta decir esa palabra.Él estalló a risas. Hasta se tuvo que parar porque no podía respirar.
- No me hace gracia -dije parándome delante de él.
- Lo siento, lo siento -dejó de reírse y continuamos subiendo escalerasPor fin llegamos a la planta en la que estaba Martin
- ¡Por fin! -exclamé alzando los brazos- Creía que no se acababa nunca.
- Pues acostúmbrate -dijo.
- ¿Que me acostumbre? ¿Eso quiere decir que subiré más a menudo? -le pregunté con un tono pícaro.
- Claro me tienes que hacer compañía por las noches -dijo Martin guiñándome un ojo.
- Qué pervertido -negué con la cabeza.
- Oye, ¡a ver si la pervertida vas a ser tú! -contestó señalándome con el dedo- Yo me refería a jugar al ajedrez, ver películas, y todo eso.
- Vale, no te alteres -me reí.cojió las llaves y las introdujo en la cerradura.
- Pasa -dijo echándose a un costado para que pueda pasar.
- Gracias -la habitación era enorme. Tenía un balcón con vistas preciosas.
- Omg -dije sin dejar de mirar la habitación
- Aquí dormiremos mi madre y yo por dos semanas -me explicó sonriendo
- ¿Te quedas 2 semanas en Tarragona? -pregunté ¿ilusionada?, ¿es la palabra que busco, ilusionada? La verdad es que Martin me estaba cayendo genial, tenía mucha confianza con él, pero solo lo veo como un amigo.
- Sí -respondió él sonriendo- Tenemos dos semanas para conocernos más.- Martin, con quién hablas? -se escuchó una voz que provenía del lavabo. Apareció una mujer que nos miraba a Martin y a mí. Era alta, pelo corto y rubio, ojos verdes y de unos 40 y tantos años.
- Mamá, ella es ___, la chica de la que te hablé. Y ___, ella es
Marina, mi madre -dijo Martin presentándonos.
- Llámame Mary -pidió ésta dándome un beso en la mejilla- Encantada.
- Lo mismo digo -contesté con una sonrisa.
- ¿Así que esta es la chica de la que me hablaste? -le preguntó la mujer a su hijo.
- Sí -contestó él algo tímido.