Ekuneil con suma discreción e implementando sus hábiles tácticas de sigilo para la caza, se logró colar en la choza de Naran. Una vez dentro, se encontró con él sentado en el suelo con su mujer en brazos, mientras un hombre, el cual reconoció como uno de los líderes de una de las aldeas, lo apuntaba con su espada.
Naran se dio cuenta pero trató en lo más posible no mirar hacia dónde estaba el muchacho para no alertar a quien me estaba amenazando.
- Traer la plaga aquí fue una buena idea, debíamos acabar con tu imperio absoluto y permitirnos gobernar el mercado. - le decía el hombre.
- Sabes que Naribiu es líder en comercio por muchas razones, no solo porque un día se decidió que fuera así. - le respondía Naran con verdadero orgullo. - No entiendo cuales son tus verdaderos planes, porque tu comunidad jamás podría con el peso de todo lo que la mía lleva.
- ¿De verdad lo olvidaste?, ¿todas nuestras conversaciones y planes? Todo me arrebataste, ¡eres un traidor!, pero ahora quiero devolverte el favor.
Mientras Naran observaba el rostro contorsionado por el dolor y la traición del hombre frente a él, su mente, agobiada por el tumulto del presente, fue arrastrada hacia el pasado. Un pasado donde la amistad florecía bajo el sol abrasador de los entrenamientos compartidos y las charlas despreocupadas.
Inicio del flashback.
La tarde había sido abrasadora y el sudor perlaba la frente de los dos jóvenes guerreros que se dejaban caer sobre el suelo polvoriento de la zona de entrenamiento.
La risa llenaba el aire, un respiro jovial tras horas de arduo ejercicio.
—Algún día, cuando yo sea líder, cambiaré muchas cosas en Naribiu —decía Naran, lleno de un vigor juvenil y una sonrisa que rara vez dejaba su rostro.
—Yo te seguiré, amigo. Juntos, podríamos hacer de Naribiu un lugar modelo para todas las aldeas —respondía el hombre, que en aquel entonces, compartía con Naran no solo sueños, sino una profunda camaradería.
Entre jadeos y pausas para beber agua, la conversación se tornaba más personal.
—Hay una mujer, Naran. Creo que nunca he sentido algo tan fuerte como lo que siento por ella —confesaba el joven, su rostro iluminándose al hablar de su amor secreto.
Naran sonreía, su corazón también ocupado por pensamientos similares, aunque guardaba silencio sobre su propio enamoramiento.
—Es increíble, ¿no es así? Cómo alguien puede cambiar todo tu mundo con solo una sonrisa —añadía Naran, pensando en la misma mujer sin saberlo.
Los dos amigos se reían, soñando con futuros brillantes, sin darse cuenta de que sus corazones latían por la misma persona, creando un triángulo que el tiempo convertiría en un abismo de desengaño y traición.
Fin del Flashback.
De vuelta en el presente, las palabras del hombre sacaban a Naran de sus recuerdos. La espada en su mano pesaba no solo por su construcción física sino por el peso de los recuerdos y los sueños rotos.
—Lo recuerdo todo ahora... cómo podíamos haber sido hermanos en todo excepto en esto —dijo Naran, su voz un susurro de dolor y realización.
—Sí, hermanos —el hombre escupió la palabra como si fuera veneno—. Pero elegiste tu camino sin ver el mío. Me dejaste solo en la sombra de tu éxito. Y ella... ella nunca supo cuánto la amaba.
La tensión entre los dos era palpable, el aire vibraba con el peso de palabras no dichas durante años y un amor compartido por una mujer que ninguno de los dos había logrado olvidar completamente.
—Yo nunca supe de tu amor por ella, nunca habrías quedado en la sombra si me lo hubieras dicho —confesó Naran, la sinceridad en su voz intentando tender un puente sobre el abismo que los separaba.
Sin embargo, el tiempo y las decisiones tomadas habían tallado demasiado profundo. El hombre frente a él negó con la cabeza, el dolor transformándose en ira.
—Demasiado tarde para lamentos, Naran. Solo uno de nosotros puede liderar Naribiu, y no permitiré que sea el hombre que me robó todo.
La tragedia de su amistad no resuelta colgaba entre ellos, un pasado que podría haber sido diferente, pero que ahora los enfrentaba en un conflicto que solo uno sobreviviría.
- La idea era simple; traer desgracia a esta comunidad mediante una plaga y eventualmente provocar una situación que ameritaría que los líderes de las aldeas se reunieran en un mismo lugar. Con suerte algunos líderes de otras aldeas morirán y personalmente me encargaré de matarte con mis propias manos.
Aprovechando el hambre y desesperación de la gente, los incentivaría a crear un gran disturbio. Con el caos reinando y aprovechando su posición como uno de los pocos líderes restantes y tomando el control de la situación manipulando a las personas con comida que había guardado durante todo el año, se haría con el control de Naribiu y otras aldeas. Todo solo por satisfacer su codicia y por envidia hacia Naran.
Ekuneil estaba detrás de él apuntándole con su arco mientras escuchaba y se sumergió tanto en su explicación que no percibió el movimiento veloz de su espada que tenía la intención de acabar con la vida del líder de la comunidad Naribiu. Fue entonces cuando Ekuneil alzó su postura para lanzar una flecha que atraviesa el brazo del hombre, la espada cae al suelo y este se voltea con rapidez anonadado.
- Tú...
- No entiendo muy bien tu objetivo porque por más que lo piense, me parece de lo más estúpido. - le indicó Ekuneil tomando rápidamente otra flecha y volviéndolo a apuntar.
- Sabes muy bien que en esta vida sobrevive el más ágil y el más fuerte. Pero no pueden haber dos fuerzas gobernando el mismo lugar.
- ¿Dos fuerzas? Te crees con el poder de llevar toda una región cuando nunca has podido llevar a la cima a tu propia comunidad. - le debatió Ekuneil tratando de tomar una sola razón para acabar con su vida también.
- Tú eres muy inteligente y fuerte, si te unes conmigo sé que podremos apoderarnos de esta y otras tierras. - le incentivó pero Ekuneil negó.
- Viniste aquí a tratar de ayudar con un problema que pronto te hundirá a ti también, comiste y dormiste en la misma tribu del hombre que te tendió su hospitalidad para luego intentar acabar con su vida, ¿crees que haría algún trato contigo?, ¿quién me asegura que no harás lo mismo?
- Yo te lo aseguro, no soy tan estúpido. - gruñó en defensa porque se estaba empezando a hartar de darle explicaciones a un joven sin experiencia.
- Te aseguro que si no estuviera apuntándote en este momento, la diferencia fuera mucha. No eres de fiar.
- Te conviene más a ti que a mí, porque aún no tienes la experiencia ni sabiduría de gobernar. Sé que te quieres adueñar de las tierras de Balaam.
Naran aprovecha el desconcierto del hombre que minutos antes le insultaba, para tomar la espada que había caído al suelo y con fuerza atravesar su rígido cuerpo. Ekuneil estaba agitado, ofendido y cansado, quería irse y terminar con su misión.
- Gracias muchacho, te debo la vida. - agradecía Naran volviendo a tomar a su mujer en brazos.
- No tienes nada de qué agradecerme, ahora sabes cuál es el punto de los problemas que hay aquí. Yo debo cumplir con mis objetivos, por lo que espero que tú puedas cumplir con los tuyos.
Un asentimiento por parte de Naran fue la respuesta que obtuvo y no esperó más para retirarse y buscar sus cosas, debía alistar a los animales porque esa misma noche partiría de vuelta a Koyala.
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Hijo de Luna.
FantasyDe un amor imposible surje una petición sagrada a la madre Luna; tu primogénito a cambio de poder estar con la persona que amas. Confusión, temor e ira, son lo que llevan a esta pareja a la destrucción pero la historia debe continuar. Una historia...