Prólogo: Hace mucho que no tenía una familia

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Golfo se sentía un poco mareado, no cabía duda que la vida de un perro casero tampoco era tan sencilla como le había parecido en un principio. Era muy cierto que no tenía que preocuparse por sus necesidades más importantes como encontrar alimento, tener un refugio donde estar calientito y a salvo del clima, otros perros que pudieran atacarlo, vehículos que pudieran acabar con su vida al arrollarlo, y la lista seguía.

Pero había tantas reglas y costumbres extrañas, que su pobre entendimiento no podía seguirle el ritmo a todas. Apenas llevaba una semana viviendo en aquella casa de barrio rico, si no fuera por Reina, posiblemente hubiera preferido seguir viviendo bajo las leyes de las calles. No negaba que extrañaba las aventuras, la libertad, la adrenalina.

Más no se arrepentía, jamás lo haría, se había enamorado de Reina profundamente. La amaba, y por ella, sería capaz de enfrentarse de nuevo a una rata, no, a un ejercito de ratas. No se arrepentía.

- Jaimito querido... ¿No crees que fuiste un poco duro con Golfo?

Reina estaba acostada en el alfeizar de la ventana que daba al patio trasero de la casa, levantó su cabeza para ver a Linda y volvió a poner atención afuera. Golfo estaba echado en el césped, se veía pensativo, muy cerca de la casa para perros que Jaime y Linda tenían en su hogar.

- No cielo, recuerda que Golfo no es un cachorro. Estamos hablando de un perro adulto, es cierto que hay que tenerle paciencia, pero debemos ser firmes, especialmente con él, no sabemos cuanto tiempo ha vivido en la calle.

Reina aprovechó que Linda estaba tratando de convencer a Jaime, para salir por la puerta para perros directo al jardín. Se acercó con su trote adorable y lo primero que hizo fue mimar a golfo con caricias de su nariz.

Golfo sonrió, distrayéndose totalmente de sus pensamientos y dejándose mimar por la cocker. 

- Hola bombón, ¿Has venido a hacerle compañía al antiguo vagabundo?

- Sí, me pareció verte muy... triste.

Golfo dejó salir un resoplido divertido.

- Oh bombón, no estaba triste, te lo garantizo.

- ¿Seguro? - Reina ladeó su cabeza, insegura de lo que el mestizo le acababa de decir - No era lo que me pareció desde adentro.

El canino desvió la mirada, claramente incómodo con la conversación. Sin embargo, Reina era tan inocente y adorable, que no captaba la indirecta. Era tan joven, aunque pensándolo bien, él tampoco era tan mayor.

- Bueno, Reina... la cosa es... complicada...

- ¿Complicada? No lo entiendo.

- No - Golfo suspiró, cambiando de nuevo a una expresión pensativa - Por supuesto que no.

La volteó a ver mientras se acostaba de nuevo, sonriendo suavemente, sin quitarle la vista de encima.

- Pero realmente me alegro de ello. Eres demasiado buena para vivir esas cosas.

"¿Esas cosas?" Se preguntó Reina. Ella no era tonta, algo ingenua sí, pero nunca tonta, así que recordó algunas de las palabras y frases que Golfo le había dicho cuando recién se conocieron.

Fue así que se armó de valor y curiosidad para echarse a su lado y esperar un poco en tranquilo silencio antes de hablar de nuevo.

- Golfo.

- ¿Sí?

- Cuando nos conocimos, estábamos hablando del bebé. 

- Ah, eso. Es verdad.

- Y lo que me dijiste, no tuvo nada que ver con lo que sucedió con Jaimito y Linda.

Golfo no la estaba viendo a los ojos y se alegró de que así fuera.

- Bueno hermosa, hay muchos tipos de humano, Jaime y Linda son muy buenos, lo admito. Intentaba darte un panorama general.

- Lo entiendo - aseguró Reina, pero su pregunta hizo que Golfo tragara nervioso - Aún así, me confunde que sepas tanto de una vida casera y de los humanos si nunca viviste en un hogar. Bueno, fuera de las familias que tenías a la semana.

A eso, tan irrelevantes le eran esas personas que ya hasta las había olvidado. Pero, para un perro que no quería atarse a una familia, tener un hogar con cena incluida a la semana le era muy conveniente.

Iba a responder con su típico estilo despreocupado, pero se acordó que estaba hablando con Reina, la perra con la que iba a sentar cabeza definitivamente, por lo que decidió hablarle con la verdad.

- La cosa es, bombón, que no siempre fui un perro callejero.

Eso causó que la cocker alzara sus orejas en sorpresa.

- ¿Ah no?

- No, es cierto que gran parte de mi cachorridad fue en la libertad. Pero hubo un tiempo en el que las cosas no fueron así.

Se quedó callado un momento, observando la sombra que la casa de perros proyectaba sobre ellos.

- En realidad... dejando de lado mi amor por las aventuras y la libertad... lo cierto es que... hace mucho que no tenía una familia... que no pertenecía realmente a una - Nunca había admitido lo que estaba por decir, pero con Reina, se sentía seguro de poder revelarlo - Supongo que en el fondo, tenía algo de miedo.

- ¿Miedo de qué?

Reina se había acurrucado más cerca de él, transmitiéndole calor y confianza de seguirse abriendo. Golfo se percató de eso de inmediato.

- Está bien, bombón. Ponte cómoda, será una historia algo larga.


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⏰ Última actualización: Apr 17 ⏰

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