22. El poder de romper su corazón

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Los días nacieron temprano con los primeros rayos del sol y murieron en la oscuridad con la salida de la primera estrella. Las jornadas pasaron rápido como las hojas secas de otoño que eran acarreadas por el viento sobre la calle de adoquines. Esa estación de colores marrones y amarillos llegó con la vuelta al trabajo en la universidad y el tiempo siguió su curso. La única cosa constante e inalterable en este mundo que no deja de girar.

Los encuentros esporádicos con Dionisio se volvieron rutinarios. Las cenas no solo eran íntimas, sino que también era compartidas con Mara y Jero. De más estaba decir que esos dos estaban felices por ellos. Cuando el invierno llegó y solo quedaban dos meses para la boda de sus amigos, los trajes ya habían sido elegidos para los dos padrinos. Los habían medido y recortado a la perfección por la modista que su amiga había elegido. Bautista no se había visto tan elegante como esa vez que se miró en el espejo de la casa de moda. Debía rogar no aumentar de peso para la fiesta o tendrían que hacer reajustes.

El sexo se volvió mejor, más apasionado y en varias posiciones que nunca antes había probado. Allí se dio cuenta de lo aburrido que había sido Máximo. Dionisio tenía deseo casi todos los días por lo que estaban viviendo una etapa sexual plena. Pero aun así había algo que todavía no cerraba en la mente de Bautista. ¿Qué eran ellos dos? No habían dicho la palabra novios y las únicas personas que sabían acerca de su relación eran Mara, Jero y su hermana. Bautista nunca había pensado caer tan fuerte por Dionisio, pero lo había hecho y ya no podía negarlo. Había abierto la puerta otra vez y había decidido arriesgarse a tener una nueva historia de amor. Pero en la calle o en los lugares públicos, el doctor no tomaba su mano o esquivaba sus labios cuando lo quería besar. Podía entenderlo, pero no sabía cuánta paciencia más sería capaz de tener para esperar a que el otro hombre saliera al mundo de una vez por todas. Era un proceso que él no podía apresurar. Sin embargo, le había recomendado hacer terapia. Sabía que hablar con un psicólogo lo ayudaría, como lo había hecho con él años atrás. Quería conocer esa versión completa de Dionisio, una en la que viviera sin inhibiciones ni visitara las sombras cada tanto. Pero llegó el día en que se dio cuenta de que eso no sucedería. Porque él tenía que poner sus límites también y se había prometido, luego de lo que le ocurrió con Máximo, que nunca más le daría a alguien el poder de romper su corazón.

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Una tarde de invierno mientras observaba los cerros nevados por el gran ventanal en la sala de estar de la casa de Dionisio, escucharon el timbre sonar junto a la puerta principal. Los dos acababan de tener sexo así que se habían duchado y solo vestían sus pantalones cómodos y sus torsos estaban descubiertos gracias a la calefacción que estaba encendida. Era fin de semana y habían planificado tener dos días de relajación total. Solían hacer comidas en la base del cerro, el doctor había comprado una bicicleta y salían a andar casi todos los sábados, pero esa vez quisieron algo más tranquilo. Bautista observó la espalda ancha de Dionisio mientras el otro hombre se movía hasta la puerta para abrirla. Se lo veía confundido porque no esperaban visitas, pero quizá era Mara.

—Oh, hola. ¿Cómo están? —dijo y Bautista se apresuró hasta la habitación para cubrirse el torso, arreglarse el cabello y volver al living en unos minutos. Había tres personas allí mirando todo a su alrededor y luego pusieron una mirada extraña cuando lo vieron aparecer.

—¿Hola? ¿Es tu familia verdad? —cuestionó el profesor cruzándose de brazos. Dionisio no le había dicho que vendrían de visita. Ni siquiera sabía que seguía en contacto con ellos. Luego de que su padre se recuperara en gran parte del ACV y cuando recuperó la movilidad y fue seguro volver a su hogar, ellos volvieron a adoptar sus modos antiguos. Podían aceptar que su hijo era homosexual, pero no que viviera como uno. Cuando él les contó acerca de Bautista le cuestionaron si no era muy pronto para eso, si no consideraba que era injusto que Carolina supiera que la había dejado para vivir con otro hombre a pocos meses de separarse. La culpa volvió a aparecer en la vida de Dionisio y Bautista estaba seguro de que por esa razón su relación era de puertas para adentro.

Solo toma mi manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora