꒰ 🪙 ꒱ ︶꒦꒷ ‧₊ La Destrucción Del Caballero Dorado ₊˚ ⊹˚.

─ Capítulo 14; Ser feliz.

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─ Capítulo XIV;

Lloraba entre lamentos la muerte del Príncipe Heredero, su mejor amigo, hijo sentimental y su protegido.

Había sido una irresponsable y estúpida dejándolo a solas sabiendo de su problema de socialización.

Tenía miedo de saber cómo reaccionaría el padre, el Rey Rojo, no que la mandaría a matar, si no de como ver su rostro destrozado por la muerte de su hijo, ya que a pesar de que no tenía tiempo para él, siempre le brindó de todo lo que podía, era su forma de recompensar su constante ausencia.

Sintió como la mano del menor se movió un poco para tocar a su Guardiana.

- Gracias… -

Fueron las últimas palabras de su pequeño amigo, para finalmente cerrar los ojos y abandonar este mundo.

En eso algo se movió en la maleza, muchos de las tropas presentes dejaron de hacer una pose de respeto para ponerse a la defensiva de lo que sea que salga.

Vieron como un venado verde salía entre los arbustos.

Se miraron entre ellos buscando respuesta, aunque el único que las tenía era el Caballero Dorado, en eso se le encendió la bombilla, ¿y si el Monje podría curar de alguna forma al Principito?

Cargo al Principito, llevándose un tirón de pelos de su Guardiana.

- Que mierda crees que hac-

- Intentar que sobreviva. -

Se acercó al ciervo donde empezó a hablarle donde le suplicaba que lo llevará al Santuario.
El ciervo asintió y se arrodillo para que dejara al herido en su lomo, para evitar que cayera fue sujetado por telas y cuerdas al cuello del ciervo.Y en cuanto terminó de ser colocado, el ciervo no se la pensó dos veces para echar a correr.

El Caballero Dorado se acercó a la Guardiana para darle la mano.

- Vamos. -

Con eso empezó a hacer su dash, para seguirle el paso al ciervo, que admitía era muy rápido.

No tardaron en llegar y Hanna se transformó otra vez en la dama de cabello verde y quitó las cuerdas para tomar al pequeño campeón y llevarlo junto al Monje, que meditaba junto al Fénix en una rama.

El Monje no levantó cabeza, ni se inmuto ante la presencia de los recién llegados.

Hanna mostró el moribundo cuerpo del Principito al Monje, que este dejó de levitar y meditar para cargar él ahora al heredero en sus brazos, estuvo un rato viéndole sin mover su mirada y sin reaccionar, solo que su sonrisa se desvanecía a un rostro de seriedad.

Se dio media vuelta para ir hacia la gran laguna de agua cristalina, donde descansaban nenúfares y flores de loto, la Guardiana quiso intervenir, pero el Caballero Dorado la paró para que el Monje hiciera lo que tuviera que hacer.

Dejó el cuerpo del menor en el agua, dejándolo flotar y acercando una flor de loto cerca suya a su pecho, exactamente donde la herida que con la sangre del primogénito del Rey Rojo manchaba el agua cristalina, haciéndola rojiza.

Poco a poco empezó a hundir su cuerpo en el agua, hasta que nada del Principito se podía ver en la superficie.

La Guardiana, que no tenía ni su espada o casco y con su capa destrozada a la mitad, empezó a llorar, intentaba disimularlo mirando hacia atrás, pero su rostro rojo y pequeñas lagrimas saliendo de sus ojos le delataban.