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Desde que tiene memoria, para Kim Taehyung, el amor siempre fue algo mágico.

Si tuviera que culpar a alguien de ese pensamiento, se señalaría a sí mismo, pues su ingenuidad le hizo fantasear con las ideas de romance que los libros y películas le brindaban, anhelaba un amor tan puro y real como el que unos simples personajes ficticios o actores profesionales le mostraban.

El pequeño omega de apenas nueve años de edad ya había idealizado a su pareja perfecta, cada día soñaba con despertar y ser un adulto para buscar a su alma gemela.

Sus padres reían sin malicia cuando lo escuchaban fantasear y de cierta manera trataban de mostrarle la realidad al castaño para que de esa forma no se decepcione en el futuro.

Pero ninguno de sus intentos tuvo suerte, nadie podía bajar a Taehyung de su perfecta burbuja de imaginación.

Pronto creció y se volvió un adolescente apuesto e imposible de ignorar por la belleza de sus facciones y atributos, solo fue cuestión de tiempo para que tuviera alfas y betas detrás de él, buscando cortejarlo, pero al castaño eso no le podía importar menos.

Él no quería un séquito del cual elegir al de cara más bonita o más dinero. No, él tenía un tipo específico y eso no lo encontró en ninguno de sus pretendientes.

Hubo un tiempo en el que creyó firmemente que sus padres tenían razón al decir que era muy exigente y que tal vez no habría nadie en el mundo que cumpla sus firmes expectativas.

Realmente estuvo a punto de darse por vencido.

Hasta que apareció él.

Un alfa azabache de sonrisa encantadora y voz angelical le preguntó tímidamente por una dirección mientras se dirigía hacia su apartamento luego de salir de la Universidad.

Taehyung se sintió desfallecer cuando sus orbes chocaron con los de color ámbar y su corazón empezó a latir con fuerza.

Lo había encontrado.

Era un hombre más alto que él, de un metro ochenta se atrevió a asumir, su vestimenta era elegante rozando a lo casual, sus facciones eran atractivas y delicadas, el tono de su voz era melodioso para sus oídos, usaba un vocabulario modesto que hacía temblar al castaño y sus ojos resplandecían como una estrella en medio de la noche.

Y, oh, por amor a la Diosa Luna, pudo sentir el aroma del roble picando en la punta de su nariz.

Era perfecto.

A Taehyung no le fascinaba el invierno, pero en ese momento agradeció al universo que el clima frío estuviera cubriéndolos, de esa forma pudo apreciar un sonrojo notorio en las mejillas del alfa y en la punta de su nariz.

El omega se ofreció a llevarlo con una sonrisa tímida, cosa que el contrario aceptó y caminaron juntos mientras compartían una agradable conversación, gracias a eso Taehyung ahora sabía más acerca del causante de su nerviosismo.

El nombre del azabache era Jeon Jungkook, tenía dos años más que él, se acababa de graduar de la Universidad en la facultad de medicina y decidió mudarse a Daegu, tenía un perro que amaba con su vida llamado Gureum y, para suerte de Taehyung, necesitaba alguien que le mostrara el lugar para poder familiarizarse.

No necesitó más para ofrecerse, ambos intercambiaron números y pronto organizaron una nueva salida.

Después de esa hubo otra, luego otra y luego varias más, hasta que se volvió algo diario lo de reunirse, ya sea a comer algo, un paseo o simplemente conversar sobre el día del otro.

Había veces en las que Jungkook lo esperaba a la salida de su Universidad para acompañarlo a casa o invitarlo a comer, fueron esos pequeños detalles los que disparaban las expectativas de Kim a un nivel abismal.

Enough.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora