Aegon observaba seriamente a su hermano.
–¡No puedo creer que dijera que rivalizabas mi belleza! ¡Eso es una vil mentira! –Gritó indignado a su hermano– Tú eres bonito, pero yo soy precioso.
Aemond alzó una ceja con escepticismo.
Sabía que Aegon no dejaría pasar aquello.
Era demasiado egolatra.
Aemond dejó escapar un suspiro exasperado, acostumbrado a las exageraciones de su hermano.
–Oh, por supuesto, hermano. Tienes razón, eres la personificación de la perfección –respondió Aemond con sarcasmo, rodando los ojos con exageración.–¿Quién más podría rivalizar contigo?
Aegon levantó la barbilla con orgullo.
–Exactamente. Al menos alguien en esta familia reconoce la verdad –replicó Aegon con autosuficiencia, su tono lleno de arrogancia.
Aemond soltó una risa irónica, sabiendo que discutir con Aegon era como hablar con una pared.
–Sí, claro. Sigue viviendo en tu mundo de fantasía, hermano –murmuró Aemond, resignado a aceptar la actitud presuntuosa de Aegon.
Aegon frunció el ceño al recordar el momento en que vio a Aemond tomarse de la mano con Lucerys, su expresión llena de desdén.
–Cambiando de tema ¿qué demonios fue eso que vi entre tú y Lucerys? –inquirió Aegon con una mirada acusadora.–¿Están planeando una actuación de amor fraternal para el deleite de la corte?
Aemond arqueó una ceja con indiferencia, manteniendo su actitud altiva.
–No te preocupes por eso, Egg. Solo estábamos mostrando al mundo nuestro vínculo como una pareja de prometidos tontamente enamorados –respondió Aemond con desdén, su tono lleno de sarcasmo.
Aegon soltó un bufido de desprecio, incapaz de ocultar su disgusto.
–Por favor, es casi imposible que alguien se crea eso, odias a Lucerys casi tanto como yo odio a Jacaerys. –replicó Aegon con desdén, su tono lleno de superioridad.
Aemond esbozó una sonrisa desdeñosa, sin inmutarse por las palabras de su hermano.
–Interesante, sin embargo, me pregunto cómo puedes justificar que estuvieras tan acurrucado en el pecho de Jacaerys hace un momento, si supuestamente lo odias tanto –cuestionó Aemond con una ceja alzada, su expresión llena de malicia.
Aegon frunció el ceño, sonrojandose al recordar aquello.
La forma en la que podía sentir el abdomen tonificado de Jacaerys aun por encima de la ropa, y la presion de su....
Dios...
Aegon apretó los dientes, molesto por la observación de su hermano.
–Eso no es asunto tuyo. Solo estaba... –titubeó Aegon, buscando una excusa que sonara convincente.
–Sí, claro, como si fueras a admitirlo de todos modos –interrumpió Aemond con un tono burlón, saboreando la incomodidad de su hermano.
Aemond dejó escapar una risa baja al ver lo rojo que estaba Aegon.
– ¿Alguna idea de por qué nuestro tío Daemon quería hablar con Lucerys y Jacaerys? –preguntó Aemond, su tono lleno de curiosidad y una pizca de malicia.
Aegon frunció el ceño, su expresión llena de desdén mientras consideraba la pregunta de su hermano.
–¿Quién sabe? Tal vez quiere discutir los detalles del festín y necesita a sus queridos hijitos bastardos para eso –respondió Aegon con sarcasmo, su tono lleno de burla.
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"The dragon jewel"
Fiksi Penggemar"Era más bello que la blanca luna, era más ardiente que el mismo fuego de dragón, Aegon Targaryen era una verdadera joya"