CAPÍTULO 23 - REVELACIONES

16 3 0
                                    

AHORA

No sé dónde estoy. Está oscuro, hace frío y el aire sabe a humedad y polvo. Tengo los ojos abiertos, pero no veo nada. ¿Acaso he muerto? ¿Cómo he llegado hasta aquí?

—Atwood, ¿puedes oírme? —Una voz antigua y familiar, desagradablemente reciente, aunque parezca contradictorio.

—¿Quién eres? —Me sorprendo por el sonido de mi propia voz, como si hubiera olvidado que era capaz de hacer eso.

—Alguien muy interesado en ti. Ya nos conocemos, aunque tú no lo sepas.

—Sí que te conozco, tu voz me resulta familiar. ¿Por qué no veo nada? ¿Qué me has hecho? —Estoy más asustado de lo que estoy dispuesto a admitir. Ni siquiera soy capaz de distinguir si estoy de pie, sentado o boca abajo. ¿Acaso estoy flotando?

—Estás en suspensión sensorial, pero puedes calmarte. No estarás en peligro bajo ninguna circunstancia.

—Yo estaba siguiendo a alguien...la mujer. ¿Dónde está?

—Conmigo. Y contigo, aunque no puedas verla. Ahora, vayamos al grano, ¿te parece?

—¿Me vas a soltar? —Por favor, necesito ayuda. ¿Dónde está Andrew? ¿Y Jade? ¿Susane? ¿Debería gritar?

—Sólo déjate llevar por el sonido de mi voz y escucha atentamente mis instrucciones. Estarás de vuelta con tus amigos en un abrir y cerrar de ojos, ¿vale? —Sé quién es, pero no logro recordarlo. Siento que he escuchado esa voz hace poco, pero también la reconozco del pasado. ¿Quizá alguien del orfanato? —Año 1988, Rabat. ¿Te dice algo el nombre de "La matanza del mellah?"


TRES AÑOS ANTES

Deja que guíe tus recuerdos con mi voz, todo será más sencillo. Como decía, año 1988 en el mellah, el barrio judío de Rabat. ¿Te dice algo esa fecha?

Sí.

¿Qué te dice, Atwood?

Fue el año en el que vi Marruecos por última vez. No fue el mejor año de mi vida.

¿Recuerdas el motivo? ¿Por qué te marchaste de allí?

No fue voluntario. El Padre Portman llevaba mucho tiempo sin aparecer por el refugio y sus hermanos de la orden cada vez eran menos frecuentes por allí. Les costaba incluso pasarse una vez al mes, como era habitual.

Y eso te asustaba, ¿verdad? Te preocupaba que no estuvieran ahí para proteger a los demás niños de tus ataques.

¿Cómo dices? No...

Es inútil ocultarlo conmigo, Atwood. Sé muchas cosas. Conozco tu maldición y tu peculiaridad, Atwood Predcher. Sé incluso más sobre ti de lo que tu aspiras a recordar. ¿Podemos volver a cómo te sentías acerca del abandono por parte de la Orden de los Guardianes?

Yo...no quiero continuar con esto. Libérame, por favor.

Atwood...

¡Que me liberes!


AHORA

—No te conviene hacer eso, muchacho. —Su voz suena diferente, está enfadado. ¿Me conviene molestarle? —Te he prometido que no estás en peligro, pero tu situación puede cambiar si no colaboras.

—¿Entonces es un secuestro?

—Es una retención. Y te aseguro que te dejaré marchar enseguida si colaboras.

Wizarding World: El Ataúd de WiggenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora