Aemond regreso riéndose de la salida con sus hermanos.
Ya era tarde.
Bueno, Lucerys ya debería de estar durmiendo, iría a sus aposentos personales.
No quería entrar a los aposentos que su padre les otorgó por estar comprometidos.
Ha decir verdad, no había puesto aún un solo pie ahí.
Su madre y Aegon le dijeron que mientras no estuviera casado aprovechará de su privacidad, porque luego los sirvientes y guardias de él y su esposo terminaban siendo los mismos.
Soltó una risita baja, mientras caminaba a su habitación, recordando la cara de Aegon cuando un pueblerino le piso el pie durante la feria de la ciudad.
Habían bailado con Helaena, e incluso habían disfrutado degustando la diferente comida que vendían en la ciudad.
Aemond abrió la puerta de sus aposentos con despreocupación, pensando en lo cómodo que sería finalmente descansar.
Temprano se despertaría para entrenar con Ser Criston.
Sin embargo, su semblante de tranquilidad se desvaneció al ver a Lucerys sentado frente a la ventana, observándolo con una mirada intensa.
–¿Qué haces aquí? –preguntó Aemond con sorpresa, sin ocultar su molestia por la presencia inesperada de su prometido.
Lucerys se puso de pie lentamente, su expresión serena mientras enfrentaba a Aemond.
–Estaba esperándote, Aemond. ¿Dónde estabas? –cuestionó con voz firme, su tono denotando su irritación, contrastando con si aparente semblante tranquilo.
Aemond frunció el ceño, molesto por el tono de Lucerys.
–Estoy realmente seguro de que no es de tu incumbencia, sobrino. –respondió con altanería– Pero si tanto quieres saber, estuve con mis hermanos.
Lucerys apretó los puños con fuerza, conteniendo la ira que amenazaba con desbordarse.
–Soy tu prometido, Aemond. Tenemos responsabilidades el uno con el otro, debiste informarme respecto a qué saldrías, para que te acompañara –declaró con voz tensa, su mirada clavada en la de Aemond.
Aemond soltó una risa burlona, desafiante ante la autoridad implícita en las palabras de Lucerys.
–Responsabilidades, dices. No sabía que tener un prometido significaba ser vigilado como un niño –replicó con sarcasmo– ¿En serio piensas que te hubiera dejado ir con nosotros, bastardo? –Preguntó con ironía.
Que estupidez, con trabajo le dejaba respirar su mismo aire.
Observó a Lucerys tensar su mandíbula.
–No se trata de vigilarte –Dijo con fingida indiferencia, Aemond no le creía, sabia que solo queria mantenerle vigilado– Se trata de tener consideración por el contrario, algo que parece que tú no entiendes –respondió con frustración, luchando por mantener la calma.
Aemond soltó una carcajada.
Por los sagrados siete, el cabrón se veía muy seguro de aquello.
–Consideración por el contrario, dices. Pues bien, Lucerys, ¿dónde estaba esa consideración el dia que decidiste mutilarme por reclamar un dragón? Ya sabes, el día que Vaghar me eligió como su jinete y ustedes me atacaron –inquirió con ironía, su tono lleno de desdén.
Lucerys apretó los puños con furia, sintiendo cómo la ira se apoderaba de él ante las palabras provocativas de Aemond.
–No fue así, Aemond, lo sabes perfectamente. Tú provocaste esa situación al reclamar lo que no te pertenecía –respondió con voz tensa, luchando por contener la explosión de ira que amenazaba con consumirlo.
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"The dragon jewel"
Fanfiction"Era más bello que la blanca luna, era más ardiente que el mismo fuego de dragón, Aegon Targaryen era una verdadera joya"