La noche del domingo terminó bastante bien para el agrado de dulce, lo que creyó que podría haber sido un problema había desaparecido transformándose por completo en búsqueda de soluciones, eso le reconfortaba el alma. No necesitaba agregar más asuntos a la lista, tenía suficiente con saber que Pablo ya se había enterado de su embarazo, no demoraría en indagar quien sería el padre, por otro lado, tampoco se la estaba poniendo nada fácil, ella intuía que la idea intentó el abogado plantearle con respecto a la tenencia de Luna podría ser otro mensaje amenazante del mismo remitente. Ahora su mente debía enfocarse en conseguir otro abogado que pudiera asistir sus problemas judiciales y principalmente las empresas, no estaría dispuesta a renunciar a ellas bajo ningún termino.
Los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, despertándola de su sueño con una suavidad reconfortante. Parpadeó un par de veces, ajustándose a la luz del día que inundaba la habitación. Al mirar a su alrededor, el reloj en la mesa de noche le recordó que el tiempo no esperaba por nadie. Con un sobresalto, se incorporó de un salto, el corazón latiéndole con la prisa de quien se ha quedado rezagado en una carrera contra el reloj. Sus manos buscaron con premura entre las prendas apiladas en una silla cercana, encontrando finalmente el jean que tanto le gustaba, uno que le ofreciera comodidad sin sacrificar el estilo. La blusa blanca se deslizó sobre su piel con suavidad, un lienzo perfecto sobre el cual construir su atuendo matutino. Los tacones negros añadieron un toque de elegancia a cada paso, mientras que el blazer negro completó el conjunto con un aire de autoridad y sofisticación. No hubo tiempo para dudar ni para contemplar su reflejo en el espejo. Sus dedos se deslizaron con destreza a través de su cabello, domando los mechones rebeldes en una cascada de seda lacia. El bolso colgado del hombro, un compañero fiel que contenía todo lo esencial para enfrentar el día, fue agarrado con determinación.
Con el reloj marcando ya una hora mucho más avanzada de lo que hubiera deseado, salió de su hogar con la misma prisa de quien persigue un tren que está a punto de partir. El rugido del motor del auto fue la banda sonora de su carrera contra el tiempo, cada segundo que pasaba resonando como un recordatorio de su apremiante agenda. Mientras conducía, una sensación de culpa la invadió al recordar su compromiso con la terapia, una cita que había olvidado en medio del caos de la mañana. Sin perder un instante, marcó el número de su terapeuta en el teléfono, disculpándose con voz apresurada mientras prometía reprogramar la cita para el día siguiente. Así, entre el trajín del día que apenas comenzaba, se encontraba ella, una mujer en constante movimiento, equilibrando las demandas del mundo exterior con las del mundo interior, siempre en busca de ese delicado equilibrio entre el deber y el autocuidado.
Al llegar a la oficina, el aire estaba cargado de tensión, como si un pesado manto de preocupación se hubiera posado sobre el lugar. El sonido constante de los teléfonos y el murmullo de voces apenas lograban enmascarar la atmósfera cargada de ansiedad que flotaba en el aire.
Sofía, que se encontraba en la oficina de dulce, caminaba de lado a lado con un gesto preocupado tallado en su rostro. Había intentado comunicarse desesperadamente con Dulce, una llamada tras otra, sin obtener respuesta. Ahora, la impaciencia bailaba en cada uno de sus movimientos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que había sucedido. La entrada repentina de Dulce la sorprendió, interrumpiendo el torbellino de pensamientos que había estado danzando en la mente de Sofía. Pero en lugar de aliviar la tensión, la presencia de Dulce solo intensificó la angustia de su asistente.
- Nada puede ser tan grave como para que estés así ¿Qué pasó? – dijo con un tono de preocupación evidente al ver a Sofía.
- En la recepción me comentaron que el sábado estuvo Pablo aquí, la secretaria que contrate sin conocerlo, lo dejó pasar y hasta le dio los estados contables de la empresa. – dijo sin ningún tipo de rodeo lo que hizo que dulce abriera sus ojos inmensamente. La preocupación le invadió el alma de golpe.
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Nuestro encuentro Imaginario
FanfictionDulce María se ha convertido en la sombra más triste de los lamentos de Christopher, quien conoce los límites del cielo solo y únicamente cuando se encuentra abrazado a ella, sintiendo su respirar, el aroma de su perfume que solo logra desesperarlo...