1. Garden

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Los suaves azotes del viento balancearon las suaves hojas primaverales de los árboles. A través de mis azulados ojos veía por la ventana un paisaje hermoso y natural: el jardín de mi instituto. Realmente admiraba la manera en la que las rosas estaban tan naturales, sin productos dañinos para ellas ni nada así. Los árboles estaban podados milimétricamente, parecía que alguien perfeccionista hubiera hecho ese trabajo. Todo eso lo estaba observando a través de la ventana que hay a mano izquierda de mi sitio en clase. Así es: estaba otra vez distraída en clase mirando el jardín. O bueno, eso hasta que la señorita Smith me llamó la atención, otra vez.

-Señorita Flores- en el momento en el que pronunció mi apellido salí de mis mundos interiores, donde me imaginaba sentada en aquel jardín con él, para prestarle atención.-, dime los adjetivos que en comparativos son irregulares.

Cómo no, una pregunta de inglés. La señorita Smith era profesora de inglés, nativa, por cierto. Lo único bueno que tenía era que había nacido en Australia. Era una chica de unos 40 años, que no se conservaba muy bien, con pelo rubio tintado (cosa que se sabe por sus cejas marrones oscuras) y liso que le llegaba hasta un poco más abajo de las orejas, con un flequillo algo alocado encima de sus cejas. Sus ojos eran un punto a favor también: eran de color azul claro y almendrados, pero no muy grandes, uno a cada lado de una fina nariz. Sus labios eran gruesos y pequeños, con un tono rosado claro.

-Far, Good and Bad.- Contesté en inglés. Era la más lista de la clase, o por lo menos una de ellas, y sobre todo en inglés. De hecho, era la mejor. Mi colección de dieces en inglés lo podía demostrar.

-Te vas a salvar por esta vez, señorita Flores, pero no te pienses que no te puedo poner mala nota por no prestar atención en clases-El timbre que indicaba la salida la interrumpió.-. Podéis salir todos al recreo, tú también, Flores.- Dijo mirándome.

A pesar de ser la mejor en inglés, la señorita Smith me tiene manía. La verdad es que no sé por lo qué es. Quizás porque una vez le corregí algo que escribió mal en la pizarra. No es mi culpa que no sepa escribir una palabra; yo se lo dije para que mis compañeros pudieran aprender a escribirla correctamente, y que no la aprendan mal escrita, como ella la tiene aprendida. Vale, quizás a mí tampoco me cae muy bien esa profesora, pero por lo menos la trato con respeto y no la amenazo, y ni aunque pudiera hacerlo lo haría.

Sin darle mucha importancia a lo que había pasado hace unos minutos con Flores, bajé las escaleras en dirección al hall instituto. Allí me reuniría con mis amigos: Álvaro y Ana. Una vez terminé de bajar las escaleras, les vi y fui rápidamente a saludarlos.

-¡Hola. Isa! Te queda muy bien esa falda vaquera.- Dijo Álvaro, haciendo que me sonrojara un poco. Se refería obviamente a la falda de mi outfit, algo básico de hecho, una chaqueta blanca que cubría mi top negro, y como él había mencionado, una falda vaquera.

Álvaro era el chico más popular de todo el instituto, a parte de mi mejor amigo, y no me extraña, ya que con ese pelo marrón tan sedoso, adornado con unos rizos leves, que lo hacían más adorable, y sus ojos, que parecían de un gato por su forma, azules grisáceos, combinado con una nariz perfecta y fina, dime tú cómo no va a ser famoso. Y mejor ni mencionar esos besables labios que tenía, y esas adorables pecas repartidas por toda su piel blanca, que le hacían que pareciese sacado de un libro.

-Hola-Dijo alargando la última vocal-, ¡Álvaro tiene razón, te queda muy bien esa falda!

Esa que acababa de confirmación era la única e inigualable Ana. Única por su físico perfecto, compuesto por ese pelo rizado, sin llegar a serlo tanto como el afro, y rojizo, adornado con unas sutiles pecas por todo su blanco rostro y unos ojos azules como la medianoche.

Zapatos blancos para IsabelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora